Carrozas, danzantes, música y vientos que se escriben en nuestro continente

Carrozas, danzantes, música y vientos que se escriben en nuestro continente

En los últimos años el Carnaval de Negros y Blancos ha tenido un crecimiento importante con la aparición de nuevas expresiones artísticas

Por: Miguel Oviedo Risueño
enero 09, 2018
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Carrozas, danzantes, música y vientos que se escriben en nuestro continente

Un canto a la tierra se adentró en el carnaval, recorrió la ciudad, de un extremo a otro, una, dos, tres veces, observando con toda su música. Con toda su danza el rostro de los ocupantes de las calles y, finalmente, decidió colarse por la boca entreabierta de las personas cuyos ojos le inspiraron más confianza, y se metió en el alma, y esos días de carnaval: turistas, viajeros y propios, fueron los afortunados protagonistas de la llegada de ese viento música y danza a nuestro carnaval.

Y así se inspiró la tierra en cada persona, en aquella que albergaba la esperanza de que esta viajera del tiempo: una mujer (la pachamama) de edad indefinida y de mirada limpia, le devolviera el protagonismo, o que un loco danzante (Jugador del carnaval) oriundo de las tierras del sur de Colombia, nos hiciera soñar por un instante.

Un poco de historia

En las últimas décadas el Carnaval de Negros y Blancos de la ciudad de San Juan de Pasto ha ido experimentando unos cambios notorios. Si recordamos, en los años 70 nuestras máximas festividades estaban integradas por tres días de carnaval, pero el primer día, o sea el 4 de enero, era un preámbulo con la llegada de la Familia Castañeda, y propiamente los días de jolgorio eran el 5 y el 6. El carnavalito no pertenecía a estas celebraciones, porque correspondía al barrio Bolívar, tenía junta propia, y se llevaba a cabo el domingo siguiente, una vez finalizados los carnavales.

En los últimos años el Carnaval ha tenido un crecimiento importante con la aparición de nuevas expresiones artísticas: el carnavalito pasó a integrar la programación de los Negros y los Blancos, aumentándose un día más de fiesta. Y, a partir de mediados de los años 90 empieza a aparecer una nueva manifestación artística que ha hecho el deleite de propios y foráneos por su autenticidad y gran impacto: los colectivos coreográficos.

Colectivos coreográficos

En el año de 1994, fue la primera vez que se constituyó una colectividad de músicos andinos, organizada y con un argumento muy específico para participar en el Carnaval de Negros y Blancos. Previamente ya se había hecho un esbozo de participación de manera informal y sin pretensión, sólo con el propósito de divertirse.

Fue Hernán Coral Enríquez quien tiene la iniciativa de sacar una muestra cultural con identidad musical. Dialoga con el maestro Luis Felipe Benavides (artista plástico q. e. p. d.). Entre los dos toman la iniciativa de impulsar la agrupación formalmente; ellos buscan la manera de subvencionar los gastos para hacer realidad la idea. Aprovechando que en ese momento se organizaba la filial de Sayco en Nariño, solicitan apoyo al doctor Álvaro Martínez Betancourth, delegado regional de la entidad, quien se enamora de la idea y sin pensarlo dos veces decide brindar el patrocinio.

En ese año se reunieron 72 músicos –un número récord en nuestro carnaval—, que utilizan como atuendo un diseño plasmado en la caratula del primer L. P. (long play) de Raíces Andinas, pintura del maestro Luis Felipe Benavides, consistente en un danzante indígena, con un colorido que causaría muchísimo impacto. Se inscribieron como murga sin cumplir con los requisitos que lo ameriten, porque las murgas tienen un carácter más jocoso y carnavalesco. La primera vez se denominó “500 años de inspiración” haciendo alusión a la reciente conmemoración de la llegada de los españoles a nuestro continente.

Desde el primer momento causó un gran impacto, era algo distinto, una muestra cultural que no tenía configuración en ninguna de las modalidades del Carnaval.

Para el segundo año la murga gigante se creció a 115 personas y se incluyó a un grupo de 10 mujeres que danzaban con el sol de los pastos. En el 96 se enriquece con mayor número de danzantes, esta vez serían cincuenta danzantes y 100 músicos, dando un paso muy importante para configurarse como una agrupación coreográfica, por primera vez.

Lo que una vez se concibió como un grupo de danza y música, se bautiza con el nombre de Indoamericanto, pretendiendo expresar identidad del cordón montañoso andino; se le da un eslogan diferente para cada año para expresar la temática que se maneja en cada versión. La primera “edición” era “Indoamericanto, orquesta de sikus”; luego “Raza brava”, “Sol de los Pasto”, todo hacía alusión a los atuendos referidos al arraigo indígena.

Ya en el 2004 eran 760 personas y se requirió del concurso de algunos cultores dancísticos como Miriam Benavides, Álvaro Gutiérrez, Gladis Izquierdo y Luis Antonio Erazo, quienes asumieron la dirección por segmentos del inmenso colectivo. Como dato curioso se recuerda que se compraron dos kilómetros y medio de tela para los atuendos, fue necesario que los almacenes hicieran pedidos adicionales a las fábricas. El mayor número de integrantes que ha alcanzado Indoamericanto fue en el año 2000, en la inauguración de los Juegos Nacionales cuando participaron mil artistas entre danzantes y músicos, por la necesidad del escenario y la exigencia coreográfica.

Estos años de protagonismo y colorido en el carnaval, fueron considerados suficientes por el maestro Hernán Coral Enríquez, quien dejo un gran legado al impulsar desde la dirección artística el más grande de los colectivos musicales y coreográficos que se recuerde en la historia del Carnaval de Negros y Bancos.

Para el año 2005, debido al surgimiento de otros colectivos similares, se decide desde Corpocarnaval que se convoque a concurso. En las siguientes versiones del Carnaval, consecutivamente, fueron apareciendo otros colectivos. En el carnaval de Negros y Blancos de San Juan de Pasto 2018, los colectivos: Proyección Goreti, Corporación Cultural Zarandearte, Fundación Cultural Indoamericanto, Raza Libertad, Fundación Cultural Soy Nariño, Minga Andina, Sindamanoy, Ciudad de Pasto, Fundación Cultural Amaru, Ayawaska y Danzantes del Cedrillo; recorrieron la senda del carnaval hasta llegar al “Estadio Libertad”.

Es importante tener en cuenta que el día 3 de enero ha estado dedicado a la música andina, es por ello que se fusiona el desfile de colectivos coreográficos con el festival de música andina, lo que da origen al Canto a la Tierra. En la mayoría de oportunidades ha sido Indoamericanto el imbatible ganador.

En la actualidad pertenecer a un colectivo coreográfico es un honor para músicos y danzantes. Los colectivos están prestos a realizar presentaciones en cualquier época del año y no sólo en los días de carnaval; algunos acompañan las fiestas patronales de los municipios de Nariño.

Las carrozas

Si una palabra no es pronunciada al menos de vez en cuando, pierde su razón de ser, se queda en un significante sin significado, en un significado sin significante, y ella, la palabra que había entrado en el carnaval, llevaba 365 días en silencio, para ser escuchada con toda su fuerza hoy 06 de enero. Al grito. ¡Llegaron las carrozas!

Desde la avenida Alfonso Zambrano, hasta la avenida los estudiantes, por la senda del carnaval, la gente, con demasiadas prisas, sólo hablaban a gritos, “cuando hablaban”. Y una palabra cuyas connotaciones remiten a lo más noble de la humanidad, requiere una articulación sosegada, sin gritos ni aspavientos, algo que cada día resultaba más difícil que sucediese en el Carnaval que imperaba en las vías públicas de nuestra ciudad de Pasto. Vigilada por la sombra de  “Urcunina”, se había animado a entrar en el Carnaval con un destino tan tentador, entras a San Juan de Pasto, ciudad capital, una villa de la que se hacían lenguas los adjetivos más sublimes del diccionario, por su cultura, por su carnaval, por su gente.

Por mucho que cavilaba  estrujando las palabras “¡llegaron las carrozas!”, no acertaba a comprender cómo, estas se veían obligadas a deambular por la calle como un vocablo que se grita a muchas voces.

Esto es lo que buscaban propios y turistas. Destino: el Carnaval de Negros y Blancos. Un remedio al largo ostracismo que padece la humanidad. Un remedio que, dadas las circunstancias, sólo podría anidar en las cuerdas vocales de algún alma. ¿La carroza? (me preguntaba).  Hacía unos minutos, la palabra habría respondido que sí, sin vacilar, ahora se limitaba a encoger las sílabas, “una manera de no decir ni sí ni no”, sino todo lo contrario. Todavía le quedaba un buen trecho de viaje al viento de fiesta, y si una carroza con sus vientos se escriben con letras de un continente, con la elegancia y la personalidad que irradia, la incluía en una frase dicha en público, seguro que provocaba una reacción en cadena.

De la noche a la mañana había dejado de ser pronunciada, y de la noche a la mañana volvería a estar en boca de casi todos; no sería la primera vez que en un Carnaval floreciese el germen de las carrosas y su viento. Y una revolución es lo que necesitaba con urgencia la palabra, tal era su estado de consunción. La actividad confiere vida al Verbo, la inactividad lo mata lenta e inexorablemente.

El Carnaval, en movimiento desde hacía varios días, circulaba por la ciudad bordeada de una exuberante alegría, y la palabra seguía sin escuchar su humanitario sonido. Empezaba a dudar de las dotes comunicadoras del Carnaval. ¿Y si era muda? Temía haber cometido una lamentable equivocación,  y  el reflejo suyo que había vislumbrado en los rasgos faciales de la “Pachamama” (mujer de edad indefinida) y del “Danzante” (loco poeta nacido en tierras del sur de Colombia),  se correspondiese más con sus deseos que con la realidad. El Carnaval, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, apeló al dios de las letras, el Alfabeto para salvarse de la extinción. Pero el azar bendito parecía distraído, si es que viajaba en el tiempo, porque, quién sabe, a lo peor se había quedado en tierra, hipnotizado por el embrujo del territorio nariñense.

Pero no,  este se encontraba ya en la parte central del trayecto y, el 06 de enero de este 2018 había sido protagonista “de la entrada triunfal” por la senda del carnaval y en el horizonte se divisaba la ciudad de Pasto, llena de iglesias, rabiando a más no poder de gozo y alegría. Las carrozas, dominadas por la impaciencia, colgadas de los labios de sus anfitriones.

Con el gran “Desfile Magno” en la conocida Senda del Carnaval, de unos 7 kilómetros aproximadamente, los pastusos y miles de visitantes a la ciudad de San Juan de Pasto despidieron el Carnaval de Negros y Blancos, una celebración declarada Patrimonio Cultural e inmaterial de la Humanidad, que finalizó el pasado 6 de enero.

En el “Desfile Magno”, como se le conoce al desfile final del Carnaval, 19 majestuosas carrozas, 10 carrozas no motorizadas, colectivos coreográficos, disfraces individuales, murgas y comparsas engalanaron la senda del carnaval y presentaron al mundo el talento que caracteriza a los cultores y artistas de Pasto.

La carroza ganadora

El maestro River Insusty, con su obra “El Colorado”, fue quien deslumbró y ganó.

“Algunos cronistas y estudiosos de la historia local, refieren que el nombre de “El Colorado”  obedeció a la pigmentación rojiza que tiene la tierra de la loma de los Capuchinos, arcilla que utilizaron los alfareros del barrio El Calvario, tanto por su tonalidad como computación para fabricar piezas artesanales”.

Sin embargo, la versión más difundida alude a los cruentos episodios ocurridos el 24 de diciembre de 1822, fecha que la historia regional denominó “La navidad negra”, debido a que los conventos, monasterios, templos católicos y viviendas, fueron asolados por la arremetida del Ejercito Patriota comandado por el mariscal Antonio José de Sucre.

El 6 de enero es el día de la Fiesta Grande, Día del Desfile Magno. En contraste con el día anterior, en esta fecha los pastusos nos pintamos de blanco, generalmente con talco industrial o perfumado.

Miles de lugareños, turistas y visitantes se volcaron a las calles para presenciar el desfile Magno, todos danzando al ritmo de canciones tradicionales y típicas, como La Guaneña, El Trompo Sarandengue, el Son Sureño, El Chambú, y otros ritmos como sayas y composiciones andinas de igual forma gritando: ¡Viva el 6 de Enero!, ¡Qué vivan los Blancos! y  ¡Qué viva Pasto, carajo!

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