Gina, aunque no nos conozcamos me atreveré a llamarte con tu nombre por dos razones: porque se trata de una correspondencia íntima y porque - afortunadamente- me educaron como un igual, en la horizontalidad del trato. Esta es la primera de una serie de cartas que he decidido escribirte. La razón es simple, me siento motivado; no porque tú seas la nueva ministra de educación sino porque algunas(os) de mis conocidas(os) y desconocidas(os), al parecer, vieron la luz salvadora en ti a través de los anteojos que usas de acuerdo a las circunstancias. Esta situación generó en mí una afectación interior de la que necesito liberarme, por esto, no sobra decir que lo dicho a través de estas cartas es una cuestión personal.
El 1º de Septiembre de este año leí una nota ciudadana en Las2 Orillas escrita por Eduardo Menco Gonzales, la cual titulaba: Los “demonios” de Gina Parody. Acto seguido, me puse a pensar detenidamente en mis conocidas(os) y desconocidas(os), en la luz salvadora y en su relación con los desaciertos de dicha nota.
Gina, decir que heredas como enfermedad terminal del país a la educación es detestable. Realmente no considero acertada la metáfora y tampoco el exceso; quejarse de la educación no es novedad, lo he hecho desde que tengo un mínimo uso de razón al no aceptar lo regaños de mi madre o de mi padre o de cualquier adulto inconforme con alguna hazaña infantil, tampoco es nuevo considerar que el sistema educativo en Colombia está en crisis. Por eso, decirte que heredas en ese estado a la educación es proclamarte inocentemente (o inconscientemente) su posible solución, cosa que es aún más detestable; porque sinceramente, Gina, a pesar de nuestro exacerbado caudillismo-mesianismo patriarcal, no serás ni salvación ni cura ni remedio ni relativa mejoría de nada, serás una más -como casi todas (os)- y espero que al menos no estorbes. El reto que tenemos de mantener a flote una educación que sobrevive -criteriosa y digna- ante las oleadas de pseudo-modelos educativos impuestos por la “legítima fuerza” del Estado que nos incluye sin oírnos, te rebasa, así que desde ya te pido que sigas haciendo lo que hasta ahora, visitarnos y alegrarte por las maravillosas cosas que hemos hecho a pesar de Cecilia, María Fernanda y aún no sé si tú.
No puedo negar el entusiasmo que has suscitado entre las(os) que se educaron bajo algún régimen especial, porque afirman la posibilidad de que ahora las(os) maestras(os) por fin vamos a trabajar (¿antes no lo hicimos?) y que su amada prole tendrá la educación anhelada. Yo pienso, Gina, que algo hicimos bien, porque para lograr que la mayoría cuestione su propia experiencia educativa y la del país entero se necesita un poco más que un examen estándar. Me preocupa lo del entusiasmo porque te endilga responsabilidades que son innecesarias; la responsabilidad del mesías o del caudillo, figuras que bastante daño han provocado en nuestras conciencias colonizadas, figuras que nos han distanciado de la responsabilidad individual y colectiva de tomar en nuestras manos las políticas públicas, figura que ahora quieren ver en ti, Gina, para que sólo hasta el año 2025 seamos las(os) “más educados” de América Latina. Como si ya no fuéramos educadas(os), como si ser educada(os) fuese contestar bien la prueba, como si ser educada(os) fuese creer que el gobierno que tenemos nos va a salvar de la ignorancia, como si ser educada(o) fuese pensar que por liberarte a ti, Gina, de “tus demonios” vamos a salir redimidas(os) y libres de los “pecados” y las “cadenas” que nos hacen creer que tenemos.
Gina, no te creas el cuento, acompáñanos como una igual. No hay enfermedad ni demonios, hay crisis, pero siempre la hay… por fortuna.
Un saludo,
Fernando Palacios Valencia