El domingo pasado, Colombia se enteró a través de diferentes medios de una tragedia que arrancó lágrimas en cada punto de la geografía nacional. En una carcajada del destino, una frotada de manos de la corrupción y una bofetada al sentido común 32 niños perdieron su vida, en una forma desgarradora, bajo el poder de las llamas y la mirada, impotente, de decenas de habitantes de Fundación, Magdalena. Este, probablemente, sea el hecho más doloroso del año, la década o la historia de un país con Alzheimer.
Llanto, desesperación, indignación, oraciones, groserías y dolor eran los factores comunes del 99 % de la población del país. Digo el 99% de la población, porque al menos un habitante de nuestro suelo (aunque no me daría sorpresa saber que existen más) tomó esta injusticia del arquitecto de la vida, de manera cobarde, como punto central de sus desafortunados "chistes". Lo sé, en un país "normal" es difícil de entender.
Jorge Alejandro Pérez Monroy, es el nombre al que responde un estudiante de Derecho de la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Ibague, quién en medio de mi asombro decidió crear en Twitter una tendencia llamada #MePrendoComoNiñoEnBus. El estudiante lanzó un par de trinos que llegaron a millones de retinas, a través de la red social, con una dosis extrema de falta de solidaridad, respeto, madurez, sensibilidad y humanidad. Durante horas, se dedicó a hacer de la tragedia un tributo a la falta de seriedad de un país entero. Mientras la popularidad de Alejandro Pérez subía como la espuma, la indignación por parte de los colombianos a sus actos llegaba a niveles superiores. Las palabras usadas por el estudiante no van a ocupar un lugar en mi texto. Sería darle una gota más de importancia a un personaje que logró su cometido: Figurar en el plano nacional a como diera lugar.
Muchos compatriotas, parecían estar más indignados por las letras de Alejandro que por la inoperante labor del Estado para prevenir una tragedia de estas dimensiones. Lo cual, realmente, no me sorprende. Somos un país donde pesa más el chisme que la objetividad. Conforme pasaban las horas, miles de tuiteros expresaban su odio y repudio contra el joven con más cabello que sentido común en la cabeza.
El día lunes y martes fue, fuertemente, atacado. Paradójicamente, su sueño de figurar se cumplió, pero no de la forma que él esperaba, creo, pues muy pocos se reían y muchos otros lo querían quemar, casualmente. A tal punto llegó la "popularidad" del estudiante que, la noche del martes, el alma máter en la capital del Tolima se convirtió en una auténtica caldera. Decenas de estudiantes de la UCC querían que el destino de Pérez fuera el mismo de Roa (El asesino de Gaitan en 1948). Exigían su cabeza y le gritaban de todo. Pobre "comediante"; no me quiero imaginar los minutos de angustia por los que pasó. Seguramente, la mitad de la misma, angustia, que pasaron los niños de los cuales horas atrás se reía. A tal punto llegó la excitación en el claustro que el ESMAD tuvo que hacer presencia e intervenir para proteger la integridad del joven. Finalmente, esa misma noche y en la mañana del miércoles Pérez pidió excusas al país y ahí, al parecer, terminó todo.
Varias cosas quedan por analizar tras el suceso. Primero, podemos ver la falta de criterio de algunos estudiantes universitarios del país. Me aterra dejar en manos de personas, como él, el futuro de mi país. En un segundo plano, y generando más pánico en mí, no puedo concebir la idea, colectiva, digna de la revolución francesa de cobrar "justicia" por nuestras propias manos. Muy pocos pedían una excusa por parte de Pérez. La mayoría pedía su vida, haciéndole un monumento a la frase popular "muerto el perro, acabada la rabia". Por último, me preocupa el rumbo de mi país en cuanto a temas de opinión. A esta hora, ustedes estaba leyendo esto y no precisamente por ser, él, una persona que debería generar una repercusión de este tamaño. Pero claro, en Colombia el chisme, durante años, ha resultado más llamativo que los temas de importancia, real, para sus habitantes.
Probablemente, con esto no aprendamos nada pues como digo siempre: "En Colombia, el niño llora y la mamá le pega". A los pocos que estén de acuerdo conmigo, los invito a que, como podamos, hagamos lo posible por DESPERTAR al mejor país del mundo, lamentablemente, habitado por los peores ciudadanos del planeta.
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