Es increíble como a un sector de la sociedad le afecta que se cuestione a la universidad por convertirse, más en un medio para ascender socialmente y lograr un lugar privilegiado dentro de los circuitos de oferta y demanda del mercado laboral, que en un lugar para darle rienda suelta a las vocaciones, al pensamiento y a la libre expresión, más allá de los presupuestos de lo que debe ser la felicidad y el bienestar. Lo increíble es que el debate que ya tiene tintes jurídicos desde el despido de Carolina Sanín, profesora y escritora de la Universidad de los Andes, por cuestionar desde su cuenta de Facebook las políticas de la institución, mientras soltaba humoradas que involucraban a estudiantes, intelectuales y personajes de la vida pública.
A pesar de que la profesora Sanín ganó una tutela que ordena a la universidad restituirla en su cargo por haber vulnerado sus derechos fundamentales, además de ordenar adelantar una investigación y control a los grupos de cyber acoso que respondieron a sus provocadores mensajes con fotografías violentas y ofensivas, vale la pena preguntarse por el valor de esta victoria jurídica frente a la educación que responde en mayor medida al acomodo de las ofertas laborales y reacciona de manera violenta al pensamiento crítico como los miembros de los grupos que atacaron a la profesora desde las redes sociales.
Hay que tener en cuenta en primer lugar que la universidad no despidió a la profesora por alterar la convivencia de sectores de la comunidad uniandina desde su cátedra, ni desde una columna de opinión, sino a través de su perfil de Facebook que no es necesariamente una extensión de las anteriores, sino más bien un personaje creado por una voz narrativa que responde a su nombre y le da vida a la mordacidad de sus comentarios. En segundo lugar es evidente que Carolina Sanín no tendría tanta notoriedad desde sus libros y por qué no decirlo, fama, si no hubiese inventado ese avatar que recuerda la voz del personaje que narra en los libros de Fernando Vallejo.
Más allá del personaje que ha creado, la profesora cuenta con el apoyo de sus estudiantes quienes desmienten las acusaciones de incitarlos a cometer actos subversivos dentro de la universidad y subrayan que con ella se han convertido en mejores lectores, aprendiendo que hay una distancia entre los códigos escritos y las leyes del mundo, al igual que unos matices entre el humor, la ironía y el cinismo.
Sin duda la tutela que ordena su reintegro es un saludo a los docentes colombianos como lo expresó en su columna Catalina Ruiz-Navarro, pero es cierto que el contexto de este debate es muy diferente al que se enfrentan los docentes que no cuentan con las garantías ni el apoyo jurídico para defenderse de los tecnócratas de turno y se ven obligados a entrar en la lógica del divorcio entre el saber y el conocimiento, renunciando a la jovialidad que implica cuestionar los conceptos establecidos. Bien por Carolina Sanín y el triunfo de un personaje virtual.