“Y recuerden, paisa que se respete no compra El Espectador.” Así despidió la misa el cura de la Parroquia Santa María de los Dolores en el Barrio Patio Bonito de Medellín una noche de domingo a mediados de la década de los 80. Mientras los feligreses salían del galpón que hacía las veces de templo, entre risas y frases de aprobación, recuerdo haber preguntado a mis padres por el singular cierre del cura.
Resulta que unos días antes el diario, nacido 130 años atrás en la Calle del Codo en la capital antioqueña, había publicado una parodia de la campaña Amor por Medellín, que por esa época se pasaba por radio y televisión, con fotografías fuertes sobre la violencia que vivíamos. En una ciudad que ya empezaba a sufrir los estragos que producía el ascenso del narcotráfico y la cultura de la muerte que lo acompañaba, el rechazo de la gente, hacia esa acción que se sintió como poco solidaria de un hijo con la ciudad que lo vio nacer, fue bastante amplio y mucha pluma indignada de la orgullosa capital de la montaña se manifestó. El periódico se disculpó públicamente y no solo recompuso las relaciones, sino que con el arrojo, la valentía y la sangre propia con que enfrentó al narcotráfico fue otra vez compañero y faro de la sociedad paisa durante esos años aciagos.
El Espectador nació justo cuando Colombia se embarcaba en la Regeneración de Nuñez y Caro y, para ponerle más pique al asunto, en una de las regiones más conservadoras del país. “Subversivo” era el término predilecto para señalar al pequeño periódico del profesor y político liberal Don Fidel Cano. Censura, cierre, prohibición y cárcel acompañaron a Fidel y su publicación a lo largo de los 45 años de Hegemonía Conservadora. El Obispo de Medellín de la época, el poderoso Bernardo Herrera Restrepo quien más tarde llegaría a Arzobispo Primado y a elector primario de los candidatos conservadores a la Presidencia, decretó que leer El Espectador constituía un pecado mortal. La publicación que por esas fechas apenas iba en su número 39 capitalizó su condena e incrementó sus ventas y lectores (muy a lo paisa, muy a escondidas).
Después de nueve años de cierre Don Fidel se instala en Bogotá y se incorpora de manera directa y efectiva al esfuerzo liberal por volver al poder. De esa época es la famosa frase: “El Espectador trabajará en bien de la patria con criterio liberal y en bien de los principios liberales con criterio de patriótico.” El reto estaba claro: defender los principios liberales de libre expresión y prensa y de separación Iglesia-Estado, entre otros, requería no solo publicar sin censura y controlar a los gobiernos conservadores, sino llegar al poder y transformar la sociedad. El periódico como herramienta de partido.
Después de un periodo de relativa calma llega La Violencia y con ella el enfrentamiento de los partidos, el desangre y el desplazamiento rural. La turba que quemó el periódico bajo la Presidencia de Laureano Gómez en 1952 trajo consigo un nuevo director, Guillermo Cano Isaza, quien se posesiona, para fortuna del diario, una semana después del atentado. Con él, tal como lo dice Óscar Collazos en su conferencia ante la fundación que lleva el nombre del valiente periodista asesinado por el narcotráfico, se inicia la era del periódico de principios liberales guardián del Estado de Derecho.
Una década antes del proceso 8000 y casi 30 años antes de Interbolsa, El Espectador, con el liderazgo de Don Guillermo y un grupo de valientes periodistas, develó los dineros calientes de candidatos políticos y las megadefraudaciones del intocable Grupo Grancolombiano en el sistema financiero. La primera pelea le costó la vida a Guillermo y a varios periodistas y un bombazo destrozó la sede en 1989. La segunda, significó una virulenta persecución y el retiro total de pautas publicitarias de importantes anunciantes de diferentes sectores. La verdad aunque se ponga en peligro la vida propia y el futuro del periódico. Ese era su principio rector.
Necesitamos una prensa que cuestione, que investigue, que constate
y que le hable duro, pero con fundamentos,
hechos y sustento, a los poderes, vengan de donde vengan
El cumpleaños 130 encuentra a El Espectador, y a la prensa en general, enfrentando quizás su reto más complejo. La apertura y el fácil acceso y publicación de la información; los intereses económicos y su defensa vía medios de comunicación y el renacer, reencauche o fortalecimiento del populismo atentan contra el concepto mismo de verdad. Ante este ataque necesitamos una prensa que cuestione, que investigue, que constate y que le hable duro, pero con fundamentos, hechos y sustento, a los poderes, vengan de donde vengan.
En vez de reconocer al ex -Procurador Regenerador, destituido por intervenir ilegalmente su elección a punta de nombramientos y cuya fama por discriminar solteros, separados, mujeres y homosexuales no es poca, propongo que los antioqueños invitemos de nuevo a la casa a los hijos virtuosos que partieron y exaltemos su valor, su decencia y su lucha inquebrantable por la verdad. El carriel en buenas manos.