Los últimos acontecimientos políticos en el sur de nuestro continente, no dejan dudas sobre cuál es la apuesta del capital para esta parte del planeta. La arremetida feroz contra el gobierno de la revolución Bolivariana en Venezuela; el triunfo de Macri sobre el Kirchnerismo en Argentina; la pérdida del referendo para la reelección del presidente Evo Morales en Bolivia, el reciente golpe parlamentario contra Dilma Rousseff el Partido de los Trabajadores en Brasil, son prueba más que fehaciente de cómo el imperialismo norteamericano viene empujando una maquinaria que busca arrasar con las conquistas sociales del movimiento popular latinoamericano, a favor del modelo depredador del neoliberalismo capitalista.
Los partidos y movimientos de la izquierda, agrupados en el FORO DE SAO PABLO, recientemente reunidos en Bogotá, manifestaron “Nuestra América después de dos décadas de construir alternativas al neoliberalismo, que han significado desarrollo económico, superación de la pobreza, la universalización de los derechos a la salud, educación, al trabajo, la vivienda y abriendo mayores oportunidades de equidad, igualdad, respeto a los derechos humanos y una mayor integración regional y de políticas públicas que han conquistado derechos sociales y económicos para los pueblos, experimentan la ofensiva de la derecha a nivel continental y del imperialismo que pretende revertir los avances logrados. Ante ello manifestamos nuestro apoyo y solidaridad a los gobiernos democráticamente electos y legalmente constituidos de carácter progresista y de izquierda”.
Este panorama nada esperanzador para los objetivos del movimiento sindical, social y popular latinoamericano, debe llamarnos a la reflexión tanto sobre las razones de lo que está ocurriendo como de las perspectivas de nuestra lucha en los años venideros.
Seguramente, son muchas las teorías que hoy se tejen alrededor de lo que viene ocurriendo; una de ellas y que me atrevo también a mencionar, es que al parecer quienes asumieron los gobiernos progresistas y de izquierda, olvidaron el carácter de clase del Estado. Este aparente olvido, consciente o inconsciente, permitió a la clase dirigente burgués, pelechar a la sombra durante estos tres lustros preparando las condiciones para asaltar de nuevo el poder con el apoyo abierto del imperialismo.
Lo contradictorio de este fenómeno político que algunos califican como el retorno de la derecha al poder en América Latina es que, aunque los partidos comunistas y el movimiento sindical y popular, asumieron en muchos casos posturas críticas ante estos gobiernos de centro izquierda, no fueron suficientemente lejos a la hora de proponer una profundización de la revolución. También al parecer se acomodaron en esa especie de Estado bienestar en que se convirtieron los proyectos alternativos al neoliberalismo en América del Sur.
Hoy, cuando al parecer la partida la tiene ganada la derecha, es válido preguntar; ¿cuál es la salida que la izquierda revolucionaria propone a esta crisis? Es la de batallar para que estos gobiernos de centro izquierda se mantengan en el poder con su modelo de “bienestar social” dentro del capitalismo o es el momento de avanzar hacia salidas realmente revolucionarias.
Al parecer, nos hemos resignado a no ir más allá de lo alcanzado en las últimas décadas; incluso en algunos casos, nos vemos como quien acepta que no hay alternativa al retorno del neoliberalismo. Construir las condiciones de una situación revolucionaria desde el punto de vista subjetivo, parece no estar al orden del día, lo que constituye una renuncia tácita a nuestro objetivo revolucionario; y lo que es peor, nos ha invadido la creencia que el regreso al neoliberalismo puro y duro nos permitirá tomar impulso en nuestro objetivo de conquistar el poder para construir el socialismo.
A mi modo de ver, urge activar o crear mecanismos de integración. El destino de nuestros pueblos no debe ser el de aceptar que de nuevo el capitalismo impone su modelo depredador en nuestro suelo. La integración latinoamericana debe ser ahora la de los pueblos, de los movimientos sociales y de los partidos revolucionarios, para forjar como lo dijera Bolívar: una patria grande y soberana.
Es la hora de avanzar hacia una democracia popular verdadera que pueda conducirnos al socialismo.