Definitivamente este país está repleto de divinidades: Santos, apóstoles, sacerdotes y un sinfín de personajes perfectos para recrear la biblia con todas sus parábolas. Es como si viviéramos en tierra santa y algunos estuvieran padeciendo la coronación de espinas, pues ha llegado la hora de su crucifixión, como le está pasando al apóstol Santiago. Sólo que en ésta historia aparentemente no hay mesías o salvador alguno.
Santiago no tuvo tiempo de seguir predicando su religión ganadera y luchadora junto con su hermano, el también apóstol San Álvaro Evangelista (Uribe), contra cualquier fuerza subversiva que no permitiera la tranquilidad de las actividades en su querido Yarumal. El calvario para estos dos personajes es un hecho, pues los momentos de acto penitencial y de confesión han comenzado.
La orden de captura de Santiago Uribe ha despertado el fervor en unos cuantos seguidores suyos, especialmente del Centro Democrático, quienes declarados en rebeldía como fieles, piden que se haga justicia, pero al parecer será solo la justicia divina quien resuelva todo esto.
Pero algo muy curioso hay que resaltar y es que Los 12 Apóstoles sí existieron hace más de una década, y fueron un grupo ilegal que operó en el norte de Antioquia, precisamente donde los Uribe Vélez tienen varias propiedades y donde grandes hacendados, de los cuales esta familia hacía parte, estaban sufriendo intervenciones extorsionistas de grupos al margen de la ley. Cansados de la situación, implementan un sistema de seguridad privada la cual abrió paso al Paramilitarismo en Colombia; esa época agria de oscuridad y de masacres injustas por doquier.
Parece como si todas las piezas encajaran y las respuestas a todo esto fueran más que obvias, para afirmar que es Santiago uno de los 12 apóstoles armados e ilegales de la década de los noventa y que ese conductor de nombre Camilo Barrientos Durán, al parecer inocente y asesinado en la finca ‘La Carolina’--perteneciente a los Uribe Vélez-- es la prueba reina para resolver toda esta situación. Pero no está dentro de mis límites, no es mi trabajo asegurarlo o no; no vamos a repetir la historia de la semana pasada y perder mi trabajo de directora. Ya vendrán los diferentes procesos indicados y legales para juzgar y dar a cada quien lo que merece, pero lo que sí puedo recomendar es que ojalá todo fuera correcto y que en este infierno de divinidades, cada quien fuese juzgado por lo que realmente hizo, sin importar su posición ganadera y/o política.
No solo Santiago Uribe debe sufrir una lapidación de justicia, sino también el Mayor de la Policía Juan Carlos Meneses Quintero, o los 10 apóstoles restantes. Seguramente el exgobernador de Antioquia en este caso fue la carnada para pescar a varios implicados en manchas de sangre que tiene Colombia, y que hasta el día de hoy no han tenido curación, y se siguen reinvestigando y recordando cada año como las llagas mismas de nuestro señor Jesucristo. Que sea la fe la que mueva no montañas, sino sentencias y se paguen crímenes de lesa humanidad que no tienen perdón alguno.
No somos quién para juzgar a presuntos, pero la historia narrada por infinidad de 'testigos' deja mucho que pensar. Y es que como popularmente se dice “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla” y seguramente la historia de paramilitarismo en Colombia, donde las masacres abundaban y las bendiciones eran solo para unos cuantos, es lo último que quiere volverse a vivir.
Lo cierto es que con este ámbito divinal que andamos viviendo por estos días, necesitamos que la verdad salga a la luz y todos nosotros, que somos parte este pueblo sediento de justicia tal como Jerusalén, sepamos con claridad quién ha pecado y quién no. Aunque., político que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Palabra del señor.