Querida Auralú:
Leí con asombro y asco todos los horrores de comentarios que te han escrito por tu columna “Muerte en la Arena”. Los rechazo sin ambigüedades, de plano, con dolor por ver hasta dónde puede llegar esa enfermedad que se ha dado en llamar de odio. Una enfermedad que comparten todas las personas fanáticas por una religión o credo, sea este el fanatismo de Isis, el de los animalistas, el de los veganos, el de la derecha xenófoba o el de los izquierdistas en armas. Todosestos fanatismos no encuentran argumentos basados en la razón, sino pasiones irracionales y desbordadas.
Es claro que en estos sectores, religiosos, animalistas, veganos, derecha o izquierda hay también muchas personas, tal vez la mayoría, que utilizan argumentos para defender sus posiciones. Estas personas, como tú, merecen todo nuestro respeto y la discusión con ellas se debe hacer sin restringir nunca su posibilidad de disentir. Pero esos o esas que te insultan, escondidos en el anonimato de un seudónimo, en la facilidad de un comentario virtual, no merecen ni respeto, ni atención. Si hoy me detengo a revisar lo que dicen es porque me duele que ataquen de esa forma inculta e infame a una persona de tus calibres morales e intelectuales.
Muchas veces, querida Auralú, hemos estado en posiciones distantes, inclusive hemos tenido momentos en que estas posiciones han enfriado nuestra amistad y, de no ser por la grandeza de tu carácter, esas distancias no habrían sido superadas. Pero aún en los momentos en que más distantes estuvimos, nunca dejé de reconocer tu valor e inteligencia.
Los que te atacan tan vilmente, lo hacen desde la ignorancia, son personas sin cultura y sin capacidad de debatir. Me imagino que te burlas de ellos con mucha más altura de lo que esas personas hicieron con sus insultos. Me es fácil imaginar esa sonrisa tuya con un toque de sarcasmo cuando reprodujiste en tu propia columna los exabruptos sin sentido que te escribieron. Esa actitud también es admirable. Aun así, los que ejercemos alguna forma de opinión o periodismo no debemos permanecer callados, mirando impávidos cómo te lapida una turba ignorante de personas sumidas en el fanatismo y el odio.
Yo hice un tránsito en mi actitud hacia las corridas de toros. Hace muchos años dejé de disfrutar este espectáculo y hoy lo rechazo abiertamente porque he asumido una actitud protectora de los animales. Sé que la coherencia no es sencilla, que dejar de comer carne, por ejemplo, sería un paso más en esa dirección, pero en todo caso mi solidaridad contigo no proviene de que nos identifiquemos en esta cruzada animalista, sino en la profunda convicción del respeto a la diferencia y el respeto a una colega como tú.
Algunos comentarios te recuerdan la edad, otros los gustos, otros las adiciones que superaste, otros te desean males infinitos. Si no fuera porque este mundo ya ha visto tantos y tantos horrores basados en el odio, no habría que preocuparse por insultos como esos. Lastimosamente hay pruebas frescas de sangre en las calles de Niza, en el aeropuerto de Londres, en nuestras propias selvas y ciudades, sobre los límites inimaginables a los que puede llegar un ser humano de esas características. Así que no sólo te expreso mi solidaridad sino que espero que no tomes a la ligera tanta injuria. Sería importante, como precedente, que pusieras en manos de la Fiscalía esos improperios para ver de dónde provienen.
Estos son los momentos que no podemos dejar pasar si pretendemos construir un mundo mejor y si de verdad, buscamos que Colombia viva en paz.
Un abrazo, admirada columnista y amiga.