Carta abierta a la comunidad del colegio Unidad Pedagógica

Carta abierta a la comunidad del colegio Unidad Pedagógica

Antonia Celis le rinde un homenaje a Santiago López, estudiante de Décimo que falleció el 6 de mayo

Por: Antonia Celis Noguera
mayo 13, 2016
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Carta abierta a la comunidad del colegio Unidad Pedagógica

Reciban un fuerte abrazo. La muerte de Santiago ha sido un hecho profundamente doloroso y desconcertante para todos los que hacemos parte de esta comunidad. Nos ha golpeado su partida, la idea de su ausencia definitiva, la incertidumbre sobre lo abrupto de su decisión. La muerte, sagrada, mágica, temida y poderosa, se presenta hoy ante nuestros corazones vestida de dolor, de ausencia y de desconcierto. La partida de uno de nosotros nos ha paralizado, nos ha dejado rotos y asustados, sin norte y perdidos en un panorama oscuro.

Nos creíamos ajenos a esta realidad, sentíamos que era algo que nunca iba a pasar en la Unidad, que la muerte estaba lejos y sobre todo que el suicidio era algo irreal. Hoy nos damos cuenta de que desde nuestras particularidades seguimos siendo susceptibles a los dolores del mundo que nos rodea, del mundo del que hacemos parte.

Hemos pasado horas tratando de darle sentido a esto que hasta ahora no hemos entendido y que posiblemente nunca entenderemos. Es imposible no pensar en sus razones, en su dolor, en nuestra culpa. Si bien es natural ahondarnos en estas cavilaciones es también prudente acallarlas, entender que su decisión fue consciente, es respetable y nunca podremos abarcarla desde la razón.

Su existencia se ha transformado radicalmente, su alma ha trascendido, no está ni estará nunca más con nosotros en este plano físico. Sin embargo, Santiago sigue existiendo en cada uno de nosotros, en nuestros deseos, en nuestros pensamientos, en nuestros sueños, en la escancia de nuestra comunidad y en el rumbo que tomará cada una de nuestras vidas a partir de ahora.

Un suceso como este nos hace repensarnos como seres humanos y como Unidad. A mí me ha hecho cuestionarme mis pequeños actos, mis quereres, mis relaciones y sobre todo el sentido que voy dándole a mi vida desde la experiencia consciente de la cotidianidad.

Un sabio consejo que hemos escuchado varias veces durante estos últimos días ha sido dejar a un lado el “por qué” que nos genera angustia y desespero y concentrarnos en el “para qué” que puede ayudarnos a encontrar en nuestras vidas el propósito de este dolor. Descifrar la intención de cada acto, de cada palabra, de cada suspiro. No solo detenernos a pensar frente a eventos paralizantes como el que ahora atravesamos sino darnos la oportunidad de apoyar cada uno de nuestros pasos en el disfrute de un vivir consciente.

A partir del dolor que sentimos ahora debemos reconstruirnos. La vida sigue, de una manera muy distinta, pero sigue. La ausencia de Santiago va a marcar nuestros caminos individuales y colectivos. Como colegio debemos mirarnos y repensarnos, tratar de darle nuevamente forma a este rompecabezas que ahora parece caótico tras la transformación de una de sus piezas.

No podemos ocultar u olvidar esto que ahora cargamos en nuestros pechos. Tenemos que llorar, gritar y también reír. Debemos permitirnos vivir cada emoción a plenitud, desahogarnos de esta tristeza, trabajar los miedos y expresar el amor. No nos avergoncemos por sentirnos destruidos, no tengamos miedo de dejar caer las lágrimas, tampoco sintamos culpa por ser capaces de llevar una sonrisa sincera en el rostro en estos días difíciles. Es un dolor profundo que nos abarca, que todos tenemos derecho a sentir y a expresar y que cada quien vive de una forma particular.

En este momento todo aparece más claro ante nuestros ojos, los disgustos se hacen superfluos y tenemos la capacidad de concentrar nuestras fuerzas en las cosas que realmente importan. Nuestros roles se desdibujan y todos los que hacemos parte de esta comunidad nos convertimos en compañeros. Hemos abrazado a personas que antes no saludábamos, hemos compartido su dolor e intentado con todas nuestras fuerzas aliviarlo.

Hoy quiero que celebremos la vida de Santiago, que lo recordemos con la alegría que dejó grabada en el corazón todos nosotros y que honremos su memoria en cada uno de nuestros actos. Todos jugamos un papel fundamental en este duelo colectivo e individual que debemos construir. Hemos de permitirnos sentir y ante todo abrazar el sentir de quienes nos rodean.

El camino que hemos emprendido puede ser complicado, pero debemos tener la certeza de que no estamos solos en él. La muerte que hoy tanto nos aflige tiene que convertirse en motivo de aprendizaje y de celebración. Celebremos la vida que Santiago vivió a plenitud en nuestras vidas: que debemos amar y cuidar a cada instante las vidas de quienes están a nuestro lado. Convirtamos esta oscuridad en un arcoíris; regalémosle a la tristeza solo el tiempo justo y necesario. Amemos nuestro dolor sin aferrarnos a él para que llegado el momento lo podamos dejar ir guardando solo sus enseñanzas.

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