Sé que ya no está contigo, que partió para su tierra. Pero sé también que ni hoy ni nunca vas a estar solo, porque sé que conoces la sabiduría que la soledad regala, que no le temes a las exigencias de su angustia y que sabes buscar la paz en la alegría de su silencio. Puedes refugiarte en ella disfrutando con la confianza de que volverás a verla. Recuerda que tu destino siempre estará marcado por desafíos muy grandes cargados con recompensas deliciosas. No te vayas a enredar ni con la tristeza ni mucho menos con la depresión. Disfrútalas en el silencio de tu intimidad. No te lastimes por ningún motivo. Lo mejor es lo bello que te regaló: su afecto, su cariño, su ternura: lo que compartieron. Guárdalo: son la semilla de tu grandeza, el árbol que dará vida y estructura sincera a tu lealtad.
Cuando uno, generoso, comparte las emociones que con las experiencias nos va revelando el corazón, hay que aprender a templarlo y endurecerlo para que con el devenir de aquellas cosas grandes que muy bien has aprendido a atraer, cada vez las vivas mejor, realizándote, inmenso con toda la gente que te rodean con cariño, y gigante con todos los que quieres y sabes que te quieren.
Los problemas no son más que lecciones de vida. De la cuna a la tumba, sólo se aprende y se conserva lo que vale la pena. La vida no te quita nada, te va liberando de todo en la cúspide de tus más exigentes sobresaltos. El afecto sigue y seguirá siempre en tu corazón: tan sólo estás sumergido viviendo una de sus complejas mudanzas.
Espero estas palabras te acerquen a lo que siento y quiero compartir contigo en este momento.