Apreciada Vicky, he seguido su carrera periodística desde hace años. Felicitaciones por el gran momento que vive profesionalmente al alcanzar la deseada posición de directora de medio; aunque ello se desdibuje por la renuncia en bloque de todos los periodistas de calidad que tenía Semana. Su llegada los espantó. Quizá ello se deba a su posición de zalamera y publicista del poder en Colombia, particularmente de la facción uribista, aspecto evidenciado en su “…presidente qué quiere que le pregunte”.
Recuerdo que hace unos años, en una entrevista con el presidente de Venezuela Hugo Chávez, usted le reclamaba, con lágrimas en los ojos, por afirmar que Colombia era un narcoestado. Un hecho relacionado con la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez puso sobre el tapete, una vez más, la siempre presente relación entre la elite política colombiana y el narcotráfico.
Como sabemos, en el portal La Nueva Prensa, Julián Martínez y Gonzalo Guillén, hicieron público que en 1997 la hoy vicepresidenta pagó una fianza o garantía por valor de 150.000 dólares para poner en libertad a su hermano, quien había sido condenado por dirigir una red de mulas que introdujo varios kilos de heroína en los Estados Unidos. Un cálculo rápido sostiene que esos 150.000 dólares de 1997 representan unos 800.000 dólares de hoy; eso a una tasa de cambio cercana a los 4.000 pesos por dólar, indica que hablamos de una cifra cercana a los 3.200 millones de pesos, pagados por alguien de la élite política colombiana para poner en libertad a un narcotraficante, hijo de una “familia de bien”, pero narcotraficante.
A diferencia de otros casos, donde se pide prisión, ojalá cadena perpetua, y, si se pudiese, pena de muerte, la gran prensa, de la que usted hace parte, se refirió a una “tragedia familiar”, y brindó su apoyo a la vicepresidenta, en tanto que llamó mezquinos a quienes, desde la oposición o el periodismo alternativo, clamaban por la decencia en la política. “No hay delito de sangre”, tronaron.
¿Qué hubiesen dicho usted, Salud Hernández, Luis Carlos Vélez o Hasan Nassar si la noticia fuese que Gustavo Petro pagó 3.200 millones de pesos para poner en libertad a un hermano que hubiese dirigido una operación de narcotráfico?
La prensa justifica su existencia como un control a los poderes político y económico en la sociedad. Me pregunto cómo armonizar esa tesis con el papel de defensor de oficio o publicista del poder que la gran prensa asume últimamente. Pareciera que Hassan Nassar sentó doctrina sobre que defender al poder desde los micrófonos es una buena inversión a futuro, y hoy usted y otros “periodistas” compiten en la emisión de loas al poder, para que en algún momento los llamen a asumir la oficina de comunicaciones de palacio.
Usted misma tiene un motivo adicional para no atacar el contubernio entre poder político y criminalidad: su suegro y la familia de él están señalados de haber practicado todas las conductas prohibidas por el código penal, desde robo de carros hasta narcotráfico, pasando por todos los delitos contra la administración pública. ¿Se trata de un “hagámonos pacito”?
Lo anterior parece darle la razón al difunto Chávez: al Estado colombiano lo controlan gobiernos que se hicieron elegir con apoyo del paramilitarismo narcotraficante, como lo señalan confesiones de sus jefes extraditados. El expresidente Uribe fue ubicado por los estadounidenses en el número 82 de una lista de narcotraficantes, y sabemos que, como director de la Aerocivil, habría entregado licencias a aviones y pistas del narcotráfico (tema del que Popeye solo hizo una mención, porque dijo que hablar demasiado ponía su vida en riesgo). Además, dos generales colombianos, jefes de seguridad de Uribe, han sido condenados en Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico, y decenas de congresistas de derecha han sido condenados por vínculos con el paramilitarismo narcotraficante.
La pasada elección presidencial se hizo de la mano de los dineros del narcotráfico, con personajes como aquellos de la Ñeñepolítica. Y completamos con que la “honorable” vicepresidenta pagó miles de millones de pesos para devolver a las calles a un peligroso narcotraficante.
Entonces, ¿no es el colombiano un Estado capturado por el narcotráfico? Y frente a esa realidad, en lugar su función crítica del poder, la prensa, usted en primer lugar, asume el papel de defensor de oficio del poder diciendo: “Vice, siga adelante”.
¿Continuará usted desde Semana, ahora con analistas de peso como Jorge Cárdenas, con su conducta de defensa incondicional del poder y del uribismo, esa facción política tan ligada al narcotráfico y la corrupción? Si la respuesta es sí, le sugiero otras figuras para completar su equipo: Nati Bedoya, Polo Polo, Epa Colombia y Abelardo, ojo, que no escribí Archibaldo.
Atento a su respuesta.
Notícula. Su pluralismo y tolerancia se refleja en asimilar el cabello largo, la barba y los tatuajes con delincuencia y peligrosidad, tesis defendidas por la criminología hace 100 años. ¿Cuál sería si veredicto contra Jesús de Nazaret?, ¿a la cruz por mechudo?