Cuando era pequeño, mi madre, al hablarme de respeto, mencionaba que todos teníamos los mismos sentimientos, las mismas emociones; las mismas debilidades, las mismas necesidades; claro, que se manifestaban en un momento e intensidad diferentes, pero que jamás cambiarían; por eso debía preocuparme por aquel que lloraba, aplaudir al que lo merecía, ayudar a quien lo necesitara.
Cuando era joven, en el colegio, y posteriormente y con más intensidad en la Facultad de Derecho, resaltaban la igualdad de la que gozábamos; los derechos que nos conceden y los deberes que nos difieren. Sin excepción.
Después, no solo hablaban de igualdad, sino de solidaridad.
¿Recuerdas a mi madre? Por ella, creía que todos llorábamos las catástrofes, que reíamos ante los chistes, que disfrutábamos los carnavales. Pensaba que, como yo, había otro niño en algún lugar del mundo, sentado en el regazo de su madre oyendo virtudes, dones y valores; pero hoy, lastimosamente, me doy cuenta que no es así.
En 2015, tú y 65.3 millones de personas más, han sido desplazadas por las guerras y la persecución, según el informe del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados (ACNUR). Eso no es lo peor, lo que te diré, quizá te duela más que las largas caminatas, que las huidas para mantenerse a salvo, que los enemigos que están amenazando tu vida, y es que hay quienes aún no los notamos, no los sentimos.
Lo lamento.
Pero siento que cada día somos más los que hablamos de ustedes, los que los lloramos, los que los encomendamos al sin número de deidades de las que gozamos; los que estamos dispuestos a abrirles las puertas e invitarlos a que nos acompañen en la cena. Me encantaría tenerte en mi casa. Quizá darte un abrazo para que sientas qué es tener a alguien. Disfrutaría ser tu compañía durante tus peores momentos. Anhelaría que todos estuviésemos contigo, con ustedes.
La solidaridad es algo que aún vive en cientos de millones de nosotros, que no se queda en exclusivamente en un papel. Quiero que también nos notes, lo sepas. Siempre tendrás a alguien a tu lado, a unos cuantos kilómetros, al otro lado del mundo, que te estará esperando, que te piensa y te acompaña en sus pensamientos; que espera ayudarte…
A pesar de las miles y una dificultades, piensa que jamás estarás solo. Porque en tiempos de oscuridad, no hay nada más alentador que una esperanza.
*Hoy, 20 de junio, en el Día Mundial del Refugiado, con tristeza, producto de la impotencia, sólo puedo desear cosas y tiempos mejores para aquellos que están lejos, que están huyendo, que están solos.