Cartagena ha estado dando tumbos con sus alcaldes hace 20 años. Empujada por el viento de popa de la corruptela que sopla desde las entrañas de su clase política, han mantenido navegando cuando no al garete si contra la corriente el viejo buque de mar que los colombianos añoramos y terminamos convirtiendo a la ciudad amurallada como la ciudad de todos. A las desigualdades sociales que Cartagena presenta en sus recónditos parajes y que los turistas nunca ven, se une un ímpetu por el trabajo de sus gentes que hace posible frenar el estallido de las barriadas porque entre el turismo, la industria y el comercio han catapultado a la ciudad como la que más empleos ofrece en el contexto nacional. Pero pese a ese equilibrio tan precario, el alcalde Dau, escaso de manejos y maneras de burgomaestre, pero exuberante al crecer sus fastidios personales como andamios gubernamentales, ha mantenido la ciudad sin esa angustia en que la tuvieron durante los últimos 10 años cuando les tocó soportar 12 alcaldes diferentes.
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Un personaje así tenía que enfrentarse con el Concejo Municipal, y sus integrantes, ciegos a la importancia que hoy tiene Cartagena ante el país, han usado armas politiqueras baratas
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Por supuesto, un personaje así tenía que enfrentarse con el Concejo Municipal y como sus integrantes, ciegos a la importancia que hoy tiene Cartagena ante el país, han usado armas politiqueras baratas, eligieron un contralor encargado, de bolsillo, y lo pusieron al más nimio nivel pueblerino a actuar contra el alcalde. Ensoberbecidos con lo ocurrido en Medellín lograron llevarlo a que en su calidad de contralor le pidiera al presidente Duque que suspendiera al alcalde Dau para que no estorbara la investigación que la Contraloría realiza sobre el inconmensurable delito que dizque es no conocer los usuarios finales de unos test del covid. En ningún momento se habla en la acusación ni de la calidad ni de la cantidad del contrato sino de a quienes pudieron haber llegado esos test para ser usados, lo que convierte la denuncia en un acto muy subjetivo. Y la exigencia al presidente Duque de que lo suspenda para que no estorbe en la profundización suena más a ridiculez odiosa que a sensatez responsable porque todos los documentos reposan en las ías y allá no tiene manejo el alcalde.
El asunto no puede ser más baladí, pero como los concejales quieren que Cartagena vuelva al estado cataléptico en que la burda politiquería del corralito de piedra la tuvo cambiando de alcaldes hasta que eligieron a Dau, el proceso sigue su marcha y aunque la ley sea injusta al presidente de la república le va a tocar acolitar los incalificables apetitos de los concejales y su contralor, un tal Castillo Fortich y suspender al alcalde. Es la Cartagena baladí.