Laura Valeria López acababa de llegar de Nueva York. Era 1973. La invitaron a una fiesta, ella se puso un vestido rojo y Carlos Pizarro León Gómez la miró y se enamoró. En esa época tenía 22 años y ya había sido expulsado de la Universidad Javeriana, donde estudiaba derecho, por haber liderado una huelga de estudiantes.
Bailaron, charlaron, les gustaban los libros. Carlos Le contó que había desertado de las Farc y que ahora estaba en el recién creado M-19; que su papá era un exmilitar, un almirante que vivía en Cali. Que tenía cuatro hermanos. Vivían en Cali: su mamá era profesora de inglés en un colegio privado.
En ese momento Carlos Pizarro tenía una relación con Miryam Rodríguez, una compañera que había conocido en sus años de militancia en la Juventud Comunista. Pero no importó. Quería estar con Laura. No tardó en presentarle a sus amigos, Antonio Navarro, Álvaro Fayad, Jaime Bateman. Y se fueron a vivir a un apartamento en el barrio La Macarena de Bogotá.
El trabajo de Laura en El Espectador les permitió llegar a final de mes. Carlos ya la había convencido: su vida estaba en el M.19. Vivió en Bogotá la persecución a los cientos de militantes del Eme bajo el Estatuto de seguridad de Turbay, la gran represalia tras el robo de armas del Cantón Norte, mi mientras él permanecía en la clandestinidad. Los encuentros serian esporádicos.
Como eran los que tenía con Miryam Rodríguez. De uno de ellos nació Maria José Pizarro.
La personalidad carismática de Maria José, quien llegó a la Cámara en las listas de la Bogotá Humana de Gustavo Petro, recuerda a la de Carlos Pizarro. Aunque poco lo conoció, es su ídolo. Escribió un libro con recuerdos de la relación con su mamá. Tenía doce años y estudiaba en el Liceo Frances cuando lo mataron en un avión de Avianca. Había dejado de verlo años antes, desde cuando estaba en la clandestinidad. Su bálsamo para superar su muerte fue un viaje por Suramérica.
Laura rehizo su vida después del asesinato de Pizarro. Trabajó en los 80 trabajó con el noticiero AM-PM que nació como parte de los acuerdos en el trámite de la Asamblea Nacional Constituyente. Es abuela, ha dejado la industria textil y, según sus palabras: “Cree mi propia empresa de café. Es un café muy rico, por cierto. Viajo, doy charlas. Acompaño a mi hija en lo que puedo. Cuido a mis nietas. Estoy tranquila. Tranquila y feliz”
De esa relación nació en 1982 Maria del Mar quien heredó la belleza física de su papá. Hizo un efímero tránsito por el modelaje con el diseñador Hernán Zajar mientras estudiaba ciencias políticas en la Universidad de los Andes y luego un máster en Artes en la Universidad de Londres. Tenía siete años cuando mataron a su papá. Poco lo recuerda. Gerencia la empresa Biogar que se dedica a crear productos útiles y amigables para el medioambiente.
Pizarro nunca encontró sosiego en el amor. Y remató su vida de amores y desamores con un hijo póstumo: Carlos Andrés. Nació seis meses después de su asesinato. Hijo de una apasionada aventura amorosa con la caleña Helida Molina. Sus familiares no lo reconocieron para darle el apellido, pero difícilmente un parecido mayor al de Carlos Andrés Mendoza con su papá: el comandante Carlos Pizarro Leon Gómez.
La historia de amor con su mamá no es tabú. Se conocieron en Bogotá en plena campaña presidencial en medio del agite de la popularidad y las amenazas de muerte que se volvieron la fatalidad. Un romance fugaz que dejó una impronta innegable; un hijo al que con razón llaman Pizarrito.