En furioso desacuerdo con ciertos sádicos que escriben que Sergio Leguizamón Sanabria “protagonizó un escándalo” en el Carulla de la 85 con 15, en Bogotá, en la amanecida del pasado 1 de diciembre.
Fue al revés, señores: ¡Qué escándalo protagonizó Carulla!, sin que las tímidas declaraciones y excusas públicas de Juan Felipe Montoya, vicepresidente de Recursos Humanos de ese supermercado, aminoren siquiera parcialmente la gravedad de los hechos. Para los desentendidos, y antes de seguir leyendo, sugiero contemplar la siguiente esfera de nácar: http://youtu.be/pkbNe-4W2c8
Yo no se si el Sr. Leguizamón, a quien no conozco, esté pensando en algún tipo de reclamación judicial o administrativa; si no lo ha pensado (con lo cual añadiríamos masoquismo a la historia), le sugiero que lo considere, y procure evitar de ese modo que al resto de los clientes de esa institución nos toque vivir en el futuro un episodio similar, o peor.
¡Que reclame!, le insistimos desde esta orilla, para causa pública, si es que le parece de poca monta su dignidad y la de su compañera de humillaciones y agresiones. Y no les dé pena hacerlo, señores, ni aunque hubieran bebido una copa aquella noche. ¡Frescos! Carulla es un establecimiento abierto al público. Si me vomito, por la razón que sea, la tienda no adquiere el derecho a retener a nadie contra su voluntad, y muchísimo menos a emprenderla a puños.
La relevancia que nuestras leyes reconocen al derecho a la libertad es muy superior, pero mucho, a la que le reconocen los empleados de Carulla. ¡Qué tal un centinela armado, a los ojos de todo el mundo, frente a cámaras, resolviendo a quién reconoce locomoción y a quién pone a trapear! ¡Habrase visto!
Tengo la impresión de que un paseo millonario es mucho menos cosa que lo sucedido esa madrugada. Ni siquiera existe remota proporcionalidad en el hecho de una “vomitada” y el uso de la fuerza para retener a alguien en un sitio, y menos con golpizas y empellones. Si me vomito, o si por accidente rompo un frasco de mayonesa, el establecimiento no me puede aprisionar o golpear.
En nuestro ordenamiento civil (art. 2417) se contempla el derecho de retención para mercancías (aquello que se puede vender o comprar). Pero el derecho de retención de personas no solo no existe, sino que tiene un nombre muy distinto en el Código Penal…
¡Qué mundo al revés! Si en Carulla venden trago, pues Carulla está asumiendo el riesgo de tener que lidiar con las consecuencias. Punto. Si la tienda genera el riesgo de una vomitada (que no es el caso de la pareja de marras), vendiendo trago y lucrándose de ello, que no vengan a atajar la salida de personas como su fueran animales. ¡Respeten!
Tal vez el peor aspecto de la conducta del establecimiento de comercio fue la actuación estelar de un empleado que quiso evitar la grabación. Parece ser el administrador o algo así de la tienda, quien en vez de intervenir para cesar la agresión de los cancerberos, se puso a cohonestar y a encubrir. Carulla debería responder más por la actuación de ese señor que por los vigilantes.
¿A quién pertenece Carulla, al Gea, Casino, ambos? ¿Esto podría escalar al grupo empresarial en algún sentido? ¿Podría comprometer la responsabilidad personal de altos directivos? ¿Trascendencia penal?, ¿multas?, ¿implicaciones de las autoridades de vigilancia? ¿Indemnización civil para las víctimas?
Por supuesto que Carulla eligió a la empresa de vigilancia proveedora de servicios (Seguridad Atempi Ltda.), la que a su vez eligió a los sabuesos apresadores. Pero sería una pena que esto se quedara en la mera responsabilidad de una empresa de vigilancia.
No es ninguna locura exigir a Carulla que informe inmediatamente los avances de la investigación interna que prometió. El acontecimiento y las andanzas de su personal fueron filmadas, y no debería requerir mucho más de dos días para llegar a conclusiones firmes.
El superintendente de Vigilancia, Fernando Lozano, criticó el hecho con cierto tembleque y añadió que “Si bien es cierto que ensuciaron alguna parte de este almacén de alta superficie, la actitud del vigilante de Carulla jamás se debió constituir en agresión directa sobre este ciudadano”.
Eso no es suficiente, perdónenme, y sería una grave ingenuidad dejar que los hechos se disfracen como un episodio farandulesco de nuestro fanatismo cotidiano. Las autoridades deben actuar con decisión, como para que nunca lo vuelvan a hacer; porque no estamos seguros de que exista alguien decente en Carulla que intente amortiguar al menos la pérdida de credibilidad de ese negocio, asumiendo con entereza la responsabilidad en los hechos, y dando garantías de no repetición.
Dejo que los lectores juzguen el hecho de que se hubiera creado un videojuego relacionado con el episodio (http://ocioweb.co/garulla/) el cual, según RCN, se llama “Garulla” y ya causa sensación en las redes sociales: “Consiste en limpiar el vómito sin ser atrapado por el vigilante de Garulla. Pero si es sorprendido, el pobre Checho recibirá una golpiza”.