Un viernes del año 2000, Carlos Bloom vio por primera vez a Silvestre Dangond cuando entró por la puerta de su casa en Valledupar. Era un joven de escasos 20 años, sencillo, de aspecto regordete, acné en el rostro y tímido, bajaba la mirada cuando el manager de grandes compositores vallenatos le preguntaba sobre su incierto futuro. Nadie conocía a Silvestre pero el olfato de Bloom nunca falla y vio en el joven soñador una nueva promesa del vallenato. Antes, sabía que debería pulirlo. No sería una tarea fácil pero ya lo había hecho antes con Peter Manjarrés, lo hizo conocido en la Costa y en Bogotá.
Silvestre era pobre, no tenía dinero ni siquiera para pagarse una habitación. El manager no vaciló en proponerle que vivera con él y su familia, Silvestre durmió durante meses en el mueble de la sala de Bloom. Rápidamente se volvieron en familia al mejor estilo de una relación de padre e hijo. Silvestre grabó sin éxito su primer álbum Tanto para ti al lado del acordeonero Román López, la unión fue fugaz, se separaron por los problemas de salud de López. Bloom, desesperado por encontrarle un nuevo acordeonero a Silvestre entrevistó a cientos, pero nadie aceptaba la propuesta. Silvestre no era conocido en el género y temían arriesgarse. Solo un acordeonero aceptó la propuesta de Bloom: Juancho de la Espriella. Bloom ya lo conocía por Peter Manjárres.
Sin Bloom, la unión entre Silvestre Dangond y Juancho de la Espriella nunca hubiera sido posible. El manager alistó baterías para lanzarlos al estrellato, sabía que solo bastaría con una canción para hacerlos sonar en todas las emisoras nacionales. Bloom le aconsejó a Silvestre componer un sencillo que le hiciera revivir su niñez y adolescencia. Silvestre escribió La Colegiala, gracias a los sabios consejos de su manager se inspiró en Lucia Salem, su primer amor cuando era un ‘pelao’ de Villanueva, La Guajira que quería ganarse la atención de la muchacha más bella del pueblo.
La Colegiala del álbum Mas unidos que nunca fue el vallenato más popular. Bloom trabajó fuertemente en los siguientes diez años para que Silvestre no fuera un cantante más del montón, aquellos vallenateros que gozaban de una fama efímera y luego se perdían en el anonimato. El éxito de La Colegiala no sería solo un golpe de suerte gracias a Bloom quien se cercioró de cada detalle de la carrera del artista. Era el hombre detrás del escenario que observaba todos los conciertos para que fueran impecables, poco a poco fue formando a Silvestre en el cantante que hoy llena estadios no solo en Colombia sino también en Australia, Estados Unidos y Europa. Bloom internacionalizó a Silvestre, nunca un manager había potenciado de tal modo a un artista vallenato que por lo general se conformaban por hacerse conocer en el centro del país.
La confianza entre manager y artista es infinita. Bloom y Dangond nunca han firmado un documento para poner en orden sus cuentas, el compromiso de palabra es suficiente para 'padre e hijo'.
No todo ha sido color de rosa. Una vez, Silvestre se convirtió en un fenómeno, no faltaron los escándalos en su carrera. El abuso del alcohol y drogas por parte del cantante era un rumor a voces que tomó fuerza cuando Juancho de la Espriella lo abandonó. Para el acordeonero las salvajes fiestas con Silvestre se habían vuelto perjudiciales para su salud física y mental, duraban enrumbados los siete días de la semana. Sin mencionar, la escandalosa portada del álbum La novena batalla en el 2014, Silvestre se vistió con metralleta y canana, era una portada agresiva y guerrista, al mejor estilo paramilitar, un tema sensible para un país azotado por el conflicto armado.
Carlos Bloom pensó en abandonar a su pupilo, pero su vocación pesó más. El manager decidió jugársela con el artista. En el 2016, decidió contactar al representante argentino Walter Kolm quien trabaja con Carlos Vives y Maluma, para potenciar la imagen del guajiro. Por primera vez en 20 años, Bloom dejó de ser el manager de Silvestre. La estrategia solo duraría 4 años, Silvestre terminó peleando con Kolm y volvió a nombrar a Blom como su manager.
Desde entonces, Blom sigue jugándosela por Silvestre, un cantante que no es fácil de llevar, su fama y talento lo tienen catapultado en la cima y no tiene dentro de sus planes nunca bajar. La batalla de Bloom no ha sido en vano. Sin su influencia en la vida del cantante, Silvestre no sería hoy el papá de los pollitos.