Policías y civiles han sufrido la cruda guerra colombiana; sin embargo, el agente de policía no es una figura amistosa para la población civil. Todo lo contrario, la figura del patrullero levanta incomodidades en muchos sectores de la sociedad.
Hoy, los agentes de policía se ven inmersos en dos situaciones que muestran el malestar y la descomposición social en algunas regiones de la geografía colombiana: plan pistola y manifestaciones civiles en el Chocó. En la primera situación, los policías son víctimas del clan del Golfo que ha puesto precio a sus cabezas, por lo que sicarios se han dado a la infausta tarea de asesinar patrulleros. En la segunda situación, los policías en su intento por disipar las manifestaciones, hostigan, humillan y vapulean a quienes se han volcado a las calles para defender sus derechos.
Cabe apuntar, que los uniformados pertenecientes a la policía nacional, reaccionan de forma muy diferente a las expresiones de civiles y de organizaciones al margen de la ley. Recordemos que para finales de marzo de 2016, el Clan Úsuga declaró un paro armado que paralizó cinco municipios del departamento de Córdoba. No hubo presencia de policías en las calles, no brindaron seguridad a la población civil, que atemorizada, se refugió en la seguridad de sus casas.
Reacción diferente denota la policía nacional cuando civiles desarmados salen a las calles a protestar por el abandono del estado, por la corrupción, por la mala calidad de vida. En medio de las manifestaciones que se desarrollan en el departamento del Chocó, los policías salen a reprimir las protestas con gas pimienta, macanas y mucha agresividad. Golpean hombres, mujeres y niños por igual. La policía, en medio del malestar social que vive el Chocó, se nota completamente desdibujada, pues, antes que una institución a la que pertenecen servidores públicos, parece integrada por agentes que se ven a sí mismo como cuidadores de un zoológico en donde someter al animal es la única forma de tranquilizarlo.
La población civil no puede mantener una institución que por momentos ha demostrado temer a los armados y amenazar continuamente con violencia a los civiles. Los policías han hecho del casco su capucha para actuar impunemente. Han suplantado la ley y han hecho de la violencia su única forma de tener contacto con la población civil, mientras que los gobernantes municipales, léase alcaldes, permiten su actuar con toda tranquilidad.