Según las últimas estadísticas, el analfabetismo en Colombia ronda el 5.8 % , pero… no hay datos del analfabetismo político que es más grave que no saber leer o escribir. Ese analfabetismo político, en complicidad con el desinterés o importaculismo absoluto, es el que durante décadas ha llevado al país a no saber elegir, a dejarse manipular, a vender la conciencia y el voto por lo mínimo.
A raíz de las objeciones del presidente Duque a la JEP, ciudadanos y militantes del partido de gobierno, pese a ser incluso parte del legislativo, literal llenan su boca y mensajes en redes argumentando que Colombia o el pueblo dijo no, tratando de deslegitimar el acuerdo final entre gobierno y Farc. Después de dos años y medio es evidente que quienes con ligereza o a conveniencia desconocen el fondo de las cifras solo resaltan la forma de las mismas:
A la fecha del plebiscito, 02 de octubre del 2016, la Registraduría informaba de 34.899.945 personas habilitadas para votar, solo votaron 13.066.04 , que equivale al 37% de los ciudadanos habilitados para sufragar, y sus votos se discriminaron así:
Votos por el sí 6.377.482
Votos por el no 6.431.376
Votos no marcados 86.243
Votos nulos 170.946
El sí perdió o el no ganó por 53.894 votos, mientras que entre votos no marcados y votos nulos suman 257.189, lo que denota un inmenso descuido, ignorancia o desinterés de quienes no pudieron marcar o seleccionar entre solo dos opciones que se daba como respuesta a la pregunta ¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Más de 257 mil colombianos que acudieron a las urnas al parecer no entendieron la mecánica u objetivo de la importante consulta, eso sin contar con millones de colombianos que fueron engañados por la campaña del no, dicho y reconocido por Juan Carlos Vélez, quien ante los medios confesó “estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”. Dicha indignación la consiguieron difundiendo noticias falsas, engañando y valiéndose de la indignación, también de la ignorancia y la inoculación de miedos injustificados.
Llama la atención al analizar el mapa ilustrativo relacionado con los resultados del plebiscito que el sí ganó en la mayoría de las zonas mas afectadas y azotadas por el conflicto. De hecho, se puede interpretar como un clamor, un hastío, un rechazo a una violencia estéril para quienes la viven y muy conveniente para quienes la promueven y utilizan para ganar votos, gobernar y mantenerse en la impunidad, porque no solo los grupos narcoterroristas hacen daño, la corrupción enquistada en los diferentes gobiernos también.
La próxima vez que lea o alguien diga que “Colombia o el pueblo dijo no", hay que recordarle con cifras, estadísticas y números que 6.431.376 votos del no equivalen solo al 18,3 % del potencial de votantes habilitados y a un modesto 13% del total de la población nacional. Para poder decir que el pueblo se manifestó o que eligió mayoritariamente como mínimo debe ser la mitad más uno del censo electoral, por lo demás son interpretaciones erróneas, neta y vulgar manipulación.
Además, cabe decir que el analfabetismo político incluye un desconocimiento absoluto por nuestra Constitución Nacional. Difícilmente algunos colombianos saben que nuestra C.N. se conforma por 380 artículos, pese a que con frecuencia invocan los artículos 13, 16 y 23 que permiten reclamar: la no discriminación, desarrollo a la libre personalidad y recurrir a la popular tutela, respectivamente.
Fue un error y/o torpeza del entonces presidente Santos recurrir a un mecanismo de refrendación para aprobar los acuerdos (sin estar obligado a hacerlo , porque al ser electo él y cualquier presidente ante el Congreso y la nación textualmente dicen: “ Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las Leyes de Colombia”. En ese orden de ideas, los ciudadanos deben exigir y el presidente debe cumplir un compromiso adquirido. Entonces se tiene que hacer cumplir ese artículo de nuestra C.N., tan ignorado e incumplido durante décadas: Artículo 22: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento” .
Léase y entiéndase bien, la paz es un derecho de obligatorio cumplimiento. Y cuando un Estado no logra someter, hacer rendir o vencer a los grupos insurgentes, tiene la potestad u opción de entrar a “negociar” con el objetivo de lograr la finalización de ese conflicto. Toda negociación incluye ciertos puntos que por impopulares o injustos que parezcan son la única forma de llegar a la terminación definitiva de dicho conflicto.
Según la Registraduría Nacional del Estado Civil de Colombia, a enero del 2019, el censo electoral (personas habilitadas para votar) es de 36.805.079, es decir 1.905.134 personas más que el censo a la fecha del plebiscito.
Por el bien del país, ojalá que dicho censo no sea solo una cifra de ciudadanos con derecho y deber de elegir. Se requiere una mayor participación, objetividad, independencia y análisis (ajeno a manipulaciones y miedos inducidos). Por más aburridora que parezca la política, partícipe a conciencia, recuerde que la política, las políticas y los políticos definen absolutamente todo: desde antes de nacer muchos aspectos en las diferentes etapas de nuestras vidas e incluso después de muertos. En razón a todo ello, menos apatía, más información y mejor participación.