Definitivamente, los estafadores en Cartagena y La Boquilla cada día nos hacen quedar peor. Son miles y miles los turistas que desde el inicio de los tiempos han sentado su voz de protesta ante los grotescos abusos a los que se ven expuestos los visitantes del Corralito de Piedra, sin que las autoridades tomen medidas efectivas que contribuyan a mitigar los excesivos abusos de los vendedores frente a los viajeros de la ciudad.
Hace tan sólo un año hizo eco en Cartagena la noticia de unos turistas caleños a quienes les cobraron 226.000 por tres sancochos en la Boquilla. Pues bien, la siguiente historia no dista mucho de aquel desafortunado evento; el día 29 de diciembre fui con mi hijo, mi hija y su esposo a las playas de la boquilla con la única finalidad de almorzar y pasar un rato agradable frente a las playas de nuestro hermoso Mar Caribe. Como somos Cartageneros, ya íbamos con la consigna clara de preguntar todos los precios con anticipación para que hubiera suficiente claridad sobre los mismos desde el principio, y mitigar así el riesgo de ser embaucados al final con los elevados y consabidos precios que se manejan en nuestra ciudad.
Pues bien, al entrar a La Boquilla, nos encontramos con que no se podía avanzar por la calle principal puesto que había un grupo de aproximadamente 8 hombres que nos hacían señas con las manos de que no debíamos seguir por ese camino. Al bajar el vidrio, uno de os lugareños nos dijo que la calle estaba siendo pavimentada, y que nos recomendaba tomar otro camino, al mismo tiempo, nos invitaba a almorzar en un restaurante donde se vendían platos a muy buenos precios y que hacía parte de una supuesta "Cooperativa de pescadores de la Boquilla", y que si queríamos, él nos guiaba hasta él.
Al ver que nos ofrecía buenos precios y al parecer, todo mejor organizado a través de una cooperativa, decidimos seguirlo. Al principio este muchacho corría frente al carro guiándonos y de repente, de la nada, apareció una moto que lo recogió y que nos guió hasta un restaurante muy sencillo, de techo de palma y piso de barro, como la mayoría de restaurantes típicos del lugar llamado La Langosta Roja.
Al entrar y pedir la carta, quien nos atendió nos dijo que no había, y que en su lugar, nos traería una bandeja con los pescados frescos que nos ofrecía, para que viéramos su tamaño y tuviéramos certeza acerca de lo que nos íbamos a comer. Así fue, llegó con aproximadamente 8 pescados y una langosta a precios exorbitantes; algo así como una cola de langosta al ajillo a 70.000, un pago rojo a 38.000 y una mojarra en 32.000. Al ver esto, y tener claro que nos estaban dando precios de turistas, regateamos hasta dejar los platos en 25.000 cada uno. Nos ofrecieron también sancochos como entrada; como ya nos habíamos quejado de los precios y amenazamos irnos para otro lugar más barato, nos los dejaron en 5000 cada uno. Antes de irse, nos ofrecieron limonada natural o de coco, pedimos tres de las últimas.
Pues bien, habiendo comido, caímos en cuenta de que habíamos preguntado el precio de todos los platos menos los de las tales limonadas de coco. Mi hermano, en tono de broma, dijo que con ellas era que los vendedores iban a "cuadrar caja", pedimos la cuenta y con ella una gaseosa de un litro. Al llegar la factura, cuál sería nuestra sorpresa cuando arrojaba un total de 214.000 pesos. Casi nos vamos para atrás, detallamos la cuenta encontrándonos con que efectivamente, por las limonadas de coco nos habían cobrado 22.000 por CADA UNA, dando un total de 66.000 por tres limonadas de coco, un precio a todas luces descomunal, abusivo, traído de los cabellos.
De una vez enfurecí y lo que había sido un placentero almuerzo se convirtió caso que en una batalla campal. Llamamos a quien nos atendió, le explicamos que ese precio era exagerado y que se estaban aprovechando de nosotros, cobrándonos en ese precio todo el descuento que habíamos logrado con el regateo inicial. Le dijimos que llamaríamos a la policía porque considerábamos que estábamos siendo víctimas de una estafa, y que teníamos que buscar la forma de arreglar. El camarero, junto con otro lugareño llamado Pepe nos insistían de manera absolutamente airada y grosera en que ese era el precio y que no podíamos tomar fotos ni grabar. En este punto empezó una discusión acalorada donde les decíamos que nos parecía una conducta a todas luces desleal y que precisamente eran esos comportamientos los que alejaban a los turistas y a la clientela del lugar, les recordamos el incidente de los famosos 2 sancochos por 226.000 y que nosotros no éramos turistas en ese lugar, que sabíamos muy bien que por mucho, una limonada de coco costaría 10.000 en las condiciones de ese restaurante. AL final, después de la acalorada discusión y múltiples amenazas por parte de los lugareños, la cuenta que arrojaba 214.000 terminó en 180.000.
Para la ñapa: al regresar a nuestro hogar caímos en cuenta de que además del excesivo cobro por las limonadas y una propina impuesta de 10.000, la suma de los platos, las gaseosas y las limonadas no resultaba siendo 214.000 sino 204.000, es decir, que le hacen creer al comensal que el total es preciso cuando en realidad, este es otro boquete de desangre dolosamente utilizado en las playas de La Boquilla.
El llamado es a las autoridades para que implementen las medidas efectivas para evitar estos abusos, a nosotros como espectadores permanentes a denunciar, y a los turistas, les recomiendo grabar con sus celulares a los meseros cuando les dan los precios, tomarle fotos a las cartas que les dan (porque nos dijeron que hasta las cambian al final) y lastimosamente, en lo posible, a evitar ir a estos lugares de estafas colectivas y vendedores audacez.