Dedicada a todos y a ninguno
¿Te parece que ser artista significa… vender? Creí que significaba alguien que siempre busca sin encontrar… Creí que quería decir lo contrario de: Yo sé, he encontrado». Cuando digo que soy artista, solo quiero decir: Estoy buscando, estoy luchando con todo mi corazón.
Irving Stone
Estimado amigo y artista: nos tocó en suerte un periodo de dolor y despedidas. De pandemia y vacunas que nos inmunizan contra todo, menos contra ese mal de la ingratitud. Ojalá todo fuera tan sencillo y ese bacilo se eliminara así de sencillo, con una chuzada en nuestra alma. Pero eso no es posible, y, en consecuencia, la humanidad seguirá sometida a ese tormento que nunca deja de sorprendernos, ni siquiera a quienes ya hemos sido infectados en multitud de circunstancias. Viene de la mano de quien recibió nuestros afectos y solidaridad. Es como ese perro que termina mordiendo la mano de quien le dio de comer y le protegió cuando tenía hambre y frío. Pero él es un perro y tú eres un artista.
Lo último quizá no te exime de ser humano, pero te alejaba en teoría de ser lo menos parecido a esa especie voraz y fiera que consume y acaba todo cuanta toca. Un artista tiene la obligación de estar por encima de esas superficialidades que nos acechan continuamente en el camino. De nada sirve ser músico, escritor o pintor y dueño de una gran imagen (que yo contribuí a levantar y construir) si en el alma se albergan sentimientos tan innobles como la ingratitud y el oportunismo. Trastornos que superan con creces la capacidad creativa y la van carcomiendo lentamente hasta dejar simplemente despojos y recuerdos.
Ingratitud por cuanto después de muchas décadas de amistad y trabajo en la noble misión de crearte una imagen y de posicionarte como una figura prominente y destacada recibo la estocada de una amenaza judicial que, en tu mente febril, concibes como una salida en falso a tus responsabilidades de artista y empresario que debe, igualmente, reconocimiento a quien forjó tu destino y tu nombre en la memoria de los pueblos.
Vaya, que todo por un fajo de billetes que en realidad es insignificante y que nos permitió ver esa esencia tuya de fiera desbastada por la ambición humana que creímos superar en una pandemia que nos obligó a mirar hacia adentro y de cara a nuestro espíritu. No me queda duda de que la vibración no nos llegó a todos por igual, que a unos los convirtió o, más bien, los desnudó en su verdadera esencia de bestias salvajes y a otros los elevó en su categoría de seres espirituales. Jamás había visto tanta saña, maldad, idiotez, estupidez y felonía.
Y oportunismo por la sencilla razón que hoy vemos que todo cuanto haces se limita a usufructuar económicamente a todos esos amigos, empresarios, y gobernantes que con nuestro trabajo y tesón os permitimos acercarlos a tus iniciativas de artista. Nada hemos perdido, salvo una amistad que no merecía llamarse así en su real acepción de la palabra. Tarde o temprano ellos también entenderán que, tras las palabras y los abrazos, se esconde en tu ser la asechanza de la traición y la perfidia. Características que no entendimos en su debido momento y de lo cual nos advirtieron varios colegas y amigos que ya habían sido víctimas de tu proceder ruin y abyecto.
Un artista es un ser superior. Y mucho más cuando esa divinidad deviene de dos fuentes inagotables como la música y la pintura. De nada sirve el talento cuando tras él se esconde la mano perversa del traidor que no duda un solo instante en blandirla contra quien lo sostuvo cuando todo el mundo lo despreciaba e ignoraba. Mi familia fue tu familia, mis amigos fueron tus amigos, mis triunfos siempre contribuyeron a elevar tu categoría de artista y nunca dudé en abrirte las puertas de aquellos que te brindaron apoyo económico y moral para tus iniciativas artísticas y empresariales. Fuimos generosos con nuestras amistades, con nuestros recursos, con nuestros comentarios amables y desprendidos que siempre buscaron tu bien, tu crecimiento personal, tu elevación artística y cultural.
Ejercí, personalmente, durante 30 años como promotor de obras y escritos, vendedor, cobrador, representante legal y comercial, bodeguero y hasta de escribano de homenajes y reconocimientos en asambleas, concejos y congresos. Todo ello sin que mediara un solo peso (que siempre me los quedaste debiendo), únicamente por devoción y admiración hacia el arte y el respeto a los artistas. Nadie duda de que eres talentoso, que alcanzaste grandes niveles de alquimia espiritual, pero también de sembrador de cizaña y de oportunista que no duda en acudir a los amigos y empresarios que te presenté y recomendé para llevar a buen término tus iniciativas.
Como ayer, como ocurrió con aquel empresario y periodista que te permitió cristalizar tus sueños y al cual terminaste engañando y realizando un fraude que aún la historia no ha escrito. O como a aquella compañera que te brindó sus mejores esfuerzos para conseguir vender tu obra y por toda recompensa le diste abandono y la recurrente amenaza de una demanda jurídica. Asustada y temerosa, ahora lo sé, tuvo que huir para no seguir siendo víctima de tus acosos perversos y malvados.
Quien la hace una vez, la vuelve a repetir. Ahora lo veo claro. Entiendo a aquel empresario que después de abrirte las puertas de su galería recibió la sandez de tus infames palabras que lo pintaban como a un ser aprovechado y utilitarista. Ya sé que eso no era verdad, me lo han contado con sus lágrimas, con sus penas a cuestas, con sus decepciones y sus sueños rotos.
Ser artista no es únicamente tener talento. Es constituirse en un puente entre los hombres en su anhelo de edificar paz y concordia; es sustentar la bondad en cada acto y en entregar por amistad y afecto lo mejor de sí en provecho de la humanidad. Pero cuando se antepone el dinero, solo eso, ese estiércol del diablo, entre los deseos, los sueños y los anhelos, en verdad que podemos ver y entender que de los monstruos también brotan señales de bondad para cautivar a sus posibles víctimas que terminarán, tarde o temprano, entre sus fauces viviendo un desengaño del cual nunca creyeron una realidad.
Dices en una de tus canciones que todo fluye y pasa, que todo es pasajero, que hay que vivir en la plenitud del amor y el perdón, pero qué distante es todo eso en tu accionar. Cuando vomitas sobre quien te tendió la mano en momentos de aciago dolor. Por eso, reitero, digo que la ingratitud es similar a ese perro que termina mordiendo la mano de quien le dio de comer cuando nadie más le ofrecía un pedazo de pan. Pero el perro vuelve al vómito que dejó en el camino para saciar su hambre cuando mira a su alrededor y mira que todos huyeron de su proceder estúpido y maligno.
Tarde o temprano sale la verdad a flote y vemos a esos seres convertidos en aquello que realmente son. Desnudos en su verdadera esencia, marchitos en su ruin proceder que acabó con amistad y fraternidad movidos por la codicia desmesurada de quien lo quiere todo para sí, desconociendo el denodado esfuerzo y trabajo de quien o quienes le permitieron ascender en el ámbito del reconocimiento humano y le facilitaron la consagración de sus creaciones.
Repito, de nada vale el talento, que en tu caso es innegable, cuando este se viste de oscuros pentagramas hechos para atraer a incautos y seducir con sus palabras y sus pinceles. Bien dicen que el diablo se reviste de bondad para atrapar a sus condenados. Tanto mensaje de paz, amor, afecto y solidaridad, de reencuentro con la vida y el universo en momentos en que piensas presentar un trabajo bajo esas supuestas premisa y al mismo tiempo abres tus fauces para aquel que te permitió conseguir los recursos para volverlo posible me indica que todo es una mentira, al mejor estilo de belcebú, que se viste con ropajes finos para ocultar sus llagas y sus pestilencias.
Todo hubiese sido más noble y sencillo si simplemente manifestaras tu deseo de avaricia y traición. Pero qué innoble eres cuando traicionas al amigo, pero te quedas con sus amigos que hoy te brindan la oportunidad de hacer realidad uno de tus sueños. Te pido que no los traiciones, que no los ofendas, que no los lastimes, que no los engañes, que no los utilices para luego denostar de su ser. Cada uno de ellos es un ser especial que por aprecio y admiración hacia mi trabajo te posibilitó la adquisición de recursos para llevar a buen término tu trabajo. Entiendo ahora por qué me advertían de ese proceder tuyo que siempre dejaba rastros de lágrimas y dolor.
Vuelve realidad tu canto. Da ejemplo de concordia y paz. Deja de sembrar semillas de oportunismo y de falacia. Quizá ese estribillo que hiciste cantar a un pueblo fue la venganza tuya contra un gobernante que no se dejó seducir y extorsionar por tu palabra inoculada y colmada de maldad. Cuando ya no quiso satisfacer tu ambición volviste tu aguijón contra él pretendiendo desdibujar su imagen ante su gente. Afortunadamente, no lo lograste y él también escribirá su historia relatando los chantajes de los que fue víctima en tu pretensión de llenar tus bolsillos de dinero que luego derrochabas y dilapidabas en tus noches de perdición y bohemia.
Quizá, no soy justo contigo. Al fin y al cabo, eres un artista. Y a los artistas se los debe mirar con otros ojos. Pero también es mi deber señalar lo reprochable a quien consideré como un ejemplo para la humanidad. Repito que nadie pone en duda tu talento, simplemente exponemos las incoherencias de quien utiliza el arte para saciar sus instintos más bajos.
Sobra decir que nuestras familias te perdonan, te absuelven de culpas, te ofrecen la paz de quienes reconocen en el arte la expresión suprema del espíritu. Y te pido, una vez más, no ofendas en un futuro a quienes hoy te rodean para darte lo mejor de sí y te permiten los medios para que continúes en tus procesos creativos.
Doy por cerrado este ciclo. La vida continúa dejándonos grandes lecciones. Te deseo paz y te bendigo. Ser artista es iluminar e iluminarse, es destellar para alumbrar el camino de otros, es hacerse luz en medio de la noche, es pintar cielos en medio de tormentas y elevar cantos en torno a silencios.