Amigos de la Cartagena musical me han pedido que escriba una nota para el programa de mano del 2° Festival Internacional de la Guitarra en Cartagena que tendrá lugar en próximos días en la ciudad Heroica, del 8 al 11 de octubre.
Este año, como en el anterior, están anunciados interesantes guitarristas de diversas filiaciones estéticas y tendencias. Están confirmados hasta el momento nombres de distintos países como los guitarristas de jazz norteamericanos Paul Chip Henderson y Natahanael Nate Najar; el canadiense innovador de la guitarra conocido como músico de músicos, Antoine Dufour; la prodigiosa guitarrista israelí Nili Brosh; los grandes guitarristas clásicos colombianos Ricardo Cobo e Irene Gómez, de Cali y Bogotá, respectivamente;el destacado guitarrista venezolano Aquiles Báez; Rafi Gómez, el guitarrista flamenco de Granada, España; la guitarrista cubana Laura Velásquez y la Orquesta Juvenil de Guitarras de Cali; el talentoso y joven guitarrista colombiano Sebastián Villanueva; la cuota cartagenera integrada por el guitarrista de soukus y champeta, Ludwing Watts; Boris Fadul con B-Fusión Band; Mario Evans Osorio; y otro joven guitarrista de jazz colombiano, el barranquillero Dave Pacheco.
Para contextualizar todas estas noticias del evento me permitía decir que Cartagena y la guitarra son dos entidades que de alguna manera están unidas muy fuertemente en el imaginario que tiene todo el mundo de la ciudad. Haya o no razones históricas fehacientes que lo corroboren; existan referentes puntuales que sirvan para sostener las esquinas de este aserto o no; o bien si se trata de una de esas razones (o sinrazones) poéticas que se van volviendo rocas duras con el tiempo en el trajinar de la vida de las gentes y las ciudades, es algo que finalmente no importa.
Importa de todas formas que la idea que relaciona a Cartagena y la guitarra es coherente, es posible y es deseable; sin que quiera esto decir que no hay hitos históricos de importancia. Dice el maestro cartagenero Luis Antonio Escobar, que la historia musical de Cartagena relaciona en su vida cultural de la colonia la presencia de un instrumento sucedáneo del laúd y antecedente de la guitarra denominado la vihuela, para el cual ya había en su momento una literatura discreta de interesantes melodías españolas, así como un organizado mundo de ideas relacionadas con sus características y su aprendizaje.
Y salió de Cartagena para el resto del país a acompañar los cantos populares y las coplas y a desdoblarse primero en tiple, después en bandola, y más tarde, con el tiempo y la música, finalmente en guitarra. Y en Cartagena se volvió serenatera y bohemia y al mismo tiempo culta en las manos de un sinceano que había llegado adolescente a Cartagena, y con ella escribió un riquísimo anecdotario vital ymusical, que iba girando en la ciudad en un circuito legendario de tertulias en las que igual se musicalizaba un simple gracejo, una canción de amor o una pieza exquisita del propio Mejía, o de cualquier otro grande de América odel mundo.
Y esa fuerte unión entre lo popular y lo culto en la guitarra es una marca que siempre ha estado ahí en el alma de la ciudad, repitiéndose constante como una antigua melodía que nunca pasa. Como el alma misma de la música del propio Mejía.
Y claro, también está la historia de aquel negro guitarrista y lutier, Betsabé Caraballo, que enseñó las primeras lecciones de guitarra a Sofronín Martínez y le construyó y regaló su primer instrumento. Y con Sofro, la noche cartagenera se hace otra y la misma en el tiempo como siguiendo hasta hoy esa melodía antigua que habla de la guitarra y del alma de la ciudad.
Acaso este nuevo festival internacional en su segunda versión al que ahora nos invita Cartagena no es más que un simple ejercicio de coherencia histórica. Un gesto que quiere seguir cantando a la ciudad con la guitarra, en el que se balancean quizá de forma ecléctica de nuevo lo clásico, lo contemporáneo y lo popular.
