Carlos Mattos, el que conozco
Opinión

Carlos Mattos, el que conozco

He sido su amigo. Lo conozco hace 40 años. Le vi agigantarse económicamente y nunca cambió. El Caso Mattos debe ser una lección de equidad civil desde lo penal

Por:
diciembre 06, 2021
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A principios de los 90, Carlos José Mattos Barrero era un próspero empresario cesarense graduado del Babson College de Boston, que se movía entre Barranquilla y los Estados Unidos como pez en el agua. Constante e interminable en su obsesión con el trabajo, había materializado poco a poco la visión de combinar las utilidades de su próspero negocio de importación de vehículos de lujo, con inversiones estratégicas en finca raíz. Para entonces, Mattos tenía ya una masa de capital superior a lo que luego sería la jugosa herencia que su padre legaría a él y sus 5 hermanos, pero la oportunidad de un gran salto se presentó y una vez más su olfato empresarial lo llevo a arriesgarse trayendo a Colombia una marca, entonces desconocida, que fabricaba en Corea vehículos de bajo costo con licencias de motores de Honda.

Así nació Hyundai Colombia Automotriz, una empresa que inició ventas en 1994 y funcionó bajo el pulso firme de Mattos hasta el 2015, cuando un grupo empresarial ecuatoriano le arrebató la concesión que había llevado con tanto éxito que una calificadora internacional la avaluara en 500 millones de dólares, sin tener en cuenta la finca raíz de los locales comerciales, y en más de 1.500 millones de dólares cuando se les incluía.

Durante más de dos décadas la empresa de Mattos generó y sostuvo 1.200 empleos directos, más de 5.000 indirectos, su contribución económica al fisco nacional, por concepto de IVA y aranceles, en 21 años de funcionamiento, bordea los ocho billones de pesos; a eso hay que sumar cerca de cuatrocientos mil millones percibidos durante ese mismo tiempo por concepto de impuesto de renta.

Sin duda Hyundai Colombia Automotriz fue un muy buen negocio para su dueño, pero sobre todo, Carlos Mattos y sus empresas fueron un gran negocio para el país.

La Hyundai –como se le llamaba popularmente- fue un caso de éxito tal vez sin precedentes para una empresa con veinte años de vida y un fenómeno comercial ejemplarizante en cualquier país del mundo. Aunque difícilmente en Colombia: Ni las más de 6.000 personas que derivaron su sustento del talento empresarial de Mattos, ni miles de familias que recibieron donaciones y ayudas de su fundación, tampoco la filantropía desplegada donando aulas y torres a universidades públicas, ni costear la onerosa restauración de la catedral de Cartagena, o la formación de cientos de seminaristas beneficiados por sus donaciones. Tampoco los miles de millones donados a los principales partidos políticos que su junta directiva denominaba como “aporte a la democracia”. Nada, absolutamente nada de eso vale hoy en día. Carlos Mattos está preso en la Picota de Bogotá y su aporte al país no cuenta ante sus supuestos crímenes…

No pretendo entrar a diseccionar el caso desde el punto de vista jurídico-probatorio, Mattos cuenta con la versada asesoría del doctor Iván Cancino cuya amistad es un honor que no mancillaría entrometiéndome en su sobrada capacidad como penalista y defensor. La defensa jurídica le corresponde a él y allí no tengo nada provechoso que aportar…

Me corresponde el testimonio humano. No podría dormir tranquilo sumándome a la actitud esquiva, evasiva y vergonzante de muchos de aquellos que desfilaban por sus oficinas, por sus casas, que se lagarteaban viajar en sus aviones, que se colaban en sus fiestas, que hacían lobby para lograr sus donaciones, o que simplemente querían conocer su yate, o ser invitados a sus eventos sociales en Cartagena, Madrid, Miami, Barranquilla o Bogotá, la mayoría hoy mira para otro lado como si el hombre que fuera epicentro de una actividad social internacional sin precedentes, fuera un peligroso criminal cuya amistad enlodara a quienes hasta hace poco le lisonjeaban en procura de algún beneficio ocasional.

Recordé la palabra alipori viendo al buen director de la policía colombiana dando curiosos partes de éxito por la captura de Carlos Mattos en Madrid. Me dio pena ajena al ver a la Fiscalía de Colombia mostrándole como un trofeo. Sentí vergüenza al saber que nuestro cuerpo diplomático en España se empecinaba en su deportación, mientras en Colombia tenebrosos criminales que jamás han tributado ni generado empleo campean orondos en carros blindados protegidos por el estado restregándonos a todos su impunidad como la mueca de un país sin justicia donde el hombre de éxito debe ser lapidado por envidia, y el delincuente exaltado por la asimetría de un sistema que solo consigue someterlo con dádivas y arrodillándose ante su incapacidad de vencer al verdadero criminal.

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Carlos Mattos Barrero ha sido un empresario ejemplar, hoy lapidado mediáticamente por quienes antes babeaban por su pauta comercial

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Carlos Mattos Barrero ha sido un empresario ejemplar, hoy lapidado mediáticamente por quienes antes babeaban por su pauta comercial. Si fuera culpable de los delitos de los que se le acusa, ellos dan risa al lado de las violaciones, secuestros, hurtos, bombardeos y homicidios de los hampones que frecuentan restaurantes y foros codo con codo, junto a  expresidentes, diplomáticos y altos funcionarios.

La Fiscalía General y los jueces de la República deben investigar e impartir justicia, pero la justicia humana institucional debe ser proporcional a la obra de vida de un hombre, a su parábola existencial, a su legado, y tiene el deber filosófico de ser equitativa y proporcional entre todos los ciudadanos de una misma nación. El rigor excesivo con quien ha contribuido tanto, se vuelve vergüenza cuando se compara con la laxitud expresa del mismo sistema judicial para con los verdaderos criminales.

He sido amigo de Carlos. Lo conozco hace 40 años. Le vi agigantarse económicamente y nunca cambió. No fui asiduo de sus eventos sociales, no hice negocios con él, lo vi ser un buen padre, un buen hermano, un buen familiar. Se trata de un hombre anciano que a sus 75 años tiene derecho a que se miren sus circunstancias con compasión y se le permita acceder a los subrogados de ley que alivien la circunstancia penal a la que conduzca la causa en su contra.

El Caso Mattos debe ser una lección de equidad civil desde lo penal, que ojalá no obligue a analizar la psique nacional ante el hombre de éxito, en contraste con la facilidad para premiar con impunidad a los peores criminales.

Qué paradoja: El día que Carlos Mattos reciba sentencia, probablemente un secuestrador con las manos manchadas de sangre inocente, que jamás pagó cárcel, esté a punto de ser elegido presidente de los colombianos…

@sergioaraujoc

 

 

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