Desde los tiempos remotos Mma, la tierra, y Juyá, la lluvia, produjeron la vida en la alta guajira y nacieron los primero wayuu, las personas. Somos los eternos caminantes del desierto, los hijos de la tierra y de la lluvia, con una lengua propia, un sistema de creencias, unas instituciones trasmitidas de manera oral generación tras generación. Nos organizamos en familias extensas que son perpetuadas por la mujer wayuu, en un modelo de reproducción llamado matrilinaje (no matriarcado). Siempre ha sido así, según cuentan nuestros abuelos.
En pleno siglo XXI, donde google muestra todo, a los wayuu aún nos siguen llamando de manera despectiva chinitos o paisanitos. Fuimos dotados de un sistema normativo aplicado por la figura del palabrero, para mediar conflictos interclaniles y restablecer la armonía social, espiritual y moral de las familias extensas que llamamos E’rruuku, la carne que proviene de nuestras madres. Las disputas y compensaciones se dan mediante el poder y la armonía de la palabra, que en wayuunaiki también es femenino (Tüü pütchikalüü).
Tenemos una espiritualidad basada en los sueños y sus interpretaciones; seres sobrenaturales con los cuales interactuamos a través de los sueños, mundos que son equilibrados por la Oütsü, la mujer que sana el cuerpo y el alma. Tenemos entonces tres instituciones con nombre de mujer: la mujer-palabra que es llevada por el palabrero, la mujer-perpetuadora de los E’irruku y la mujer-sanadora. Somos la nación originaria con mayor población en Colombia, hemos aportado nuestro sistema normativo en la lista de patrimonio inmaterial de la humanidad.
Circula un video en donde usted, Fabio Zuleta, en un programa radial, entrevista a un supuesto palabrero de la Alta Guajira. Durante la entrevista, sin informarse previamente, usted y el entrevistado se refieren a la mujer wayuu como un objeto que puede ser comprado, enajenado y de uso privado; en su lenguaje lascivo usted, señor Zuleta, habla de la mujer como un ser sin dignidad, cosifica y victimiza a la mujer wayuu que tanto sufre en la inmensidad del desierto, pero a pesar de ellos continúa manteniendo un sistema cultural del que muchos guajiros alíjuna se sienten orgullosos y lucen sus prendas durante eventos culturales e institucionales.
“Yo quiero una sin pelo, que no se mueva pa’ yo enseñarla y tenerla encerrada porque me la quitan”. Esto dice Fabio Zuleta, hablando de su intención de comprar una mujer indígena, al aire, en su programa radial en una emisora de Valledupar. Aún no puedo creer esto. Indignante. pic.twitter.com/i5vCi8MlfN
— Johana Fuentes M. (@JohaFuentes) May 24, 2020
Este acto de “cosificación” de la mujer revictimiza a la mujer wayuu, ofende a instituciones jurídicas y morales de la cultura wayuu, refuerza el machismo que violenta de manera sistemática a la mujer wayuu no por ser wayuu sino en su condición de mujer. Pero el video también ofende, ya lo dije, tres instituciones culturales nuestras: la mujer-palabra, la mujer-perpetuadora de los E’irruku y la mujer-sanadora. Estamos en un nuevo tiempo, señor Fabio, donde abogamos por la dignidad de todos, la libertad de todos y el bienestar para todos, en todos los aspectos.
En mi condición de hermano y tío materno mayor de niñas y mujeres wayuu, le estoy enviando la palabra. Exijo una retractación y disculpas públicas por la ofensa a la mujer, en especial a la mujer wayuu, esta retractación lo obliga a invitar a su programa a una mujer wayuu para que haga pedagogía a sus oyentes sobre el sufrimiento, luchas y cotidianidades de la mujer wayuu. Lo obliga a reconocer su ignorancia sobre la diversidad cultural y el respeto por la diferencia.