Hace poco leímos en este espacio una nota titulada Los colombianos de buen gusto no vamos a Cartagena. Concuerdo con el autor en que en la heroica confluyen varias ciudades. Hay desigualdad, contraste, desempleo, inseguridad, pero no podemos pasar por alto que Cartagena, la nuestra, sigue siendo protagonista de primer orden en materia de turismo, historia y cultura.
Cartagena, la de callejuelas empedradas, nos permite vivir la vida de un modo distinto. Caminar despacio por sus calles y plazas nos habla de circunstancias y modos de vida que se esfuman. Un placer innegable para quienes gustamos de volver a aquello que fue, pero que a la vez se queda en parajes y costumbres. Por cierto, hace poco, Cartagena recibió un reconocimiento internacional, por tener uno de los barrios más cool del mundo, el Getsemaní. Un lugar bohemio donde la magia de Macondo abunda a manos llenas.
Luego está la Cartagena de los rascacielos, las tiendas de moda, los sitios de rumba y entretenimiento. La zona de Bocagrande, plena de construcciones futuristas, modernidad en formas de clubes, casinos, hoteles. Un lugar apetecido por gente con plata que encuentra allí un sitio para vivir cómodo, cerca del mar y si se quiere, cerca del lugar de trabajo. Allí también funcionan las sedes de grandes corporaciones.
Por todo esto podemos decir que Cartagena es una ciudad cargada de simbolismo, magia e inspiración. A estas dos ciudades llegan los turistas ávidos de placeres, los cuales encuentran ya listos y empaquetados para todos los gustos y presupuestos. ¡Los colombianos de buen gusto vamos a una de estas dos Cartagenas!
Queda la tercera ciudad, la de la periferia, donde la gente carece de casi todo. La Cartagena rica en pobreza, improvisada, caótica, donde se aprende a vivir en casas armadas con tablas, plásticos y pedazos de zinc, habitadas por familias fragmentadas por el hambre y la miseria, madres solteras, niños en riesgo y excluidos de todo género.
Las cifras oficiales señalan un déficit habitacional en Cartagena de casi 33% puntos porcentuales por encima del promedio nacional. Aun así, desde hace ya un año, la noticia de mayor venta desde la siempre heroica, sigue siendo la torre uno del edificio Aquarela. Un proyecto de viviendas de interés social debidamente licenciado y avalado por las autoridades, que muchos quieren eliminar aduciendo su cercanía con el Castillo de San Felipe.
Sí, Aquarela, una obra sellada e inacabada, que ha sido satanizada porque con ella se modifica el paisaje histórico* de una ciudad que pide a gritos desarrollo y atención de las necesidades de la gente de la ciudad.
Qué bueno sería que nuestros gobernantes pusieran en equilibrio la estética del paisaje y el amor al otro, que refleja lo que soy yo. ¡Esta es Cartagena, de película!
* El paisaje histórico del Castillo San Felipe de Barajas ha sufrido múltiples transformaciones en sus 300 años de existencia. Primero estuvo entre montañas, luego rodeado de chozas de bahareque y techos de paja, luego fue reconstruido y despejado, hasta la última transformación, dada por la construcción de vías a lado y lado del fuerte.
