Apreciado presidente:
El Estado realmente fuerte es el Estado en que el ciudadano no tiene miedo ni de pensar por sí mismo, ni de expresarlo, ni de organizarse para buscar las transformaciones que considere necesarias o ventajosas y para luchar contrala injusticia, sea ella oficial o privada
El problema de la democracia consiste precisamente en construir y asegurar la vigencia de un marco legal dentro del cual pueda llevarse a cabo las luchas, sin que degeneren en confrontaciones violentas y puedan existir sistemas de presión legales que no sean la agresión a quienes tienen intereses distintos u opuestos.(Ver mi artículo Estado y Sociedad) en http://goo.gl/OfNIv0
El diálogo es la exigencia más importante de nuestra época, pero detrás del diálogo se necesita que haya alguna fuerza. La fuerza no es necesariamente violencia. Un sindicato tiene la posibilidad de parar y por eso es una fuerza. Es muy probable que con trece ilustres pensadores inermes el gobierno no se siente a discutir, como sí lo haría con el M-19 que tiene algún poder. (Conferencia La democracia y la paz, que dicté a guerrilleros del M-19 concentrados en Santo Domingo, Cauca, en el mes de mayo de 1989, igual tiene vigencia para los grupos guerrilleros que hoy existen) http://goo.gl/OfNIv0
El diálogo respaldado por las masas tiene fuerza y resulta más decisivo que un poder armado, porque no le pueden oponer las armas.
El diálogo actualmente, en todos los niveles, es una condición de supervivencia. El diálogo tiene que ser en alguna medida racional, es decir, prestarse a la argumentación. Tenemos que estar dispuestos a sustentar por medio de argumentos las propias posiciones y estar dispuestos a oír los argumentos del otro. Si uno no está dispuesto a eso puede hacer pactos de no agresión (como el que usted acordó recientemente en Tunja con los campesinos boyacenses) por comodidad, pero no establece un diálogo. http://goo.gl/Mtym1L
La erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es una meta alcanzable ni deseable, ni en la vida personal ni colectiva. Es preciso, por el contrario, construir un espacio social y legal en el cual los conflictos pueden manifestarse y desarrollarse sin que la oposición al otro conduzca a la supresión del otro, matándolo, reduciéndolo a la impotencia o silenciándolo. (Ver mí artículo “Sobre la Guerra”) en http://goo.gl/cqGrMC
Aprender a amar la pluralidad es algo realmente difícil, estamos acostumbrados a creer en nuestra idea como la única verdadera, no cuestionable ni enriquecible; a declarar herejes, revisionistas o cualquier otra, al que difiera de nuestra idea; a pensar en términos de buenos y malos, a organizar partidos fanáticos que producen naturalmente, como el hígado produce bilis, sus ortodoxos y su herejes.
Hay que aprender que la pluralidad es un enriquecimiento y que el diálogo racional es la manera efectiva y real de tratar a los hombres como iguales. En el diálogo racional es donde nosotros aprendemos la noción de igualdad. La igualdad no quiere decir semejanza o uniformidad. No se trata de negar la existencia de la diferencia de ideales, de deseos, de pensamientos, de gustos, de costumbres. Por el contrario es magnifico que existan las diferencias, pero que no se conviertan en protesto de una dominación. Solo así tiene sentido la igualdad: que la diferencia no dé pie a que unos dominen a los otros.
En el país más violeto de Latinoamérica no hay una bandera más popular que la paz. Nadie se atreve a presentarse en las confrontaciones electorales a nombre de otra cosa: democracia y paz son las consignas de todo el espectro político.
Nuestro país ha llegado a una situación en la que resulta inevitable que el Gobierno y los partidos políticos se decidan por fin a emprender las reformas económicas y sociales que durante tantos años han prometido y evitado. Y, por su parte, los grupos guerrilleros tienen que liquidar sus viejas ilusiones doctrinarias y controlar sus propios extremismos. En realidad los extremistas de derecha y de izquierda tienen entre sí las más siniestras relaciones, se alimentan recíprocamente, se dan recíprocamente razones y justificaciones, constituyen una alianza inconsciente pero poderosa contra el avance de la democracia.
Solo un camino le queda a la paz: reformas y justicia social. Solo hay una manera de fortalecer el Estado que consiste en ampliar la democracia y fortalecer al pueblo mismo, incrementando su capacidad de intervención, sus derechos, sus posibilidades de intervención, de control, de participación. Un pueblo fuerte, organizado, capaz de reivindicar sus derechos, de reclamar sus necesidades, es el único que puede remediar la trágica debilidad del Estado. (Esto lo escribí en mayo de 1989 y se publicó en la Revista Camacol) http://goo.gl/OfNIv0
Si alguien me objetara que el reconocimiento de los conflictos y las diferencias, de su inevitabilidad y su conveniencia, arriesgaría paralizar en nosotros la decisión y el entusiasmo en la lucha por una sociedad más justa, organizada y racional, yo le replicaría que para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligente en ellos. Que solo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz.
Desde la eternidad,
Estanislao Zuleta