Hubo una época en que Carlos Muñoz no tenía que hacer casting: los libretistas escribían los papeles para él. Su cara mofletuda y su escasa estatura, no eran óbice para que Maria Eugenia Dávila, Maria Cecilia Botero y Silvia de Dios, las mujeres más deseadas de Colombia, se derritieran ante sus personajes. Ahora, a sus 72 años, mientras lucha por su vida, ya nadie le quiere dar trabajo al que fue considerado, a inicios del 2000, como el actor colombiano más importante del Siglo pasado.
Carlos debutó en la televisión el 16 de junio de 1954, tres días después de que el general Rojas Pinilla la hubiese inaugurado, estaba el rostro del actor santandereano en las pantallas de todo el país, alzando una copa y brindado, haciendo cara de borracho así nunca se hubiese tomado un trago en su vida. Hijo del actor de radio José Antonio Muñoz, la primera vez que actuó tuvieron que subirlo en un butaco para que alcanzara el micrófono. Tenía 3 años. Su universidad fueron los estudios de grabación de la Radio Nacional, Inravisión y las tablas del teatro. Aprendió con Chejov, con García Lorca y con Vargas Llosa. En 1979, después de que divirtiera durante toda una década a toda Colombia al lado de Alicia del Carpio en la inolvidable comedia Yo y tu, el Nóbel peruano se trenzó en una disputa con David Stivel por culpa de Carlos Muñoz mientras empezaba el rodaje de la telenovela La tía Julia y el escribidor. El director argentino insistía en que el intérprete ideal para encarnar a Pedro Camacho era el actor colombiano. Vargas Llosa, furioso, iba a impedir que se rodara la producción hasta que vio, aterrado, como Muñoz se transformaba en su Escribidor.
En los ochenta fue el Rey del Raiting. Su presencia en San Tropel, donde para ser el Padre Pío Quinto se mandó a hacer ocho monturas de gafas y aprendió a decir la misa en Latín, en Pero sigo siendo el Rey enloqueciendo de amor a Maria Eugenia Dávila y en Caballo viejo, papel que le significó un premio Ondas en España, lo terminaron de consagrar.
Fue senador en los noventa e intentó, en vano, hacer leyes para proteger los derechos de su gremio. Nunca se sintió cómodo como político y volvió, en 1999, a la pantalla chica. Su regreso estuvo lejos de ser triunfal. Lo mejor que consiguió fue haber recibido, en el 2001, la India Catalina que lo distinguía como el actor del siglo y ser el maestro de los muchachos de la casa estudio en Protagonistas de novela del 2003. La última vez que actuó fue en el 2011 cuando hizo de Fermín Daza en Donde carajos está Omaña. Desde entonces vive de dictar conferencias, charlas, talleres, prestar su voz a comerciales o asesorar a Señal Colombia y a Noticias Uno. Cada cierto tiempo le dan una medalla o una placa, sin despreciarlas, Muñoz prefiere que lo llamen de una productora, que le den un papel, que le devuelvan su oficio.
Con su voz cansada y profunda se queja de que los actores ya no amen su profesión y lo que busquen sólo sea fama y fortuna. “La actuación-dice Carlos- no es tener una cara bonita y una chocolatina en el abdomen”.
Este año parecía que iba a resurgir. Con Caracol había empezado una negociación para hacer un protagónico y, en febrero, recibió el premio Víctor Nieto a toda una vida en el Festival de Cine de Cartagena. La semana pasada lo operaron de una hernia hietal que lo tenía disminuido. No se recuperó bien. La operación le afectó el hígado y los pulmones y el lunes fue internado de urgencia en la Fundación Santa Fé en donde se debate entre la vida y la muerte. Carlos Muñoz, desde su lecho de enfermo, no sabe que afuera del hospital cientos de miles de fans que lo aman desde hace décadas ruegan por su sanación. No se resignan a la calamidad que significaría para ellos no volver a ver más su rostro en una telenovela.