Profesor
José Herman Muñoz Ñungo
Universidad del Tolima
Profesor Muñoz,
La Universidad del Tolima se ha convertido durante su “rectoría” en una universidad zombie y nosotros -el profesorado- en muertos vivientes.
En libros y películas, el escenario zombie está habitualmente caracterizado por una ciudad en destrucción, en donde sus antiguos pobladores se arrastran deambulando repetitivamente. En la Universidad del Tolima, esa desolación se sintetiza en el bloque de salones marcados con el número 19, el cual comúnmente maltrecho acabó por deteriorarse gracias al fuego en una de sus esquinas. Diferente a lo que supone el informe de la Oficina de Desarrollo Institucional, las condiciones materiales del recinto universitario no tienen como excepción aquella zona.
En cambio, pupitres dañados, paredes sucias, tableros manchados, mesas oxidadas y rotas, ausencias de luz artificial, se combinan con nubes de zancudos, olores nauseabundos y entornos ruidosos. Como si el panorama de destrucción fuese poco, las denominadas “ayudas tecnológicas”, más parecen un conjunto de elementos que amenazan a los habitantes de tan terrorífico lugar. La metonimia de la Universidad del Tolima es el bloque 19: huele mal, se ve mal, se escucha mal.
Pero un ambiente zombie no se reduce a las condiciones materiales en donde un conjunto de no-vivos se arrastran sin sentido. El centro de ello está justamente en estos últimos -no-vivos— quienes, al igual que nosotros los “profesores”, repetimos recorridos, sin saber nuestros destinos. Ausentes de todo deseo, estos cuerpos nuestros, gobernados por los olvidos, dejamos llegar el semestre académico a su instancia de no-retorno, tal y como si no pasara nada. Seguramente, también somos responsables de esta inmundicia, gracias a nuestro silencio y permisividad respecto de los experimentos que se han hecho con nosotros desde antes de que Usted llegara a la “dirección” universitaria, “profesor” Muñoz.
En efecto, los zombies no recuerdan qué sucedió, cuál fue el virus que los atacó y mucho menos, les interesa el mañana. Caminamos arrastrándonos, llevando enterrado en nuestros cuerpos una inmensa cantidad de objetos, hasta el punto que ciertos francotiradores dispuestos en lo alto de un punto cero, generalmente llamado “rectoría”, nos disparan y todavía así, buscamos balbucir fonemas inútiles sin emitir una mínima expresión de dolor. Ya decía Jorge Martínez Lucena y Jorge Fernández Gonzalo, que estos cadavéricos seres sufren su propio narcisismo.
Esta horda de zombies se jacta con un poco de carne que es lanzada desde aquel punto cero, en donde se ha planeado una trampa para dispararles con mayor puntería en la cabeza. Cada cierto mes, aparece en nuestras cuentas bancarias un poco de esas tripas arrojadas desde lo más alto, con el propósito de que nos comamos entre nosotros, ahorrándole balas a quienes se han asignado la condición de “sobre-vivientes” y habitan en la “administración” universitaria.
Así, al igual que en dichos artefactos culturales, la infección parece no tocar a sus creadores, mientras tantos los individuos hechos zombies degradan cada vez más su existencia, hasta el punto paradójico de que el creador de tal peste se presenta ahora como la única opción para “salvar” a las pútridas criaturas. Créditos, reformas y comunicados de prensa, se exponen como el antídoto, solamente brindado a quienes de forma dócil se acerquen al punto cero. Mientras tanto, la plaga sigue en aumento, sin avizorarse algún horizonte.
“Profesor” Muñoz, esperemos que a diferencia de los libros y películas de zombies, haya escapatoria, aunque Usted, como gestor de semejante pandemia se ha vanagloriado de triunfo cada vez que dispara o arroja podredumbre.
Desde un sepulcral lugar, se suscribe de Usted, un zombie más en medio de un arrebato de sanidad.
Félix Raúl Martínez-Cleves
Profesor de Planta
Facultad de Ciencias Humanas y Artes
Universidad del Tolima