El triste final de Vicky Hernández

El triste final de Vicky Hernández

Las revelaciones sobre sus dificultades por cuenta de una televisión ingrata llevaron a un admirador a escribir esta conmovedora carta

Por: Nicolás Rincón Gille
septiembre 09, 2014
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El triste final de Vicky Hernández

Soy como tantos, un admirador indirecto de tu trabajo. Y descubrí con emoción tu última entrevista. Mi infancia y adolescencia estuvieron marcadas por el poco cine colombiano que se hacía y que obligaba a toda una generación de cineastas a proyectarse exclusivamente en los restringidos limites de la pantalla chica. Esa frustración fue la fortuna de todos. Un público ilimitado y diverso disfrutaba uniéndose frente a historias particulares hechas con ganas (no la pobre enamorada del rico, no la familia que desintegra una mala suegra, etc.). La televisión era otra cosa : servía de reflejo a un país justo cuando sus gobernantes lo querían desmemoriado.

Y en casi todas esas historias estabas tú.

No sólo hacías de puente entre el cine y la televisión.

Eras uno de esos « elementos » narrativos que daban credibilidad a la cosa. Nunca fuiste Vicky Hernández. Eras Julia, Agripina, Victoria, Raquel… Con acentos, rabietas y cuerpo, marcaste nuestras memorias. Recuerdo, por ejemplo, los tres lunares en el torso de Raquel que hacían perder a los hombres como un triangulo de las bermudas en AZUCAR; o los consejos para quitar la gripa que Victoria, sentada, daba a doña Doris y al doctor Pardito acostados en una reciente cama marital en DON CHINCHE; o la borrachera aristocrática de Julia en CARNE DE TU CARNE… La lista es larga, tú la construiste. Esas pequeñas cosas (gestos, miradas, etc.) son imborrables y casi que hoy en día van más allá de las historias.

El problema es que lo hacías tan bien que el público podía olvidarse de la actriz.

Justamente, la televisión de hoy en día y una parte del cine colombiano que se fabrica como televisión, explotan ese olvido.

Te vi últimamente en roles secundarios, nadando en medio de producciones mediocres, junto a interpretes con acentos incoherentes, en decorados que sólo existen en un Miami virtual, dando credibilidad a lo imposible. Es cierto, desentonabas. Eras la única que creía. Y el espectador a mi lado se preguntaba qué hace allí Clotilde, Encarnación o Laura. ¿Qué hace allí ese pedazo de realidad?

Por eso me encanta saber que estás rabiosa y triste. Que les dices a Caracol que no se gasten la plata de sus producciones como narcos en fiesta, que respeten al espectador, que mantegan una línea coherente. Que hagan las cosas con más ganas que malicia. Que no piensen en el rating antes de escribir las historias.

Por eso me gusta saber que no hay espacio para ti en la televisión de ahora…

Igual que tú, también me siento desubicado en ese país que pocos cambiaron con violencia en desmedro de todos. Hacer empresa tumbando; hacer país excluyendo; contar la historia marginando; cultivar campos vaciándolos…

Sinceramente Vicky, desde que no te veo, ya todo esto parece no valer gran cosa. Y la televisión se volvió una vieja máquina de tejer que nadie quiere hacer funcionar con el pie. Solo decora casas en la que nadie vive.

¡Y tú eres otra cosa!

Como la inmensa mayoría de gente que conozco y que ya no veo reflejada en los horarios extendidos de la noche.

Nicolás Rincón Gille
Cineasta

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