Querido Juan Sebastián Fuentes, no solo tú estabas perdido, nosotros también lo estamos. El 22 de diciembre te convertiste en noticia nacional porque con tan solo dos años desapareciste. El dolor de una familia que pierde a su hijo llenó las primeras planas. La policía, los bomberos y todos los que te amaban querían encontrarte. Y después de 53 días sacaron tu cuerpo sin vida de las alcantarillas de Soacha.
Pensé en tu madre, Clara Rojas, y recordé el dolor de mi abuela cuando secuestraron, desaparecieron y asesinaron a su hijo menor por estar donde creía que podría mejorar su futuro. Él no estuvo perdido, pero nosotros sí. Perdimos el sueño y la alegría, aunque al igual que tu familia, no abandonamos la esperanza de encontrarlo y cinco años después lo hallamos en una fosa común en Argelia.
Hubiera sido mejor encontrarlo vivo, pero aquí cito a tu madre para explicar lo que sentimos, “ahora puedo enterrarlo tranquila”. Sin embargo, este sentimiento es pasajero, porque tras un tiempo nos daremos cuenta que seguimos perdidos. Como dijo Alfredo Molano, “a la muerte no le sigue un llanto cierto sino un limbo”.
Juan Sebastián, tal vez no sabes, pero para el 23 de marzo debe estar firmado el tratado de paz con las FARC, los mismos que le quitaron la vida a mi tío, y que han sido responsables de gran parte de los casi 96 mil desaparecidos reportados para el 2014, según el Comité Internacional de la Cruz Roja. Por estas cifras es que el proceso de paz aún no ha sido bien recibido por una parte importante del país.
Tu caso no fue por desaparición forzosa, sino por ir detrás de un perrito callejero en un potrero de Soacha donde había una alcantarilla sin tapa. En tu camino, al igual que en el de muchos desaparecidos, te encontraste con algo que no alcanzaste a percibir. No fue cuestión de malos deseos de una persona a la que le debía dinero tu familia, como creyeron por algún tiempo, fue un momento desafortunado.
Como es desafortunado el futuro de muchos de nosotros que no sabemos qué hacer cuando escuchamos que en las carreteras aún secuestran, que hay pueblos sin luz porque una bomba explotó en una torre de energía, que hay acoso sexual aún en las entidades que deberían protegernos… por eso, todos estamos perdidos.
Ni tú, ni mi tío volverán a compartir con el mundo una sonrisa. Nos queda el consuelo de que ambos se fueron tras algo que querían alcanzar mientras que los colombianos seguimos perdidos ante el miedo y la desolación. Nos acostumbramos a la guerra y olvidamos a los desaparecidos.
No te preocupes, Juan Sebastián, quédate tranquilo donde sea que descansen los inocentes, nosotros seguiremos aquí luchando por encontrar la paz. Dile a mi tío que su familia aún lo recuerda.
