La mágica y encantadora Cartagena, ciudad señorial de románticas plazas y hermosas calles coloniales que guardan historias y secretos de tesoros y fortificaciones que parecen salir de un cuento de los años mil seis cientos, no ha podido superar las épicas épocas de asaltos de piratas y filibusteros, muy a pesar de que han trascurrido varios siglos, desde que sufrió el más cruel ataque de corsarios de ultramar y de que las lámpara que rompen la penumbra de noche en sus estrechas calles coloniales, ya no se encienden con aceite de higuerilla, La Heroica sigue siendo asaltada por piratas más feroces que los que la sitiaron, para doblegarla de hambre y los cuales ya no arriban a la ciudad aferrados a la verga de un galeón pirata, si no que llegan en aviones de otras ciudades para hacer alianzas estratégicas con gobiernos de turno y autoridades locales, para tomarse la ciudad y apropiarse de sus valiosos bienes de uso público.
Los tesoros de Cartagena, que lograron escapar del saqueo de españoles e ingleses en la época de la conquista están representados en los terrenos y monumentos, que son hoy el botín de piratas de cuello blanco, que arrasan, sin pudor con los bienes de la ciudad.
Hoy en día los tesoros de Cartagena se encuentran representados en sus zonas de baja mar mangles y cuerpos de agua los cuales cada día son más privados que públicos.
No son cuentos de brujas, ni de herejes, que los cuerpos de agua que bordean la avenida Santander, el caño de Juan Angola, la margen del barrio del Cabrero, la margen de playas de la Boquilla desde Blas el Teso hasta la Cra 9 de la Boquilla, las playas de Laguito frente a importantes hoteles de la ciudad, el sector de mangles, donde existe un centro de convenciones en el sector de la Boquilla, las playas de Marbella, del antiguo Comfenalco, el predio de la antigua planta eléctrica del barrio Manga, el predio del antiguo mercado público del barrio de Getsemaní, incluyendo las históricas calles que lo rodeaban en el cual hoy se encuentra el Centro de Convenciones de Cartagena y el parqueadero que se ubica sobre el parque lineal que bordea la bahía de las animas, entre otros tantos, han sido botines de piratas de cuello blanco.
Todavía queda mucho más que robarle a Cartagena, pero eso no es lo preocupante, lo grave es que no hay héroes, ni mucho menos autoridades que se despojen de la mediocre indiferencia, que se rodea del cómplice silencio de los pocos medios de comunicación que no hacen públicas las denuncian contra las mágicas hazañas delictivas.