Simplemente no te soporto, no logro entenderte, no veo sinceridad ni espontaneidad en ti. He hecho un sinfín de cosas para acercarme, para sentirte, para leerte, pero hay algo, un "no sé qué" que me distrae, que me hunde en un profundo cansancio. Acercarme a ti es como intentar unir dos polos, inútil y frustrante, por más que queramos estar cerca nos alejamos mutuamente, ni tú me quieres cerca ni yo.
No importa cuánto cambies, cuantos estilos y colores pruebes ni quien te represente, no logras cautivarme, no logras traer a mí ninguna emoción que no sea el cansancio. Sólo logras hechizarme cuando no te esfuerzas, cuando eres cautelosa y sutil, cuando apareces con espontaneidad, en el momento indicado, así, sin pretensión alguna, me gustas.
Muchos te buscan, quieren algo de ti, y tú te prestas para cualquier cochinada, para cualquier bagatela, perdiendo toda dignidad y estilo para satisfacer la falta de estética y honestidad emocional de personajes fríos, manipuladores, redundantes, melosos y mentirosos.
Detesto cuando estas perfecta, cuando todos tus colores riman, cuando eres más de lo mismo ¡No lo soporto! Ese intento de perfección, de mantener el compás y la armonía es lo que te mata, lo que te quita la luz, tu belleza natural se esfuma, se transforma en algo patético, ridículo, postizo, retórico.
He estado por besarte, pero en ocasiones tu aliento me repugna, me aleja, es una mezcla de aromas desconocidos, desagradables y sin sentido, quedo perdida, no sé qué hacer, y siempre, cuando estoy a punto de entenderte, de quererte, te analizo y me decepciono; logras molestarme, producirme risa.
No tolero que quieras ser romántica, que quieras dar consejos de amor y de vida; cómo te atreves a hablar de sentimientos humanos si no los conoces, si ni siquiera logras conmoverme en lo más mínimo; no sabes nada de nada, vives en tu mundo de fantasía donde todo son rosas rojas y violetas azules, o eso es lo que me muestras a mí. Tú que deberías ser tan variable como la luna, te congelaste en una misma fase, y en la que más detesto, en la cursilería. Pero no te culpo de nada, a estas alturas de la noche, no logró enfocar con claridad un responsable; pero escribiendo esta carta entiendo que aquí tú no eres más que una víctima de quienes osan utilizar tu belleza en obras chimbas, o tal vez de mis juicios, que te han visto la mayoría de las veces a través de dichas obras... Tal vez no seas ni tú ni nadie, sino yo.
Sin más que decir, me alejaré de ti o de lo que te han convertido, esperando toparme de nuevo contigo algún día, y verte natural, espontánea, conmovedora, real y caótica. Hasta entonces no me busques piroba, ¡Jajajaja!