Cartagena festiva, Cartagena rebelde

Cartagena festiva, Cartagena rebelde

"El carácter histórico de las fiestas de la independencia deriva de la gesta patriótica al declararse Cartagena el 11 de noviembre de 1811 'Estado Independiente'"

Por: GUSTAVO ADOLFO CARREÑO JIMENEZ
noviembre 15, 2017
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Cartagena festiva, Cartagena rebelde
Foto: Colprensa

Como el pasado es también un tiempo por vivir y disfrutar, y no hay fiesta sin reminiscencia, rescatar la memoria cultural y festiva resulta vital para rememorizar significados en el imaginario popular cartagenero, escenificados en las fiestas de la independencia del once de noviembre. El sentido festivo está representado en la dimensión cultural, artística, simbólica y carnavalesca, matizado en un acervo de ingenio y jolgorio traductores de su patrimonio cultural: comparsas, bailes y danzas, desfiles, cabildos, reinados, disfraces, grupos musicales, pregoneros, parafernalia y la desbordante creatividad popular.

Laura Segato sostiene que “raza es signo”, “macula” diría Manuel zapata, trazo de la historia de un sujeto que le marca una posición y una desposesión; así, en tiempos coloniales los negros salvajemente secuestrados de áfrica a América en calidad de esclavizados —cuando allá eran libres—. Entrada la noche, luego de un largo día de abusos y maltrato, África cantaba en frenesí en el nuevo mundo, nunca pudieron secuestrarle al negro sus alegrías, sueños, ganas de vivir, su cultura.

Así surgieron a partir del siglo XVI los cabildos, formas de organización tribal y nacional donde el baile, la música y el canto se mezclaban en la espesura de las montañas para olvidar las miserias públicas y privadas. En su obra Negros Brujos el etnólogo cubano Fernando Ortíz esclarece el significado de los baile entre los negros, “a veces bailaban un dolor, una guerra, una siembra, una rogativa o un funeral, un festejo”. De esta manera los bailes de negros tenían una función social completa, “además de arte, son también actos de religión, amor, economía, gobierno y cohesión tribal”.

Los cabildos de negro o nación procedían de una misma región de África en el caribe colonial (congós, lucumís, ararás, mandingas, etc.), consagrados a la ayuda mutua y el baile, fueron vertederos de contenidos culturales en América. En sus días festivos tocaban sus atabales, tambores y demás instrumentos vernáculos, cantaban, bailaban, se disfrazaban al compás de sus reyes y reinas ataviadas con todo tipo de disfraces y perendengues, humor, expresiones primigenias de los carnavales.

Luis Enrique Muñoz ha seguido la trilla indagante a los cabildos en la independencia de Cartagena, data su nacimiento en Toledo (España) en el año 1390, en tiempos del Rey Alfonso X o el sabio, como una estrategia de control territorial de las autoridades andaluzas para facilitando así su adoctrinamiento religioso y otorgar licencias festivas con toques y bailes de tambor. Inicialmente la iglesia católica fue enemiga de los bailes e instrumentos como los, creían que estos últimos traían recuerdos de paganía y tentaciones diabólicas, tal cual hizo Pedro Claver en la comarca cuando perseguía a los negros y los azotaba, por lo cual realizaban sus toques en los pantanos de la Matuna y del canal del dique; nunca entendieron que el tambor fue la voz universal que reclamaba libertad.

Desde mediados del siglo XVI se reportan evidencias de la existencia de cabildos en Cartagena de Indias, sin embargo, ante el sometimiento y el yugo español los cabildos de resistencia van desapareciendo para dar paso a los cabildos festivos o “bundes”, que en los siglos venideros y como consecuencia de la trietnización darán paso a la transculturación e hibridaciones culturales reflejadas en la plurietnicidad y multiculturalidad del pueblo cartagenero.

Édgar Gutiérrez esclareció los orígenes de la más importante manifestación festiva de la ciudad, señala su primera celebración el 11 de noviembre de 1812 como aniversario del grito de independencia de la heroica, convirtiéndose en las fiestas oficiales del Estado Soberano de Bolívar en 1846, lo que indica que en un tiempo fueron la fiesta patria más importante de la ciudad, específicamente en años de federalismo previos al olimpo radical. El historiador Raúl Román recrea que solo entrados en el siglo XX, en 1911, para el primer centenario, afianzado el proyecto regenerador, en el marco de la hegemonía conservadora y centralista del cartagenero Rafael Núñez, se pasará a conmemorar el 20 de julio como fiesta patria y el 11 de noviembre como fiesta local de segundo nivel.

El carácter histórico de las fiestas de la independencia deriva de la gesta patriótica al declararse Cartagena el 11 de noviembre de 1811 “Estado Independiente, Libre y Soberano, absuelto de todo vasallaje, sumisión u obediencia extranjera que lo ligase con la corona y el gobierno español. ( ) … Como tal puede hacer y debe hacer lo que hacen las naciones libres e independientes”. Supremo acto de rebeldía originó el periodo de República Independiente (1811-1815), en la que se dio un doble proceso autonómico: Corona española y Santa Fe de Bogotá.

Alfonso Múnera en su célebre fracaso de la nación señala que el acontecimiento independentista es producto de sus propias dinámicas internas (sociales, políticas, económicas y culturales). Allí fueron protagónicas las clases populares, negros, mestizos, castas de color, indios, etc. , aliados con los criollos en favor dinámicas autonómicas, “las motivaciones patrióticas o nacionalistas son un invento posterior, dónde poco o nada tuvo que ver los hechos iniciales del 11 de noviembre”. En consecuencia, en las luchas ciudadanas participaron con el mismo arrojo y compromiso criollos prestantes como los Gutiérrez de Piñeres, Toledo, Rodríguez Torices y demás mártires criollos, como también los sectores populares, mestizos y mulatos cuyo fortín estaba en Getsemaní en cabeza de Pedro Romero jefe de los lanceros del arrabal que exigían mayor participación política y económica. Cartagena es la “bisagra” libertaria de Colombia, según Alberto Abello & Gina Ruz Cartagena abren y cierran el ciclo de la independencia nacional.

Entrados en el siglo XX las fiestas de la independencia entran en decadencia producto de varios factores, fundamentalmente por haber sido “coronadas” por el reinado nacional de la belleza desde el año 1934, negocio privado alrededor de la mercantilización de la belleza femenina de tipo caucásico, en torno al mercadeo de productos de aseo y belleza personales, diseño y moda, joyas, encuentros de la farándula nacional e internacional, industria hotelera y turística, etc. Curiosamente la Fundación reinado nacional de belleza crea en 1937 el reinado popular de belleza, destinado exclusivamente para las reinas de los barrios populares, prolonga las diferenciaciones coloniales que establecía las repúblicas de blancos (villas y pardos libres), república de negros (palenques) y república multirraciales (rochelas), para evitar cualquier posibilidad de contaminación, proyecto fracasado en un caribe único y múltiple.

El rescate de las fiestas de la independencia, acontecimiento histórico y festivo más importante de la ciudad se debe al gestor cultural Jorge García Usta, gracias a su titánica labor de sensibilización y rescate de las mismas, iniciadas junto a otros líderes en el año 2003. En definitiva, el mayor impulso para la revitalización de las fiestas de la independencia de Cartagena en las últimas décadas ha sido la concurrencia en las intervenciones de las administración distrital y de los sectores (privado, educativo, cultural, social, etc), en torno a la orientación de los simbólico como política cultural generadora de la identidad, integración social y rescate de la memoria histórica y festiva, valorizadora del patrimonio cultural local.

Hoy la ciudad sobrevive en medio de dinámicas sociales y políticas tumultuosas, exclusión y desigualdad intolerables, fragmentación socialmente severa, alta vulnerabilidad, ingobernabilidad crónica, reclamantes de nuevos gestos de rebeldía para derrotar la falta de oportunidades que anidan la pobreza, incubadoras de trampas como que la ciudadanía tenga que vender su conciencia a las famiempresas electorales por unos cuantos centavos, negocio donde ganan los traficantes políticos y pierde la ciudadanía. Derrotar esta realidad cangrejera implica generar conciencia ciudadana para derrotar la corrupción, pues ella no es elemento más del sistema, por el contrario, el sistema político de Cartagena es la corrupción.

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