Carta abierta a todos los electores indecisos

Carta abierta a todos los electores indecisos

"Es tiempo de dejar los diálogos sordos, marcados por los insultos y las etiquetas, para avanzar en la consolidación de un proyecto común"

Por: David Fernando Cruz
mayo 31, 2018
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Carta abierta a todos los electores indecisos

Hace tiempo, en una columna de Santiago Gamboa, encontré una verdad incómoda que es ciertamente impactante para todos los que intentan escribir en este tipo de formato: las columnas de opinión. En la mayoría de los casos, antes que convencer o persuadir estas sirven para confirmar una opinión y para estructurar un pensamiento de tal forma que el lector organice sus intuiciones sobre un tema, sentando las bases para exponerlo en su círculo social o en cualquier foro de opinión en donde intervenga.

Al principio, esta verdad resulta un poco decepcionante, pues en muchos casos el interés de un columnista es dialogar precisamente con quienes están del otro lado, pero la realidad es que las columnas que expresan opiniones contrapuestas en muy pocas ocasiones llegan a los espacios de comunicación de sus adversarios. Esto significa que los ríos de tinta que muchos, con ahínco, escribimos, siempre terminan flotando en las redes de quienes más se nos parecen. Curiosamente, en este caso, esto antes que un defecto es una virtud.

Entre los diez millones de votantes de las candidaturas de Sergio Fajardo, Gustavo Petro y Humberto De la Calle, existen similitudes importantes que desde mi punto de vista resultan más dicientes que sus diferencias. La primera similitud, que es tal vez la más importante, es que el voto por cada uno de estos tres envuelve una apuesta moral por construir un nuevo país, y delinear las prácticas de una nueva política, que se aleja diametralmente del clientelismo, la corrupción y la violencia. Esta apuesta moral, que no es nueva en nuestra historia, ahora se encuentra en furor democrático, gracias, tanto a los candidatos, como a la juventud que se ha apropiado de dos espacios fundamentales para la consolidación de una democracia vigorosa: la calle y la cabina de votación.

La segunda semejanza es que los votantes de esta franja, a pesar de sus muchas diferencias, son un voto de opinión. Esto, que no es nada menor, significa que los votantes no están totalmente influidos por prebendas personales, emociones infundadas y especialmente, incentivos económicos. Por el contrario, en el voto de opinión prevalece un examen juicioso sobre las cualidades de sus candidatos y su aspiración política personal, para realizar una transferencia de poder, a través del voto, entre el ciudadano y el candidato. Este análisis concienzudo es un ejercicio complejo en el que fundimos nuestro imaginario político con las posibilidades prácticas que ofrece el ruedo democrático.

La tercera semejanza es que estamos de acuerdo con el proceso de paz. A pesar de las diferencias en los planes de gobierno de cada una de las campañas, un punto importante en todas es la defensa del acuerdo. Lo que se cristaliza, al menos, en dos puntos: primero, la consideración política de que es necesario el cumplimiento de lo pactado para avanzar en el desarrollo del país, y segundo, la defensa del sistema integral de verdad, justicia, reparación y garantías de repetición, para salvaguardar los derechos del grupo, al que, como sociedad, le debemos más, las víctimas del conflicto armado.

Ahora bien, el profesor Lederach, muy conocido por sus investigaciones sobre la paz, consideraba que para la consolidación de este bien tan preciado es necesario algo que siempre resulta difícil: el diálogo de improbables, es decir la construcción de un mundo posible a través del intercambio de palabras y opiniones entre los opositores. Yo, hoy, les propongo algo mucho más fácil a todos lo que lean esto, les propongo que construyamos el mundo posible entre probables, porque a pesar de las diferencias, estos tres puntos, en mi humilde opinión, muestran nuestras profundas similitudes.

Es tiempo de dejar los diálogos sordos, marcados por los insultos y las etiquetas, para avanzar en la consolidación de un proyecto común con las posibilidades prácticas que nos ofrece ahora nuestro sistema democrático. Fijemos nuestras similitudes como centro de la acción política, y busquemos, con el diálogo, salidas para enfrentar nuestras diferencias. Aún somos la esperanza, un esperanza multicolor y heterogénea, una esperanza más grande que puede apalancar un cambio favorable para Colombia a través del voto en esta segunda vuelta.

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