Sintiendo tu dolor como propio, oí como tus desgarradores gritos me evidenciaban una fractura abierta, dejando entrever de tu pierna izquierda ese hueso que implica meses de recuperación y agotadora terapia. Sí, era tu tibia y quizás el peroné, que por tu caída y el peso de tu moto, con pocos días de uso, te acaban de enfrentar a una traumática experiencia.
Al ver por el retrovisor cómo tu cuerpo y moto se deslizaban por el asfalto húmedo y de tantos días de lluvia, tuve sentimientos encontrados entre seguir mi camino basando mi decisión por las dos cerradas y el constante acoso de tu parte por adelantarme o dejar de lado todo eso y brindarte mi experiencia en primeros auxilios.
Es claro que este relato demuestra que opté por lo segundo… Y en esos 43 minutos de cuidado y buscando calmar tu angustia y dolor llegué a saber tanto de ti que me sentí identificado con tu vida, tus sueños y proyectos, los cuales se que después de esto los podrás realizar.
Pero es sensato mencionarte ciertas cosas en las cuales durante tu incapacidad espero tengas el tiempo de reflexionar.
Es claro que tu moto por ser nueva, tener similar cilindraje y de una marca distinta, puede desarrollar mayor velocidad que la mía, pero te recuerdo que la competencia por ser los primeros solo debe darse entre sus fabricantes, no entre nosotros que las compramos y las necesitamos.
Nunca desconozcas la experiencia de otros moteros, ni presumas que la tuya es mayor a la de los demás, me mencionaste que llevabas más de 20 años manejando en carretera servicio público, pero esta era tu primera moto.
La ansiedad por demostrar que eras mejor que los demás o por llegar siempre de primeras, te hizo creer que podías adelantar por la derecha esos 3 vehículos, pasar esos 2 tractocamiones antes de las curvas o inclinarte demasiado en ellas para poder alcanzarme y yo sin proponérmelo terminé siempre adelante tuyo, como si fuera un reto para ti.
En la distancia noté que te golpeaste fuertemente en la cabeza, así que no entiendo por qué quitarte el casco fue tu primera reacción. Tu pierna sanará, pero una lesión craneoencefálica puede dejarte como un ser inanimado y en consecuencia convertirse en una carga para los seres que amas.
Esos seres como Alejandra, tu hija de 3 años, que en todo el tiempo que estuve contigo la mencionabas, aduciendo que estaba muy pequeña para tener que ver su papá así, maltrecho y agobiado por el dolor. Alejandra y Martín, tus hijos que poco te ven entre semana, podrán disfrutarte por quizás unos 6 meses, mientras te recuperas pero no podrás jugar con ellos como debieras o estar pendientes de su seguridad por que tu movilidad estará muy reducida y si tu autoestima decae como me ocurrió a mí, estarás postrado en una cama quejándote de tu suerte y maldiciendo el haber comprado esa moto.
Al final te darás cuenta que no es cuestión de suerte o de la moto y tomando una actitud de negación constante tendrás que aceptar que estás postrado y disminuido como hombre, pidiendo a tu esposa y familia que te ayuden a levantar o cuidarte mientras te bañas, que fuiste tú quien te puso en esa situación.
Y como una ironía de la vida, hoy escribo este relato a un desconocido, porque durante todo el tiempo que compartimos, nunca nos mencionamos nuestros nombres y si algún día llegas a leer esto y te sientes identificado con esta historia. Mi nombre es Javier y fue un gusto haberte ayudado.
