Carlos Arturo Truque Asprilla fue un cuentista chocoano cuya obra literaria se condensa en solo 25 cuentos, los cuales, por sus extraordinarios valores literarios (Granizada y otros cuentos fue catalogado entre las cien obras literarias colombianas del siglo XX), han traspasado las fronteras de la literatura colombiana, sin dejar de ser relevantes para el país. No en vano la crítica lo sitúa junto con Jorge Isaacs Ferrer, Ricardo Carrasquilla, Rogerio Velásquez, Reinaldo Valencia Lozano, Gregorio Sánchez Gómez, Arnoldo Palacios Mosquera, Hugo Salazar Valdés y Óscar Collazos Camacho entre los escritores chocoanos más importantes de la literatura nacional.
Nació en Condoto el 28 de octubre de 1927 y murió en Buenaventura el 8 de enero de 1970. Fue hijo del ciudadano alemán Sergio Isaac Truque Müller, quien llegó a las selvas Chocó motivado por la fiebre de la explotación platinífera y se casó con Luisa Asprilla, nativa de la capital colombiana del platino.
Un año después del nacimiento de Carlos Arturo, la familia Truque Asprilla se trasladó a Buenaventura, donde se dedicó al comercio, de manera que los 42 años de vida de este destacado escritor chocoano trascurrieron entre Condoto, Cali, Popayán, los Llanos, Buenaventura y Bogotá.
Truque nació tres años después que una generación de intelectuales fundó la revista Los Nuevos, dirigida por Felipe Lleras Camargo y Alberto Lleras, y con un grupo de dirección integrado por Rafael Maya, Germán Arciniegas, Eliseo Arango, José Enrique Gaviria, Abel Botero, Jorge Zalamea, León de Greiff, Francisco Umaña Bernal, José Mar, Luis Vidales, entre otros.
Una revista que marcó un hito en la literatura colombiana, dado que fue integrada por un grupo escritores e intelectuales “atendiendo a razones más de pensamiento que de edad. Sustentaron la visión de la revista en que no lanzaban un manifiesto político ni formulaban un programa de gobierno, “simplemente, la razón de nuestra revista, será un pensamiento nuevo, ideas nuevas, rumbos nuevos, son expresiones que se oyen a diario (….) Pero esas simples expresiones corresponden en la mayoría de los casos a un fenómeno real”.
Estudió en los Colegios Santa Labrada de Cali y en el Liceo de la Universidad del Cauca; universidad en la que cursó un semestre de Ingeniería y de la que se retiró cuando descubrió que su verdadera vocación estaba en la literatura. Fue un hombre que nació dotado de una inteligencia y una capacidad narrativa que le permitió convertirse en un escritor con una extraordinaria magia en la creación literaria.
Incluso, Truque, en una nota autobiográfica que escribió en la revista Mito en 1956, reveló cómo nació su vocación literaria: “Siempre fui, no peco de orgullo o vanidad al decirlo, un buen estudiante. Me apasionaban los libros, la tinta fresca, la aureola bohemia de los escritores de la época. Pronto me sentía atraído hacia ese campo que nunca pisan los llamados hombres prácticos: las letras (…) Allí empieza todo, De allí, de una urgencia extrema de dar a conocer mis sentimientos y mis reacciones, parte la disconformidad entre la sociedad, tal cual como está constituida y el modo diversos como yo creo que debe estarlo”.
Además, allí explicó cómo fue su método para alcanzar el éxito literario: “Desde el conocimiento personal del el mundillo literario capitalino afirmé mi convicción sobre el destino futuro de nuestras letras y adquirí la fe profunda de su salvación por hombres que querían acercarse al elemento popular y tratarlo de una manera nueva, alejada del academismo y del purismo, señalándole un derrotero, con confundiéndolo con las tediosas disquisiciones, dudas, problemas y soluciones copiadas de las lecturas de los clásicos modernos”.
Sus primeras publicaciones fueron en revistas estudiantiles y luego escribió en el periódico El Liberal sus primeros comentarios sobre libros, ensayos, biografías y poesías. Esto bajo el seudónimo de Charles Blaine. De 1947 a 1951 trabajó en un juzgado en San Martín (Meta), luego regresó a Buenaventura, se casó con Nelly Vélez Benítez (con quien tuvo tres hijas: Sonia Nadezhda, Ivonne América y Leticia Colombia), y comenzó a trabajar en la Flota Mercante Gran Colombiana.
En aquel período público artículos literarios en diferentes periódicos en el país y en 1951, el drama Hay que vivir en paz, con el cual ganó el premio en el festival de Berlín (RDA). Así mismo, en 1953, con su libro Granizada y otros cuentos ganó el Premio Espiral de Cuentos y comenzó al ser un cuentista reconocido a nivel nacional.
En 1954, se trasladó a Bogotá, donde forjó amistad con los escritores del célebre Café Automático, el centro cultural y literario de la élite intelectual del país. Más adelante, se desempeñó como subdirector de Extensión Cultural de Cundinamarca, secretario de Estudios Históricos del Ministerio de Educación Nacional y agregado de Prensa de la Embajada de Haití en Colombia. Además, fue libretista de la Radiodifusora Nacional, y traductor de textos en inglés y francés de varias revistas como el Boletín de la Radio Nacional.
En aquel año obtuvo varios premios literarios nacionales, entre ellos el tercer puesto en el concurso de cuento de la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia con su obra Vivan los compañeros. El ganador en aquella versión fue Gabriel García Márquez con el cuento Un día después del sábado.
En 1958 fue distinguido con el premio en el concurso folklórico de Manizales y el premio El Tiempo con su cuento Sonatina para dos tambores. En 1965, obtuvo mención honorífica en el V Festival Nacional de Arte por su obra El día que terminó el verano.
Truque fue uno de los grandes cuentistas colombianos. Sus cuentos aparecen reseñados en las doce más importantes antologías del cuento colombiano que se han publicado desde 1959 hasta 1988. Su obra ha sido traducida al inglés, al ruso, al francés, al alemán y al chino.
Las ediciones originales de la obra de Truque son: Granizada y otros cuentos, Bogotá, Editorial Iqueima, 1953; El día que terminó el verano y otros relatos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura (Colección Popular, 99), 1973; Vivan los compañeros, Cuentos completos, Programa editorial Universidad del Valle, Cali, 2004; y Vivan los compañeros. Cuentos completos, Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Ministerio de Cultura de Colombia, Bogotá, 1993.
En opinión de Eduardo Pachón Padilla, crítico literario, es el primer representante del realismo social en Colombia y uno de los grandes cuentistas colombianos. Para el escritor Fabio Martínez, crítico literario y uno de los colombianos que más ha estudiado su obra: “Desde sus primeros relatos, escritos entre los veinte y veinticinco años es notoria su directa influencia de la narrativa norteamericana”.
“Su literatura se nutre de los fabulosos relatos del patriarca Mark Twain, pasando por O'Henry, Faulkner y Hemingway, este último, de quien heredó el buen uso de la frase corta y los diálogos magistralmente elaborado. A pesar de que en algunos círculos literarios de Bogotá fue reconocido como un extraordinario cuentista fue opacado por el canon de la época”.