Ya no podía soportar el olor a podrido ni la oscuridad. Era septiembre de 1997 y Carlos Federico Ruiz llevaba seis meses encerrado en un sótano de la 68, al noroccidente de Bogotá. El movimiento extremista Autodefensa Obrera y delincuentes comunes lo tenían secuestrado y le pedían dos millones de dólares para liberarlo. Ruiz ya estaba a punto de entregar lo que había recogido en 30 años de trabajo, desde que montó su primera papelería Panamericana, cuando escuchó que la Policía estaba entrando a bandazos al lugar. Apenas vio al general que lideró su rescate lo abrazó llorando y le dijo: ‘Usted acaba de salvar más de 700 empleos. Ya estaba obligado a vender mi empresa para que no me mataran’.
El dueño de la papelería más importante de Colombia tenía 12 años cuando empezó a crear su imperio. No tenía con qué comer pero sí un carrito al que le cabían libros, así que arrancó a vender los textos que recogía en las casas por las que pasaba, y que ya nadie quería. Carlos Federico Ruiz vio que sus bolsillos engordaban y amplió su negocio con cuadernos, reglas y compases. Ya tenía lo suficiente para montar su propio almacén: compró un local de telas en la avenida Jiménez con carrera Décima para adecuar su primer negocio.
Para ahorrarse algunos pesos y ampliar la rentabilidad, Ruiz empezó a comprar su propia maquinaria para coser libretas y cuadernos. Él mismo contactó a los editores de libros escolares y a algunos dueños de películas para que le dieran el permiso de imprimirlos con su sello. Su éxito siempre fue entender que tenía que producir todo lo que vendía, ser autosuficiente, para que su negocio funcionara.
A Carlos Federico Ruiz le gusta ser complaciente con los 1.700 empleados que tiene repartidos entre las 35 tiendas de Panamericana que hay en Colombia. Para ellos creó un centro cultural en la comuna 14, en pleno Poblado de Medellín, en donde hay hasta salones de teatro y artes plásticas. El empresario ahora debe pagar 90 millones de pesos por una multa que le puso la Superintendencia de Industria y Comercio por publicidad engañosa, pero esa sería la primera tacha que le parece al negocio que ha construido durante 50 silenciosos años.