La Calle del Olivo fue la verdadera alfombra roja en donde la nueva camada de senadores y representantes junto a veteranos, lucieron pintas con que arrancaron el nuevo Congreso. Ágora, una cafetería del centro bogotano, fue el epicentro del encuentro de congresistas que llegaron cada uno acompañado de dos invitados, un requisito que muchos pasaron por alto llevando a numerosas comitivas con cupo para abuelitas, amigos, niños y hasta perros que estrenaron como invitados de lujos.
El incómodo alambre que sirvió de puerta improvisada no impidió la caminata triunfal de cada congresista. Mientras algunos, altivos y distantes, saludaban a la muchedumbre que se había apostado desde temprano con la esperanza de conocer en persona a los congresistas por los que votaron el 13 de marzo, otros los ignoraron y la gran mayoría solo se concentraba en desfilar evocando a las participantes de una pasarela de moda.
La gran figura de la tarde, Rodolfo Hernández, apareció con un traje clásico azul marino de raya diplomática, que no pasó desapercibido para los transeúntes incluyendo habitantes de calle que le pedían una selfie que el ingeniero no le negó a nadie. Horas después en el Capitolio, senadores de todas las orillas y los meseros se le acercaban para saludarlo y pedirle más fotos.
En una tarde donde los grandes protagonistas fueron los integrantes de la bancada del Pacto Histórico, llamó la atención el recibimiento que le hicieron a María Fernanda Cabal –solemne traje negro, cartera y tacones Burberry, despampanante anillo de esmeralda con diamantes- quien rivalizó en popularidad con Rodolfo Hernández y a quien simpatizantes de la derecha le pidieron ser la más dura de las opositoras al nuevo gobierno. Por el contrario, al uribista purasangre Miguel Uribe Turbay no le fue bien: pasó inadvertido frente a una multitud que estaba pendiente de abuchear al tuitero Miguel Polo Polo, a quien un grupo vallecaucanos lo esperaron durante dos horas para amenazarlo con el destierro político. En su defensa apareció Juan José Lafaurie, hijo de María Fernanda Cabal, que con vehemencia le gritaba a la multitud: “Él sacó 40 mil votos”.
Sobresalían las banderas del M-19 que se localizaron simbólicamente donde comenzaba la alfombra roja que advertía que este se entraba a una nueva era en la político con un exguerrillero en la presidencia y un Congreso con una sólida bancada alternativa llegada de distintos rincones de Colombia.
Katherine Miranda, la representante a la Cámara más votada, entró por la Calle del Olivo, empoderada y vistosa. Pero lo que más llamó la atención no fue el vestido negro de Carolina Herrera con un maxi moño anudado en la cintura que intentaba, sin éxito, combinar con encaje blanca, ni sus infaltables aretes verdes representando a su partido a donde llegó una década atrás con la bendición del profesor Mockus, sin ola enorme cartera Gucci que contrastaba con su corta estatura, a pesar de los tacones altos.
La monteriana Saray Elena Robayo Bechara, prima de Erasmo Zuleta quien heredó su curul y quien a sus escasos 28 años logró 115 mil votos, también quiso lucir su cartera clásica Chanel. La senadora del Pacto Histórico, Gloria Flórez, apoyó a los diseñadores locales y llevó una cartera roja de la última colección de Mario Hernández que combinó su vestido negro que hacía juego con su apellido. La senadora liberal Laura Esther Fortich con su traje de seda gris, maquillaje de peluquería y blower con hondas, y quien heredó el fortín electoral familiar, de 70 mil votos heredados de su esposo David Ashton y el tío de este, el exsenador Álvaro Ashton, no logró ser reconocida en la Calle del Olivo.
Una indiferencia que padecieron los barones electorales del partido liberal que uniformados de e saco, corbata y un prendedor dorado con la letra L del partido de César Gaviria para que los distinguieran en la alfombra roja, solo se lograron reconocerse entre ellos.
El exalcalde de Pereira, Juan Pablo Gallo, que se estrena en el Congreso con una robusta votación de 130 mil votos en todo el país y 86 mil en Risaralda, olvidó que el cupo para llevar invitados no podía superar las dos personas llegó con esposa, hijo, hermano y mamá. Sus dos invitados de más no fueron nada en comparación con los diez invitados que se colaron con el senador de Cambio Radical, Didier Lobo, miembro insigne del Clan Gnecco, y que mandó a traer a su familia de Valledupar y Becerril. Mientras tanto, el representante uribista, Esteban Quintero, llevó seis invitados que se hicieron notar por la extensa sesión fotografía que se hicieron en plena entrada del Congreso, sus pasillos y por su supuesto dentro del Capitolio.
El representante David Rasero quien no pudo jurar como presidente de la Cámara al no poder ser elegido el 20 de julio por confusión en el procedimiento, lució una pinta original. Al ser acaparado por el público y la prensa, nadie notó la entrada del saliente ministro de Justicia, Wilson Ruíz y su esposa que queriendo ser progresista vistió un traje formal blanco con tenis, que no le pegaban con el cargo que ha tenido en el último año del gobierno Duque.
David Rasero adornó su camisa de un cuello Mao con grabados africanos teselados y botones artesanales. La representante Mafe Carrascal también acompañó con un cinturón tejido Chakana su vestido negro en tafetán con escote profundo que dejaba al descubierto un sensual bralette, los brasieres de encaje que están de moda, que combinó con joyas de la diseñadora Paula Mendoza. El toque raizal corrió por cuenta de la senadora del Mais, Marta Peralta Epiayu, se fue a la fija con una tradicional túnica wayuu bordada con borlas y un cintillo tallado que llevó en su frente.
Los cuatro años de descaches a la hora de vestir le sirvieron a la primera dama, María Juliana Ruíz para aprender la lección y se fue en plan discreto. Imitando a congresistas de la oposición, usó un kimono tejido que anudó a la cintura y en un intento por resaltar lo artesanal llevó una falda negra a media pierna y zapatos de salón. Siguiendo los pasos de quien será su sucesora, Verónica Alcocer, de apoyar diseñadores locales, María Juliana Ruíz uso aretes de Alma, una marca paisa reconocido por los accesorios de flores bañados en oro.
A las 5:00 pm ya no quedaba nadie en la Calle del Olivo, los congresistas entraron al Congreso caminando por la alfombra roja de kilometro y medio en la Plaza de Armas se aprestaban a arrancar un nuevo y confuso periodo legislativo que empezó en un desorden en donde ni siquiera hubo paciencia para escuchar al presidente Duque ni micrófonos para escuchar a la oposición llamándolo mentiroso y asesino mientras alzaban carteles con fotos de líderes sociales asesinados durante sus cuatro años de mandato. Una lánguida despedida y un caótico arranque del llamado congreso del cambio.
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