En la movida social de Medellín, Alejandro Matta, secretario de Juventud, eres un referente. Un experto en derecho administrativo y constitucional que sí entiende el derecho como una poderosa herramienta de transformación social; inclusive, te felicito porque recientemente la Corte Constitucional te dio la razón en una demanda que extendió la muerte asistida a pacientes no terminales. No es la primera vez que ganas una demanda en la corte y seguro no será la última, pues eres un académico que ha estudiado sin ambages la dignidad humana, las libertades individuales y la centralidad de los derechos humanos.
Ahora bien, no me deja de sorprender que un activista de tu perfil intelectual y trayectoria, tan consagrado a defender los derechos individuales y la democracia, siga formando parte del gabinete de Daniel Quintero. Mucho más porque no le buscaste votos y tu llegada a La Alpujarra despertó cierto malestar entre las líneas duras del quinterismo —como en el actual secretario de Inclusión, Juan Pablo Ramírez—; pero me sorprende más que, ya advenido en diligente funcionario, guardes silencio ante las movidas del alcalde, algunas de paso, lesivas con la libertad de prensa, la libertad de expresión y el derecho fundamental a la oposición.
¿A qué se debe tu silencio?
Al activista Matta —que creo aún pervive bajo el carnet de funcionario— le debo advertir, con respeto y aprecio, que Daniel Quintero es un dirigente autoritario. Algo de lo que no me cabe la menor duda. Solo hay que ver la forma como trata a los sectores opositores, enfrascando un derecho fundamental —consagrado en el estatuto de la oposición— a la lógica degradada de amigo-enemigo. Una visión que sí ha dividido la ciudad y que ha llevado a quienes asumimos posturas críticas y no hemos cedido a chantajes, a vernos encasillados en la categoría de “uribista”, “ramista”, “pro-GEA” o cualquier otra calificación con la que Quintero tiende a ridiculizar a quienes lo cuestionamos.
A lo que se debe agregar que su gobernabilidad en el Concejo se sustenta en el agregado de componendas y burocracia —incluyendo concejales del Centro Democrático y de partidos tradicionales que han cogobernado en la ciudad las últimas dos décadas—, pero su talante autoritario va rozando los límites de lo tolerable, si es eso posible, y así va quedando en evidencia con sus ataques sistemáticos a la prensa; los intentos de censura; la cooptación de medios pequeños desde la dictadura de la pauta, y la línea, ciertamente opaca y sesgada, que le viene imprimiendo a Telemedellín.
Alejandro, yo sé que no debes asumir responsabilidades personales por las movidas de Quintero; sin embargo, integras su gobierno, en las barriadas y ante los sectores que han reconocido tu valiosa labor como activista, eres la cara de una institucionalidad viciada. Tras librar batallas tan arduas por la libertad y los derechos fundamentales, no tiene mucho sentido que guardes silencio ante la visión de gobierno de un dirigente hostil y a todas luces autoritario. Un alcalde del cual serías opositor si no tuvieras sobre el pecho el carnet de funcionario.
Tampoco tiene mucho sentido, en un hombre de tus capacidades, asumirse desde la lógica fragmentaria de la administración; es decir, seguro estás haciendo un excelente trabajo como secretario de Juventud y dejando huella en la ciudad, pero enfocarte solo en lo tuyo y desviar la mirada ante lo que está viciado solo evidencia que echas mano de la razón instrumental y aquella banalidad del mal teorizada por Arendt. Solo recuerda que Eichmann era un funcionario eficiente y se pasó gran parte del terror nazi desviando la mirada.
Cuando fuiste nombrado como secretario no dude en que era un acierto, pues apoyé a Quintero y le hice campaña, pero rápidamente —tras la autorización del ingreso del Esmad al campus de la UdeA— comprendí el talante de sus capacidades como gobernante y lo dejé de ver como el activista que acompañé en la oposición a Federico Gutiérrez. Sus movidas posteriores y la defensa al cuestionado secretario de Hacienda —que dicho sea de paso me escribió para intimidarme— solo me confirmaron los alcances de su vena clientelar, autoritaria e imprevisible.
Sinceramente, no te veo legitimando eso o asumiendo defensas soterradas.
Te escribo esta carta sin la expectativa de obtener respuesta, como un gesto de honestidad y apelando a la sensatez de un activista que admiré. Aunque sé que ahora eres funcionario y que debes “cuidar las formas” y “cuidar las comunicaciones”, también sé que ese no es el único lugar desde el cual se pueden hacer grandes cosas por los jóvenes de la ciudad, la paz y la defensa de los derechos humanos. Seguro pasar por ese gabinete será un asterisco de importancia en tu hoja de vida, pero a largo plazo, no sé qué tan favorable sea para equilibrar tu legitimidad más allá de lo institucional.
Estás a tiempo.
Cordialmente,
Fredy Chaverra, ciudadano y pelagato