Señor Timoleón Jiménez,
Hace algunos días una amiga me preguntó: ¿Será que si estamos preparados para recibir a los ex-guerrilleros y verlos en la política? Mi repuesta fue contundente; no. Pertenezco a una generación que ha crecido a la sombra del conflicto y que ha conocido muy pocos momentos de tranquilidad en un país atormentado por continuos y variados ciclos de violencia. Cuando era niño veía en la televisión las tomas guerrilleras y sentía un miedo atroz; crecí creyendo que los guerrilleros no eran personas y el temor infantil dio paso a un desprecio casi inhumano en mi juventud. Ahora, con algunos años de más me cuestiono sobre ello y constantemente me pregunto ¿Por qué ese nivel de deshumanización? Me he encontrado con jóvenes de mi edad que hablan de los guerrilleros como si no fueran seres humanos pues infortunadamente crecimos en un periodo del país donde el conflicto se convirtió en una confrontación armada sin precedentes desde la época de la violencia. Considero que los medios también tienen una gran responsabilidad en la visión que mi generación tiene del conflicto. Con los años logré desmontar esa imagen. No sentir temor o desprecio y comprender que más allá de la confrontación había seres sensibles; humanos. Fue al humanizar que me reconcilié con mis temores de antaño y abracé entusiasta la oportunidad histórica que representa dejar de lado una lucha armada. El anhelo de paz que sentimos tantos colombianos. Sí, porque la paz es un sentimiento.
Se preguntará entonces por qué le dije "no" a mi amiga. Simplemente porque es la respuesta más difícil de asimilar. Al decirle que no, le daba a entender que la reconciliación es un proceso que nos convoca a todos, no la responsabilidad exclusiva de un gobierno. Al responderle no, implícitamente le daba a entender que si todos como colombianos no asumimos la paz como un sentimiento de transformación nunca lograremos un cambio trascendental así el acuerdo final sea el mejor del mundo. Al responderle no, le daba a entender que nuestra generación ya estaba muy permeada por ideas deshumanizadoras y que inicialmente nos debemos recomponer. El "no" es la mayor motivación para luchar porque sea posible; construir desde nuestros corazones un porvenir más tranquilo para las próximas generaciones, nuestros hijos. Fue por ellos que el proceso de paz me generó tanto entusiasmo pues no quiero que padezcan la inhumanidad y la violencia en la cual crecí. Le dije a mi amiga que no porque cuando sus hijos le hagan la misma pregunta ella responderá sí.
Esto no quiere decir que le estoy haciendo proselitismo al eventual movimiento político que surja de las Farc. La tranquilidad en el presente y el porvenir para las próximas generaciones no pueden estar mediada por intereses partidistas o ideológicos, es algo que transciende lo material para llegar a lo fundamental; humanizar. Ya tendrá la oportunidad de medirse en el plano electoral y dar a conocer sus propuestas. Yo simplemente soy un joven que siente una enorme felicidad al pensar que el país que tanto quiere, el país que abriga las hermosas y poéticas montañas del suroeste antioqueño, puede dejar atrás una fratricida estela de violencia. Un joven que quiere trabajar con todo su espíritu para buscar un porvenir tranquilo y justo para sus hijos. Por eso aplaudo sus intenciones de paz y espero que se sostenga en ellas en medio del enorme reto que representa un proceso de reconciliación generacional. Nunca hay que olvidar que es la paz el más noble anhelo de nuestro hermoso país.