Con mi saludo y admiración en una fecha tan especial para la historia, el día del aniversario de la proclamación de la Constitución Política de Colombia, y en medio de una coyuntura tan exigente para esta generación, comparto una mirada que he observado en escenarios políticos muy amplios y positivos, crecientes, sencillos y animosos, relacionados con la juntanza hacia el cambio.
Muchas personas desde sus posturas y diferencias políticas están dispuestas a “montarse en el tren del cambio”. Dicen, y son expresiones de decisión ciudadana en manifestaciones lejanas de posturas ideológicas o de discusiones partidistas, que no son suyas ni de su interés y poco los representan, pues son distantes a sus percepciones, gustos y necesidades, que quieren participar en la política y apoyar la propuesta del cambio.
Digo haber sentido esas manifestaciones en diferentes sectores políticos, económicos, sociales y culturales, según sus saberes, compromisos y costumbres, y también con sus formas particulares de organización territorial, y en esas observaciones manifiestan estar desalentados unos, agotados y desconfiados otros, por las discusiones pueriles y “peleas torpes” que se están dando en los procesos locales.
Hablo de las mayorías ciudadanas que votan y quieren participar del cambio (como los casi 12 millones de personas que decidieron en forma suprapartidista apoyar a Petro y a Francia aquel cercano 19 de junio).
Creo que por las discusiones cerradas y ambiguas en las que ha caído el Pacto Histórico en la mayoría de los territorios, todo se ha enredado entre las vanas y engreídas posiciones de algunos dirigentes que conforman esta Coalición, llevándose por entre los arrabales de dichas broncas a la Colombia Humana, a mi parecer la marca política de mayor reconocimiento social y de menor organización partidista, causando al tiempo un problema de dispersión, alejamiento y desconfianza en ese grupo de personas que sin ser de partido alguno, están buscando opciones de cambio para salir del enredo de guerras, violencias, corrupciones y desesperanzas.
Esas “discusiones de capilla” cierran las puertas a la autogestión electoral, rica expresión ciudadana que reconocimos en toda su grandeza en la campaña del 2012 (Progresismo), del 2018 (Colombia Humana) y en este pasado 2022 (Pacto Histórico y Frente Amplio).
No quiero cansar con temas que parecieran diatribas, solo aprovecho la oportunidad de la llegada de "Don Julio", tiempo para las definiciones locales y para lograr avanzar en la tarea de ser gobierno como pasó en el terremoto del 29 de octubre (elección de casi 11 mil concejales, 1123 alcaldes, 420 diputados, 32 gobernadores y miles de ediles), animado en el intento de que al desandar caminos, motivar en las nuevas y viejas dirigencias la madurez que las ciudadanas de a pie reclaman, y que la gente sin discutidera ideológica y menos partidista espera, reconociendo los avances alcanzados en estos últimos 10 años, cuando el Movimiento Significativo de Ciudadanos Progresistas recuperó el estilo perdido en 1991-94 y volvió a romper los esquemas, que en el ámbito de las discusiones partidistas y vanas nos han tenido asidos a las derrotas.
Con afecto,
Fabio Hipólito Mariño. Candidato de la AD M-19 a la Constituyente de 1991, gestor político del Progresismo, de la Colombia Humana, del Pacto Histórico y del Frente Amplio.