Les confieso que llevaba semanas de asombro escuchando las declaraciones del ministro Carrasquilla, tanto en su defensa frente a los reclamos legítimos que se le formulan por su participación en la creación de los bonos de agua (como rector de la política pública, y luego como beneficiario de negocios derivados de esta), pero especialmente por su visión de país, su idea del desarrollo y a quien debe servir, su definición de cuál es la función del Estado e incluso, la noción de a quién le sirve él como funcionario público.
Digo estupefacta, porque no podía creer que una persona como él, con tanta experiencia en lo público, curtido en la academia y conocedor de primera mano de lo que pasa en este país, se atreva a decir, sobado de la risa, que el salario mínimo es ridículamente alto y que hay que bajarlo, insista en que hay que gravar los productos básicos de la canasta familiar, bajarle los impuestos a los grandes contribuyentes, y que ¡tranquilos!, que con el margen de votos con el que fue elegido el presidente Duque, este gobierno puede pasar las reformas que quiera en los primeros seis meses, sin costo político mayor.
Al principio pensé que estaba loco, porque ignorante no es. Él sabe que el salario mínimo es una aspiración, pero todavía no es una realidad para los millones de familias, especialmente campesinas, que sencillamente no consiguen reunir lo suficiente para su mínimo vital. El básico es un salario de supervivencia. La ilegalidad se nutre de esa condición de pobreza extrema que padecen millones en Colombia.
Tampoco es ignorante de los pronunciamientos de la Corte Constitucional
a propósito de la canasta familiar.
Desde el 2003, declaró inexequible la norma que gravaba los productos básicos
Tampoco es ignorante de los pronunciamientos de la Corte Constitucional a propósito de la canasta familiar. En la C776 del 2003, la Corte declaró inexequible la norma que gravaba los productos básicos, y en sucesivo se ha pronunciado recordándole a los ministros de Hacienda que qué pena pero es que este es un Estado Social de Derecho, que su función es servir a las personas, especialmente a los más vulnerables, y no a sí mismo ni a “la economía” como ente abstracto, y que existen unos límites y unas prioridades a tener en cuenta en los debates sobre el gasto.
Luego caí en cuenta de que los pronunciamientos del ministro Carrasquilla no se pueden leer por fuera de la intención de acabar con la tutela y desaparecer a estas cortes molestas que tanto insisten en posturas incómodas, y dejar que la economía se autorregule con plena libertad, garantizándole a la gente que esta democracia progresista jamás va a usurparle su sagrado derecho a joderse. Francamente sería más honesto de su parte someter un proyecto de ley que declare la pobreza extrema un crimen castigable con la horca. Sería más piadoso que quitarles la comida de sus hijos.
Pero luego de buscar exhaustivamente en el DSM-III por respuestas sin fin, y de meditar extensamente en el rumbo que estamos tomando cuando pareciera que el único interés de algunos funcionarios de este gobierno es encender otra vez este país a bala, llegó la iluminación, y lo entendí todo: Carrasquilla es, en lo más íntimo de su fuero personal, un petrista convencidísimo, y está secretamente conspirando desde el gobierno para hacerlo elegir en cuatro años.
Todo cobra sentido, no existe un detonador político más efectivo que la humillación. Porque, no se equivoquen, si se cargan las pocas garantías que impiden que nos sigamos matando, esto va a estallar. Y entonces el chavismo no parecerá tan mala idea, porque cuando uno ya no tiene nada que perder, y además tiene que quedarse callado (porque además de quitarle la tutela también le quieren quitar el derecho a protestar) como otros se lo quedan todo,¡ahí, ahí! es cuando la gente deja de votar pensando en el futuro de todos y empieza a apostarle a dar de baja a los que están arriba.
Yo me sigo resistiendo a creer que Duque, que me parece un político decente, pueda convenir con tanta barrabasada y quedarse callado. Que Dios los perdone.