Tal vez usted no me conozca pero de ante mano le agradezco el tiempo que determinó para leer este carta. Creería yo que sus preferencias frente a muchas cosas cotidianas son muy diferentes a las mías, y por supuesto, las diferencias no solo resultan el común denominador de la llamada sociedad: son el eje que nos permite acomodarnos a las diferentes opciones de vida.
Compartimos similitudes, somos seres humanos y poseemos la capacidad de razonar. Por mi parte prefiero una tasa de chocolate a una de café y ver películas en cama un sábado a frecuentar bares. Soy hijo único, varón como lo constata mi registro civil y homosexual como preferencia ante mi sexualidad. Y aunque le quede difícil de comprender, esto último no lo elegí yo, no fue algo con lo que me levanté una mañana. No, no fue así. Mi inclinación sexual la aprehendí cuando aún era un niño que dependía de mamá hasta para ir al baño. No sé cómo, ni por qué, pero era lo que me había tocado. No fue sencillo de afrontar y menos cuando se vive con la represión social de un canon establecido donde todo aquello que le resulte diferente es visto de forma negativa.
Así como usted, yo también me pregunte: ¿Por qué a mí?¿Por qué ser homosexual? Y lamentablemente no tengo una respuesta para eso; mi forma de vida (porque así lo creo yo, y me siento muy orgulloso de eso) me generó algunos inconvenientes pero me permitió realizarme como persona y gozar de la felicidad con la que cuento hoy en día. No fue una opción, no fue una elección, de haberlo sido así hubiera excluido el rechazo que como muchos a los que va dirigida esta carta me han proclamado. Las ofensas que otro tanto me lanzan porque mi condición les resulta antinatural y las agresiones que sobra decir que muchos homosexuales (sí, eso somos) recibimos. De ser así hubiera optado por una vida más tranquila, menos atribulada y consiente de que mi inclinación sexual no estaba sujeta a la opinión pública. No me voy a referir peyorativamente a su forma de pensar, pues eso hace parte de nuestras diferencias, simplemente le invito a no juzgar antes de hablar, a pensar antes de criticar y sobre todo a respetar antes de lastimar.
No soy una minoría, no soy un agente extraño, soy un ser humano, y como yo hay muchos. Usted, tal vez sin saberlo, convive con esos seres que le generan repulsión. Estos pueden ser hermanos, padres, amigos y muchas veces parejas que por miedo al rechazo optaron vivir algo con lo cual no se sienten a gusto. Tengo una padre y una madre que afrontaron conmigo esta transición y prestaron todo su apoyo a mi causa. Su rechazo no me hará cambiar, no me convencerá de otro estilo de vida, ni me hará menos persona. Por el contrario, me permitirá demostrarle no solo a usted que tengo las mismas capacidades que cualquiera, las mismas metas de unos tantos y la libertad propia de vivir tranquilo con lo que soy, pues soy homosexual y pese a que no lo elegí, soy feliz.