El punto de llegada de muchas de las familias de los Montes de María fue Cartagena. Conviviendo con los mosquitos que sobrevolaban los charcos turbios del agua que se estanca en los terrenos fangosos se fueron instalando en un baldío entre la Ciénaga de la virgen y Caño Limón, a 13 kilómetros del centro de la ciudad, que llamaron El Pozón. Aludían con ese nombre a las aguas estancadas, potreros encharcados sobre los que se levantaron los primeros refugios. Vecino al Pozón se formaría un nuevo asentamiento que bautizaron Nelson Mandela.
Allí se encontraron todos: costeños, antioqueños, chocoanos hermanados por la necesidad. El destierro, la melancolía.
Cuatro estacas de madera cubiertas de bolsas negras con las que levantaron el primer techo. Organizaron su pobreza: escasas ollas, colchones y mudas de ropa que habían arrastrado en costales en las afanosas salidas. Techos de plástico transformados en láminas de zinc sostenidos por bloques de cemento para armar las primeras viviendas; escuetos cajones de concreto con las letrinas improvisadas se desbordan con las lluvias. La montaña de basura se cubrió de tierra, creció la hierba verde y brotaron los árboles.
las manos y el trabajo de la gente transformaban el lugar pero sin conseguir sosiego. La muerte allí ha tomado nuevas formas sin desalojar el miedo ni permitir que la huidiza tranquilidad pueda finalmente instalarse.