La suspensión del sacerdote Carlos Yepes por parte del Vaticano es otro paso en lo que se perfila como el caso Spotlight colombiano. No es de la autoría propia la relación con el conocido caso de la iglesia de Boston (EEUU) y la publicidad obtenida, gracias a la película ganadora del Premio Óscar y los diferentes titulares de prensa que se han leído desde los inicios del situación.
Lo que se si se resalta es el hecho que, más allá de la relación de los sucesos, el local marcha a paso rápido en comparación con otros similares. Guardando las proporciones en el alcance de cada uno, tanto el americano, con 25 años de demora en el reconocimiento por la “Santa” Sede, así como los 70 años y 8 años en que se valoraron, respectivamente, los publicitados casos de los curas Marcial Maciel en México y Luis Fernando Figari en el Perú. No tuvieron la celeridad de la situación colombiana cuyo escándalo reventó a menos de dos años de la publicación del periodista Juan Pablo Barrientos “Dejad que los niños vengan a mí”.
Llama la atención este aspecto a la espera de la desclasificación de información confidencial de la iglesia católica para aportar a la investigación de casos de pederastia, lograda por la tutela de este mismo periodista hace poco. El proceso, ya acogido por la iglesia de Medellín, y a la espera de hacerse efectivo con trámites luego de la terminación de la cuarentena, habrá de mostrar información contundente que explicaría la rapidez de la respuesta y la posibilidad de conocer la verdad sobre los demás casos mencionados por Barrientos; lo que indica que la iglesia se adelanta a mostrarse efectiva frente a la gravedad de los hechos que se avecinan.
El símil con el logro informativo del diario El Globo de Boston con el del joven periodista se extiende a los reconocimientos del gremio informativo por sus labores; al avalar con el Pulitzer y el premio Simón Bolivar las respectivas investigaciones, se enfatiza en la construccción objetiva y científica de estas producciones periodísticas; las que, a su vez, se convierten en dossier tanto para las autoridades competentes, como para la iglesia misma bajo la dirección de la conocida Congregación para la Doctrina de la Fe, el bastión más ortodoxo del catolicismo que reforzara en su momento Ratzinger y que apoya su sucesor.
Con base en lo anterior, el Spotlight colombiano conlleva un posicionamiento de los actores implicados como sucediera en su momento con el original: gana el periodismo investigador con su papel como cuarto poder que busca vigilar y publicitar los otros poderes, como el del Vaticano. Precisamente, éste también gana, por que genera confianza no sólo a sus seguidores sino al reclamo mundial de la opinión pública. Gana la iglesia local, como la de Medellín, la cual venía en una actitud si bien cooperativa, todavía reactiva frente al tema. Ganan los fieles desde un sentido objetivo, porque el hecho les llevará a reflexionar cómo la fe es una experiencia personal, más allá de vínculos con instituciones, como los sostiene el célebre teólogo Karl Rahner; donde el hombre que hoy es inquirido por la justicia humana no tiene nada de diferente al político, al empresario, al profesional, a quienes se endilga el mismo delito. Y, esta es también la ganancia para los sacerdotes investigados, como Carlos Yepes: probar que Dios no es propiedad humana; si gana, habrá puesto en tela de juicio los designios de una de las instituciones más antigua del mundo; si pierde, las personas creerán más en la humanidad divina y menos en ideales de perfección que ni el más probo de los hombres resistiría.