El tiempo tomar un dictamen definitivo está cerca, y con él vendrá el fallo sobre una de las cuestiones políticas más polémicas de nuestro tiempo: el matrimonio.
Les escribo porque soy uno de los muchos hijos con padres homosexuales quien cree que se debe proteger el matrimonio. Creo que es cierto cuando se manifiesta que: “la voz de estos niños (que tendrían padres del mismo sexo) es importante”. Me gustaría explicar por qué pienso que redefinir el matrimonio podría servir, en realidad, para despojar a estos niños de sus derechos más fundamentales.
Resulta bastante difícil hablar de este tema, porque amo a mi mamá. La mayoría de quienes tenemos padres homosexuales los amamos. También amamos a su(s) compañero(s). Ustedes no escuchan mucho de nosotros porque, para los medios de comunicación, es imposible que nosotros podamos amar a nuestros padres gais y oponernos al matrimonio homosexual. Muchos medios y expertos son de la opinión de que personas como yo simplemente no existimos. Pero aquí estoy, y no soy la única.
Este debate, en su núcleo esencial, trata de una sola cosa. Es sobre los niños.
Los niños son la razón de que este y cualquier gobierno tenga parte en una discusión como esta. Por ejemplo, el congreso de los Estados Unidos, dio en el clavo en 1996 cuando aprobó La Ley en Defensa del Matrimonio que dice así: 'En el fondo, la sociedad civil tiene un interés en mantener y proteger la institución del matrimonio heterosexual porque tiene un profundo y permanente interés en el fomento de la procreación responsable y crianza de los hijos. En pocas palabras, el gobierno tiene un interés en el matrimonio, ya que tiene un especial interés en los niños”
No existe diferencia entre el valor y la dignidad de una persona heterosexual u homosexual. Todos merecen la misma protección y oportunidades en la academia, la vivienda, el empleo y la atención médica, porque todos, lo creamos o no, fuimos hechos a imagen de Dios. Todos iguales.
Sin embargo, cuando se trata de la procreación y la crianza de los hijos, las parejas del mismo sexo, y las parejas de sexo opuesto son totalmente desiguales y deben ser tratados de manera diferente por el bien de los niños.
Cuando dos adultos que no pueden procrear desean criar un niño juntos, pero no pueden concebir naturalmente, y optán por la adopción, ¿de donde vienen esos bebés?
Cada niño es concebido por una madre y un padre, donde el bebé desde el principio accede a ese derecho natural. Cuando un niño es colocado en un hogar dirigido por una pareja del mismo sexo, él o ella se van a perder al menos la oportunidad de una relación parental vital (materna o paterna) y una importante influencia del doble género. La naturaleza de este tipo de unión da esa infortunada garantía. No importa si es por adopción, divorcio, o por la asistencia reproductiva de un tercero, los adultos en este escenario podrán satisfacer el deseo de sus corazones al tener un hijo, mientras que los niños tendrán que cargar con el costo más significativo: perder a uno o dos de sus padres biológicos, y la figura masculina y femenina que estos representan.
Establecer políticas que priven intencionalmente a los niños de sus derechos fundamentales es algo que no debemos apoyar, incentivar o promover. Cuando se enfatiza en lo importante que son las voces de los niños con padres homosexuales, ustedes, probablemente, esperarían una respuesta diferente. Tal vez ustedes esperan que los “hijos” de uniones del mismo sexo no tengan nada más que decir, sino maravillas de como su familia es “como todas las demás”. Quizás ustedes esperan que ellos le digan que la única cicatriz de sus casi idílicas vidas es que sus dos mamás o papás no puedan estar legalmente casados. Si los niños de estas uniones fueran todos felices y bien adaptados, le sería más fácil a ustedes entregar un fallo concluyente y dejar de “tirarse la pelota” entre ustedes.
Me identifico con el instinto de estos niños de ser protector de su padre gay. De hecho, yo misma lo he hecho. Recuerdo las innumerables veces que repetí mi discurso: “Soy muy feliz de que mis padres se hayan divorciado, para así conocerlas a todas ustedes, qué maravillosas mujeres”. Disfruté las alabanzas y degusté los elogios. Las mujeres que pertenecían al círculo social de mi mamá se desmayaban ante mi madurez y mi verborrea. Lo dije una y otra vez, y con cada repetición mi discurso mejoraba. Era simplemente lo que todos estos adultos querían oir. Podría haber sido parte de un anuncio de servicio público para promover la crianza gay.
Me estremezco cuando pienso en ello ahora, porque ciertamente era una mentira. El divorcio de mis padres ha sido el evento más traumático de mis treinta y ocho años de vida. Aunque amé a la compañera de mi madre y a sus amigos, los hubiera cambiado a cada uno de ellos por tener a mi madre y a mi padre amándome bajo un mismo techo. Esto no debería ser una sorpresa para nadie que este dispuesto a retirar los lentes políticamente correctos que todos parecemos tener sobre nuestros ojos.
Los niños quieren a su madre y a su padre para amarlos, y amarse unos a otros, como familia. No tengo rencor hacía ninguno de mis padres. Por el contrario, estoy agradecido por tener una estrecha relación con los dos y por el rol que desempeñan en la vida de mis hijos. Pero amar a mis padres y mirar críticamente el impacto de la ruptura de mi familia, no son mutuamente excluyentes.
Ahora que soy yo también soy mamá puedo ver claramente las hermosas diferencias que mi esposo y yo le damos a nuestra familia. Puedo ver la plenitud y el bienestar que mis hijos reciben porque tienen a sus dos padres viviendo con ellos y amándolos. Veo cuan importante es el papel de un papá y cuan irremplazable soy como mamá. Jugamos papeles complementarios en sus vidas, y ninguno de los dos es desechable. De hecho, ambos somos vitales, esenciales. Es como si la madre naturaleza hubiese cuadrado todo este asunto de la reproducción de una manera perfecta.
No estoy diciendo que una persona que siente atracción por alguien de su mismo sexo sea incapaz de ser padre o madre. Mi mamá era una madre excepcional, y mucho de lo que hago correctamente como mamá es un reflejo de como ella me amo y cuido. El problema aquí es el padre (o madre) ausente.
Hablen ustedes con cualquier hijo con padres gay, especialmente aquellos que son lo suficientemente maduros para reflexionar sobre sus experiencias. Si le preguntas a un hijo criado por una pareja lesbiana si él amaba a sus dos mamás, probablemente obtendrás un resonante “¡sí!”. Pregúntale por su papá y estarás en medio de un doloroso silencio, de una confesión desgarradora y nostálgica o del reconocimiento de que tienen un padre que extrañan y desearían haber visto más a menudo. La única cosa que no oirás será indiferencia al respecto.
¿Cuál es su experiencia con hijos que tienen padres divorciados, o que descienden de la asistencia reproductiva de un tercero, o son víctimas del abandono?, ¿no se preocupan estos niños por su padre ausente?, ¿podrían afirmar no haber pasado ni una noche en vela preguntándose por qué sus padres se fueron, si les aman a pesar de la lejanía? Por supuesto que no. Estamos hechos para conocer y ser conocidos por ambos de nuestros padres. Cuando uno de ellos esta ausente, esa ausencia deja una herida abierta que permanece toda la vida.
La oposición se sustenta en estudios donde los investigadores han concluido que los niños de hogares del mismo sexo se llegan a desempeñar incluso “¡aún mejor!” que los que pertenecen a hogares biológicamente intactos. Dejemos a un lado los problemas metodológicos con este tipo de estudios y solo piense por un momento. Si es indiscutible que los niños sufren grandemente cuando son abandonados por sus padres biológicos, cuando sus padres se divorcian, cuando uno de los padres fallece, o cuando son concebidos por donantes, entonces ¿Cómo puede ser posible que les vaya milagrosamente “¡aún mejor!” cuando son criados en hogares encabezados por personas del mismo sexo? Cada niño criado por “dos mamás” o “dos papás” llegó a ese hogar a través de uno de esos cuatro traumáticos eventos. ¿Acaso ser criado bajo el arcoíris milagrosamente limpia todos los efectos negativos y el dolor que rodea la perdida y la privación diaria de uno o ambos padres?
Como la mayoría de las personas, estoy a favor de que los adultos tengan la libertad de vivir como les plazca. Me opongo inequívocamente a criminalizar las relaciones homosexuales. Pero la definición correcta de lo que es un matrimonio no criminaliza nada. Y, si el interés del Gobierno sobre el matrimonio radica en los niños, que solo una relación hombre/mujer puede producir. Redefinir el matrimonio redefine automáticamente la paternidad. Nos llevá más allá de la filosofía del “vive y deja vivir”, y tiene el alcance de una sociedad que promueve una estructura familiar donde los niños siempre van a sufrir perdidas. Los niños serán despojados de su padre y/o madre en todos los casos. Se podría decir que en los hogares de parejas de un mismo sexo, los deseos de los adultos triunfan y se anteponen sobre los derechos de los niños.
¿En verdad hemos llegado a un punto donde estamos considerando institucionalizar el despojo del derecho natural de un niño a tener un padre y una madre, con el fin de validar las emociones de los adultos?
Sinceramente, creo que sus investiduras como magistrados y congresistas está dada en promover la protección igualitaria de todos los ciudadanos, y es su deber como juez defender la protección de los más vulnerables entre nosotros. Los vínculos con los padres naturales deben ser protegidos. No caigan presa de la falsa narrativa de que los sentimientos de los adultos se anteponen a los derechos de los niños.
Mi mensaje no va en contra de nadie. Se trata aquellos por quienes estoy a favor. Estoy a favor de los niños. Quisiera que todos los niños puedan recibir el amor de su padre y de su madre. Estar en favor de los niños incluye también a los jóvenes y adolescentes de la población LGBT. Ellos merecen todo los beneficios físicos, sociales, y emocionales de ser criados por su mamá y su papá también.
Muchas personas como yo estamos dispuestos a defender nuestra posición en contra del lobby gay y enviarle a ustedes mensajes que le inviten a considerar su posición. Personas como yo solo somos la punta del iceberg de niños que están siendo criados en hogares homopaternales. Si esta ley prospera en este país, cuando muchos de esos niños crezcan y maduren, muchos de ellos se preguntarán por qué separarlos de un padre o una madre que para ellos es tan importante fue celebrado como “el triunfo de los derechos civiles”; entonces tendrán que mirar a esta generación para buscar la respuesta.
¿Qué les vamos a decir?
Traducida y adaptada de “Dear Justice Kennedy: An Open Letter from the Child of a Loving Gay Parent”. Katy Faust. International Children’s Right Institute. Madre de cuatro, su hijo más joven fue adoptado en China. Para ver texto original: http://www.thepublicdiscourse.com/2015/02/14370/