¿Quién no evoca romance o idilio Cuando menciona a Cartagena? Ese es el imaginario que los colombianos llevamos grabado en nuestro ADN. Y con justa razón. Cartagena es, sin duda alguna, una de las ciudades más bellas de Colombia y de América, llena de historia, glorias y batallas.
Pero, existe la otra Cartagena. La de las posibilidades señoriales que se muere entre playa, mar y sol. Inexplicable que esa otra Cartagena padezca un olvido en medio de tantas riquezas que fácilmente pueden generar dividendos para todos.
Tierra Bomba o Playa Arena es una isla distante a veinte minutos de Cartagena. Con un mar tranquilo como una caricia sensual del mar. Paraíso que se estremece entre olas y brisas marinas. Sin acueducto, alcantarillado o vivienda digna. Un hermano pobre de los hijos del Caribe.
Encontramos a don Roberto tratando de adecuar la playa de la isla, con martillo en mano y una gran iniciativa construye unas pequeñas camas de madera que servirán para que los turistas disfruten de una jornada de sol y arena.
No me queda duda que los colombianos tenemos grandes y espaciosas potencialidades turísticas y empresariales. Y esta es una de ellas. He escuchado a muchos empresarios quejarse ante los anuncios de un nuevo gobierno que sin empezar ya lo están denostando. Pues bien, quédense en Colombia, inviertan y generen empresa productiva, rescaten lugares como este que se vendería sólo al tiempo que llevaría progreso y bienestar a su gente.
Un respetuoso llamado a la administración de Cartagena para que pose sus ojos y su presupuesto en estos idílicos paisajes. Que no deje solos a sus hijos en su empeño de construir patria.
Para la era Petro me atrevería a recomendar la recuperación y fomento del sector turístico por cuanto es una actividad que conjuga múltiples actividades que fácilmente llevaría riqueza y bienestar a cientos y miles de familias. De paso damos ese gran salto hacia nuevos emprendimientos, amigos de la naturaleza.
Es mucho lo que debemos hacer y emprender. Nos corresponde hacerlo. Imagínese usted esta isla con una logística e infraestructura de primera y en la cual el sol, la playa, la brisa y el mar generen rentas y riquezas.
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Bien por don Roberto que le pone el pecho a la brisa y que no se rinde ante las adversidades. Pero no lo dejemos solo. Nuevos vientos soplan en Colombia, quizá la independencia apenas se forja en las manos de este hombre altruista y visionario.