Los rasgos más inquietantes de nuestra actual situación pandémica, en los que la tasa de prevalencia no disminuye y la enfermedad sigue minando cualquier perspectiva de desarrollo humano, social y económico digno de ese nombre son las disfuncionalidades, la indolencia, una cierta insensibilidad frente a las problemáticas asociadas a la pobreza de los millones de ciudadanos, y de este "déficit de decencia" cuya existencia se enraíza en el enajenamiento del gobierno y su ministro de hacienda a las insistentes críticas que distintos organismos e instituciones y muchos representantes de la sociedad civil han hecho al proyecto de reforma tributaria —la dureza, la frialdad y la rigidez— que también nosotros mismos hemos denunciado repetidamente.
Me refiero en particular a una sociedad fracturada y convulsionada y con muchas restricciones, a una situación humanitaria catastrófica que la población colombiana trata, una vez más, de superar, incluyendo las situaciones que experimentan las familias ante el deterioro de sus ingresos, así como el pasar hambre, con las empresas que no cobran y corren el riesgo de quebrar, con efectos colaterales para sus empleados y proveedores. Lamento informar de que, aparte de insuficiente, la financiación de las actividades de apoyo y financiación a las empresas es incierta. Señor ministro, cuando un país gasta más de lo que gana, y pide prestado para seguir gastando, tarde o temprano corre el riesgo de quebrar.
La reforma tributaria del ministro de hacienda —y no les ocultaré que nos decepcionó un poco cierta tibieza, en todo caso cierta reserva sobre una serie de instrumentos, proyectos y programas de apoyo financiero en los que la ayuda presupuestaria general ocupe un lugar privilegiado para enfrentarse al aumento del contagio, evitar que la enfermedad se expanda más y para tratar a los que ya están enfermos y el derecho de todos los seres humanos a vivir con dignidad, y no pasar hambre— ha revelado una absoluta insensibilidad para con valores humanos fundamentales y un espíritu nefasto de prevalencia absoluta de un tecnicismo sin límites sin mostrar empatía y compasión con la población civil en la reconstrucción de sus vidas destruidas por el prolongado encierro, y amenaza con desestabilizar aún más la grave situación —los servicios sociales y las desigualdades exacerbadas, ya de por sí tensa e inestable. La insensibilidad ante esos fenómenos ayudaría a crear nuevas barreras entre nosotros—. En una palabra, la flagrante insuficiencia del Estado con respecto a las funciones gubernamentales esenciales.
Pedimos, pues, que el gobierno y su ministro afronte este tema en términos estratégicos, pues tienen la fuerza y el peso político para hacerlo, y que acepte las consecuencias de un posible silencio que daría lugar a una quiebra catastrófica de la economía colombiana. Una política continuada de cierres ha afectado profundamente la vida en Colombia ha causado la quiebra de su economía y es políticamente contraproducente, se corre el riesgo de perder el valor añadido que se generó en años anteriores. El COVID-19 solo podrá combatirse con éxito si los dirigentes de Colombia abordan todos estos problemas simultáneamente con un enfoque integrado para formular exigencias y objetivos claros y concretos si queremos erradicar definitivamente este mal tan sórdido. Por mi parte, solo puedo pelear con discursos y argumentos. Evidentemente, no puedo obligar al señor ministro Carrasquilla a que se muestre más honesto y sensible con relación a las personas y a lo que acontece a su alrededor, o que demuestre más voluntad y solidaridad y un mayor compromiso e incluso asuma un perfil político más destacado, diría "una cabeza pensante", capaz de generar una estrategia mucho más sistemático en la lucha contra esta terrible enfermedad al hacer uso de salvaguardas de salud pública.
El presidente lleva razón cuando señala los progresos que se están realizando, pero considero que él será el primero en reconocer que el desafío que plantea el COVID-19 se extiende. Aunque es totalmente cierto que se han logrado avances, muestra claramente que nuestras acciones deben ganar impulso. Más cerca de nosotros, a la vuelta de la esquina, vemos las cifras de Brasil donde el número de infectados se ha multiplicado prácticamente por 20 en menos de seis meses y el número de personas fallecidas a causa del COVID-19 prácticamente se ha duplicado. Por este motivo, mi grupo, la Asociación de Voluntarios Internacional Italia - Unión Europea, se sintió defraudado al ver que la declaración política sobre reforma tributaria emitida contenía muy poca cosa en lo tocante a compromisos políticos concretos, sino también financieros.
Lo que ahora necesitamos es la voluntad política y los fondos para ello: medidas inmediatas para salvar a las pequeñas y medianas empresas y colectivos en situaciones difíciles; un esfuerzo por salvar las vidas a otras víctimas y ahorrarles el sufrimiento a otras familias; una reducción sustancial y de largo plazo de sus patrones de consumo y endeudamiento y para salvar a las grandes ciudades del colapso, y nunca para aumentar beneficios a expensas de despidos o por motivos meramente especulativos o financieros, como ocurre cada vez con más frecuencia. Por otro lado, facilitar un entorno propicio para el desarrollo del sector privado y abordar las necesidades específicas de las pyme, como un entorno empresarial y regulaciones favorables, servicios de infraestructura básicos adecuados, acceso a la financiación a corto y largo plazo a intereses razonables, capital propio y de riesgo, asesoramiento y conocimiento sobre las oportunidades del mercado.
También, pedir al FMI que suprima las condiciones monetarias y los techos fiscales que obligan a Colombia a limitar sus gastos en educación y salud pública, con el fin de facilitar al gobierno los recursos necesarios para reducir el impacto de la epidemia, y que se acoja de inmediato al artículo 30 del Acuerdo ADPIC con el fin de usar los medicamentos necesarios sin pagar derechos a los titulares de patentes. Se insta al gobierno a que respeten los principios de la disciplina presupuestaria, así como a que aseguren unas finanzas públicas saneadas.
Por tanto, señor presidente, nos sumamos a su decisión de redoblar el esfuerzo. Queremos que se actúe mucho más con respecto a la prevención y la necesidad de responder a ella de forma activa para preservar nuestro futuro, así como un diálogo con la industria farmacéutica para abogar por el suministro de medicamentos a bajo precio o pagar un precio acorde con sus medios, con mecanismos de financiación innovadores, en particular la tasa sobre los billetes de avión. No hay que bajar la guardia, debemos seguir esforzándonos sin descanso. Israel u Reino Unido son ejemplos de cómo la inversión en prevención y vacunación puede funcionar de verdad y marcar la diferencia. Necesitamos que esta forma de actuación se extienda. Señor presidente, "es hora de reaccionar", es decir, ha llegado la hora de cumplir la promesa. Amén.