Colombianos, me place informarles que aunque algunos seamos escépticos y arrítmicos, estamos todos oficialmente invitados a la fiesta de la paz. Una convocatoria que nos invita a sacar a nuestro enemigo y a sus ideas a bailar y a embriagarnos con el perdón y la verdad y, si nos va bien y nos favorece la noche y el ambiente, podremos incluso trabar una relación más cordial y civilizada de aceptación entre diferentes sectores que haga de Colombia un país más tolerante e incluyente, o por lo menos uno con menos muertos.
Pero amigos, para lograr eso de la fiesta y la pos fiesta sin mayor guayabo y conmoción, el mejor lubricante social no es cómo puede llegar a ser en las fiestas de adolescentes unos guaros y a los tablazos para prenderse rápido acelerando todo a las patadas, porque no queremos una resaca colectiva que nos borre el casete y nos devuelva al mismo estado de guerra constante y segregación. Por el contrario, queremos disfrutar la fiesta, saber todos los detalles, estar al corriente de quién y cómo paga la cuenta y cuadrar bien todos los por menores para lo que viene. Por lo que es necesaria una refrendación de los acuerdos de paz adecuada y pensada con el cerebro de una sociedad adulta, incluyente y pacífica.
Y en razón a que ni esta fiesta ni Roma se pueden construir en un día. Saquémonos de la cabeza que todo se refrenda y se implementa totalmente en un par de meses de políticas del gobierno y ya. La refrendación de los acuerdos no se concreta, improvisadamente, lanzándole todo al Senado, a algunos invitados distinguidos o a un segmento de la sociedad civil votante en dos días como se pretende. El proceso de implementación y ejecución de los acuerdos puede tardar años y contener una gran complejidad estructural, sino miremos países como Guatemala o El Salvador, donde llevan más de dos décadas en eso y hasta el sol de hoy no es totalmente claro.
Bueno, pero no por eso seamos tan pesimistas, aprendamos de la experiencia de otras naciones. Aprendamos que necesitamos mecanismos de refrendación innovadores que convoquen a la mayor parte de sectores de la sociedad, sin dilatar el proceso y haciendo de este un acto que realmente trascienda, al estilo de una gran carta de invitación, una que no excluya a nadie
Esto se traduce en que, en la incorporación de los acuerdos que se hagan para incluir en la fiesta a este grupo de personas no tan amigas de toda la institucionalidad, no se genere previo a la fiesta esa hostilidad en el ambiente de poner a un segmento de la sociedad a elegir si desea o no que otro segmento que se ha portado mal sea su amigo y entre a la fiesta. Esto es cerrar todas las puertas antes de explorar las soluciones y es descortés. Sugiero, entonces, que mejor dejemos sonar los timbales y permitamos que se abran las puertas, recordemos que en Chipre no se abrieron a esa posibilidad y se frustró el proceso de paz cuando este para su refrendación se libró al “voto popular” de una parte del conflicto.
Bueno. Lo cierto es que hay muchos errores en los que no debemos caer y muchas soluciones imaginables para ser incluyentes y no frustrar el proceso de paz, una de ellas es hacer una refrendación por medios atípicos, es decir: soluciones del constituyente primario no contempladas en la Constitución. Lo anterior, en razón a que estamos ante un conflicto que llama a muchas partes que componen al pueblo, y en razón a que no son circunstancias ordinarias las que nos citan a esta reforma constitucional. Para este fin son recomendables expresiones sociales tales como: marchas, séptima papeleta, o cualquier otro dispositivo simbólico que congregue a todos los sectores a incorporar los acuerdos, esto lo han sugerido incluso férreos opositores del proceso como Álvaro Uribe.
En otras palabras, consciente de que requerimos de algo que nos obligue como sociedad adulta a comprender que la esencia de la constitución somos todos y no un segmento, creo que se necesita transferir la discusión del espectro tradicional-político-institucional que representa a unos pocos, al performance civil en las calles donde seamos los ciudadanos protagonistas de un acto simbólico que represente la voluntad de todos los sectores de comenzar el baile de la paz, como alguna vez sucedió con el movimiento estudiantil de 1990, para esto desde los medios de comunicación y desde las diferentes instituciones como las universidades y empresas, se puede hacer un gran llamado a un acto de carácter cívico para la refrendación de los acuerdos.
Lo anterior resulta más fácil que poner todo en manos del legislativo, crear el sistema de mayorías que requiere la asamblea nacional constituyente, o hacer un referendo de iniciativa presidencial que ponga las cosas para el pueblo como: ¿están a favor o no del proceso impulsado por el Gobierno de turno?
En fin, mecanismos es lo que hay, y de pronto no sean estos sino otros que ya se han propuesto como las comisiones especiales, pero aquí la invitación es a ser creativos e incluyentes, lo mas posible; acá la invitación es a buscar como mezclar algunas fórmulas para refrendar legal y constitucionalmente los acuerdos; la invitación es a poner música para llenarnos de razones para vivir en una sociedad más justa y en paz; es una apuesta por extender una tarjeta de invitación a diferentes miembros de la sociedad para que ayuden a pasar la página y a brindar colectivamente por un mejor mañana sin mayor guayabo.