El pasado jueves 12 de febrero, Cartagena se levantó con una entrevista de Julito Sánchez, a el Barbita Dioni Vélez, alcalde de la ciudad.
Haciendo uso de su tradicional periodismo pataletero, Julito, como le dicen algunos de sus oyentes, se burló de todo lo que le dijo el Barbita (el hombre tira sus chistes) quién describía una ciudad fantástica (la culpa no es de él, sino de Carlos Vives) en contraposición a la urbe caótica de hace más de dos décadas, y que Julito, al parecer, descubrió la semana pasada.
Más allá de las malcriadeces de Julito, y las falacias de el Barbita, siguió al aire una recua de quejas de ciudadanos molestos por lo que sucede en La Heroica. A pesar de tanto improperio, la ciudad sigue quieta, apacible, serena, en pocas palabras es una ciudad que no marcha. Ni pa’ ‘trás ni pa’ ‘lante. Una urbe de una serenidad que aumenta con la pestilencia de sus calles.
Esa misma mañana de la entrevista de Julito y El Barbita, un grupo de estudiantes de la Universidad de Cartagena se preparaban para marchar.
Marchar es sencillo. Lo primero es tener un hecho que indigne. Los muchachos tenían uno: Cafesalud dilató la cirugía que debía practicarle a María José Silva, la única esperanza para superar el cáncer que padecía, pero no lo hizo. Tenía 19 años. Murió el pasado 31 de enero. Sus amigos, indignados, salieron a marchar. Uno podría entonces hacer una lista de hechos que indignen a los ciudadanos de Cartagena y salir a marchar, pero eso no ha pasado.
Lo segundo es trazar un recorrido. Pedir acompañamiento de la Defensoría del Pueblo y de la Policía. Todos hicieron el recorrido desde la sede de la Universidad en Piedra de Bolívar, hasta la EPS Cafesalud en El Pie de La Popa.
Si la gente está indignada, por ejemplo por el pequeño retraso de Transcaribe, y los más de 600.000 millones de pesos derrochados, se podría marchar desde alguna de las estaciones, hoy viviendas de interés social, hasta las oficinas de Transcaribe en Crespo. Pero no, la ciudad no marcha.
Lo tercero es crear unas consignas que se gritan durante todo el recorrido, sin desfallecer ni un instante. Así lo hicieron los muchachos por la muerte de María José. Con fuerza: “Hay que ver las cosas que pasan, con un pueblo que camina pa' adelante y un Gobierno que camina para atrás”. La que sigue es perfecta: “Y no queremos, y no nos da la gana, el sistema de salud no nos sirve para nada”. O esta: “Siempre que salimos/ la gente pregunta/ ¿Quién es esa gente/ que hace tanta bulla?/ y les respondemos:/ somos estudiantes/ que estamos marchando/ contra el mal Gobierno/ que cierra hospitales/ y abre batallones”.
Y entonces los ciudadanos indignados de La Heroica podrían gritar: “Y no lo queremos/ y no nos da la gana/ El Barbita Dioni Vélez/ no nos sirve para nada”. Los indignados por la actitud de Julito, podrían marchar también y gritar: “Quién es ese calvo/ que llegó en chancleta/ con su arribismo/ y su pataleta”. El coro debe responder: “Es Julito, sí señor, un cachaco destructor”. Se repite tres veces y luego se aplaude.
Ahora, si la gente de La Fantástica está indignada por la presencia de su alcalde en la Batalla de Flores del Carnaval de La Arenosa, los indignados pueden gritar: “Queremos mango,/ queremos patilla,/ queremos que el Barbita/ se quede en Barranquilla”.
Nada de eso se escucha en las calles. Cartagena es una ciudad que no marcha.