Estuve en Cartagena llevando las cenizas de mi papá, Álvaro Escallón Villa, al lugar más bello del mundo, el jardín de San Pedro, un lugar lleno de las sombras que da una arboleda de contrastes en el que vive una iglesia de cúpula amarilla que se puede ver desde cualquier parte. Un día me levanto y hay una pelotera en torno a los últimos acontecimientos: pintaron de amarillo la muralla de Cartagena de Indias patrimonio de la nación y de la Humanidad…
Aquí no se trata de encontrar culpables, sino de saber quién tiene la responsabilidad del patrimonio histórico. De repente sale a dar declaraciones la gerente del Club de Pesca, entidad a la que se le concedió el cuidado del Fuerte de Pastelillo en Manga, con una explicación en la que apoyada en un protocolo hecho por el arquitecto Alberto Samudio, los contratistas quién sabe que hicieron... La idea según ella era tratar un hongo que cubre la muralla con una pintura de cal a la que gracias a Dios no alcanzaron a sobreponer estuco como lo planeaba. Ya viral el tema en las redes, el arquitecto Samudio salió a decir que el asunto del hongo se habría arreglado con agua, jabón y un cepillo. La administración del club voló a echar reverso y con un sistema de hidrolavado y otros procesos de limpieza estaban de nuevo poniendo en riesgo la muralla.
Mi asombro es quién es responsable de esto, quién lo cuida, quién le hace mantenimiento, dónde están los criterios. El club de pesca está a cargo de una parte del mejor sistema de defensa de la colonia en América. ¿Cómo termina pintada así? Una joven gerente seguramente emprendedora decide impulsar el turismo en el fuerte de Pastelillo e incluye renovar la fachada de la entrada del club pintándola de amarillo, sin darse cuenta de que pintaba la muralla de Cartagena y maltrataba en materia grave la historia. Porque es una herida grave que en una era que siempre recordaremos como la del covid, una reserva arquitectónica de cuatrocientos años de nuestra historia aparezca cualquier día pintada como fachada de restaurante.
Las fortificaciones de Cartagena dan testimonio del intenso periodo histórico de la colonización europea de América. La corona española tuvo que defender sus colonias ante la presión de sus rivales europeos que también querían aprovecharse de las riquezas del Nuevo Mundo. El mar Caribe fue el escenario de la confrontación y las ciudades portuarias que hacían el enlace con la metrópoli tenían que ser protegidas.
Las fortificaciones que se construyeron en América correspondieron a los modelos de las fortificaciones del Renacimiento desarrollados a partir del uso de la pólvora, que consistían en murallas gruesas que podían contener el impacto de una bala de cañón. Los mejores ingenieros militares al servicio de la corona española trabajaron en las fortificaciones del Caribe durante los siglos XVII y XVIII.